viernes, 16 de agosto de 2019

UNA LEYENDA DOMINICANA: CHICHO SIBILIO (1958-2019)


Presumiblemente no sea más de setecientos metros los que separa la vivienda de mis padres del pabellón del CB L’Hospitalet de Llobregat. Recién cumplidos los ocho años, en enero de 1976 el CB L’Hospitalet celebraba su torneo anual de equipos de club juveniles y junior donde se concitaban scoutings con la mirada puesta en descubrir nuevos talentos para el baloncesto patrio. A este torneo que en tiempos cosechó un considerable prestigio, de manera regular habían sido invitadas selecciones de categorías pre-senior de distintos países, recibiendo la invitación en ese año de inicio de un cambio de paradigma en el estado español muerto el dictador, muerta la dictadura— el combinado de la República Dominicana. Por aquel entonces, la sección de básket del Barcelona quedaba relegado a la condición de segundón en una l«iga dominada por el Real Madrid, al punto que en el ecuador de la década de los setenta se llegó a registrar un resultado que hoy en día podría resultar inverosímil: el equipo blaugrana salió derrotado por sesenta puntos de diferencia en la pista del equipo blanco. Acuciado por los malos resultados, el técnico Ranko Zeravica acudió a ese recinto deportivo que sería tan familiar para un servidor en los años ochenta, reparando en un ala-pivot de dieciséis años que representaba al país antillano. La apuesta de Zeravika no estaba exenta de riesgo, ya que los frutos de aquellos fichajes concentrados en un corto espacio de tiempo debían evaluarse al medio plazo. Cándido «Chicho» Sibilio Hughes llegaría a ser considerado, junto al alero Juan Antonio San Epifanio «Epi» (n. 1959) y Nacho Solozábal (n. 1958)  la columna vertebral de aquel FC Barcelona que, en paralelo a la transición vivida en el estado español, su sección de baloncesto experimentó otra transición hacia una de las etapas más gloriosas de su Historia. A ese «diamante en bruto» procedente de la República Dominicana que, a buen seguro anhelaba algún día jugar en la NBA, los distintos entrenadores que estuvieron bajo su tutela el mencionado Zeravika, Antoni Serra y Aito García Reneses— trataron de extraerle el máximo rendimiento posible. Vi jugar en diversas ocasiones en directo a Sibilio e infinidad de veces por televisión. Cuando en 1984 la ACB instauró la línea de tres puntos en un radio de 6,15 m (al cabo pasó a los 6,25 m) Sibilio llevaba tiempo encestando más allá de esa distancia. Su mecánica de tiro sirvió de ejemplo en las innumerables escuelas formativas de básket que diseminadas a lo largo y ancho del país, a las que me sentí llamado pero pronto mi pasión por este deporte derivó a la condición de árbito y de entrenador de categorías inferiores en distintas etapas de mi vida. Como diría el llorado Andrés Montes, hay jugadores que se desenvuelven por las canchas como si llevaran frac. Entre estos jugadores tocados por la elegancia cabía situar a Chicho Sibilio, alguien capaz de promediar casi veinte puntos por partido a lo largo de trece temporadas. Junto a Epi con registros anotadores similares aunque con un estilo de juego distinto, más aferrado a la noción de pundonor y épica— formaban un tándem de ala-pivots mortífero que mereció la admiración de múltiples pistas del continente europeo. Una «hermandad» que conoció otra figura clave, la del base Nacho Solozábal, la inteligencia materializada en la cancha de juego, encomendado a marcar aquellas jugadas que indefectiblemente pasaba por las manos de Epi y Sibilio para resolver con un elevado porcentaje de aciertos tiros que hacían temible el juego exterior del FC Barcelona. Sin duda, el equipo blaugrana encontró en semejante triunvirato la piedra roseta de un proyecto ganador con carácter hegemónico a lo largo de la década de los ochenta, desfilando por sus distintas formaciones con el denominador común de Solozábal-Epi-Sibilio jugadores del talento del danés nacionalizado canadiense Lars Hansen o el estadounidense Audie Norris, entre otros.
   Transcurridos varios días desde el conocimiento de la noticia del deceso de Chicho Sibilio, a los sesenta años, regreso sobre esa mirada que conservo grabada de un jugador que contribuyó sobremanera a definir la esencia de un deporte, ese dorsal 6 que solo la sinrazón evitó que colgara en ese imaginario «palco de autoridades» que luce en lo alto del Palau, la pista mágica que ofreció tardes y noches de gloria a una sección que hoy en día ha dejado de poseer el significado de antaño. Como bien recalcó Sibilio en una entrevista realizada por el periodista Lluís Canut hace unos años, la pertenencia a un club se gana desde el afecto al mismo antes incluso de ser considerado jugador con la elástica, en su caso, blaugrana con un total de 616 partidos en su haber. Gracias, Chicho, allí donde estés, por haber sido uno de los jugadores que más hicieron para amar un deporte que puede llegar a representar una filosofía de vida. Descanse en paz un «gigante» del básket.   

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