domingo, 21 de julio de 2019

«CREUER D’ ESTIU / CRUCERO DE VERANO» (2006): DESCUBRIENDO LA PRIMERA NOVELA DE TRUMAN CAPOTE

Coincidiendo con el año que se cumplió el 80 aniversario del nacimiento de Truman Streckfus Persons (1924-1984), artísticamente Truman Capote, los astros parecían alinearse para que el menudo escritor norteamericano, lejos de ser pasto del olvido, se revitalizara el interés por su obra. Por aquel entonces, la industria cinematográfica estadounidense, a través de la Biblia de Hollywood, la revista Variety, anunció el inminente rodaje de una suerte de biopic parcial de Truman Capote, en que el finado Phillip Seymour Hoffman se colocó en la piel del afamado escritor. Sometido a una transformación física notable, Hoffman «resucitó» a Truman Capote merced a una interpretación acreedora de un Oscar. Sin duda, semejante logro eclipsó una serie de noticias que apelaban asimismo a la persona de Capote, entre las cuales encontramos la publicación de The Brief a Treat (2004), una recopilación de la vasta correspondencia que el taimado escritor guardó celosamente y que su biógrafo Gerald Clarke sometió a escrutinio para dar lugar a un libro muy revelador de cuestiones que competen al círculo de amistades del autor de A sangre fría (1965). Entre chismorreos, muestras de estados de ánimo, sugerencias (literarias, pero también cinematográficas y teatrales) y confesiones, en sus relaciones epistolares Truman Capote dejó filtrar el estado de las cosas por lo que concierne a su (intermitente) actividad profesional. A todo ello cabía aguardar unos meses desde la publicación de The Brief a Treat Un placer fugaz. Correpondencia (2005) para su traducción en lengua castellana a cargo del sello Lumen— para atender a la mayor de las «revelaciones» desde un prisma eminentemente literario— que en el amanecer del siglo XXI podía proveer la figura de Truman Capote. A pesar de las reservas propias de quien se supo amigo personal y, a la sazón, editor de Capote, Alan U. Schwartz, éste se decantó por dar luz verde al proyecto de edición de Summer Crossing, la que podría colegirse la primera novela escrita por el genio de Nueva Orléans, pero que había abandonado cualquier tentativa de publicarla, priorizando así otros proyectos en un periodo en el que aún se encontraba instalado en la veintena. De hecho, según relata Schwartz en el epílogo de la edición de Summer Crossing reproducida para la ocasión para la edición en catalán y castellano que llega a las librerías en el verano de 2019 de la mano del sello Anagrama— cuando Capote abandonó su apartamento de Nueva York en 1966 aún reciente el impacto generado con la publicación de In Cold Blood— dio orden expresa al conserje del edificio para que se desprendiera de todo el material que aún quedara en su vivienda. Por ventura, el conserje hizo caso omiso a las indicaciones de Truman Capote, quedando a resguardo material diverso que contenía precisamente el manuscrito titulado Summer Crossing. Un pariente del conserje heredó lo que vino a convertirse en un auténtico tesoro.  
   Para el común de los mortales, el haber empezado a escribir una novela con diecinueve años podría ser tildado de signo de precocidad. Empero, Capote ya llevaba acumulada casi una docena de años escribiendo desde que en 1943 se embarcara en este ejercicio que requiere de enormes dosis de disciplina para cumplir determinados objetivos. Tres años más tarde Capote revelaba en una carta remitida a Elizabeth Ames que se apremiaba a concluir la escritura de su primera novela, una manera quizás de reclamar la atención para que le considerara digno de formar parte del programa Yaddoo que la maestra estadounidense pilotaba desde hacía varios veranos en Saratoga Springs, en el estado de Nueva York. Al mismo accedió, pero al reseguir el itinerario epistolar del libro tutelado por Gerald Clarke la pista de aquel proyecto al que había dedicado numerosas horas durante el periodo comprendido entre 1943 y 1946 compaginado con la publicación de relatos cortos para las revistas Harper’s Bazaar, Mademoiselle y Prairie Schooner, entre otras, parecía perderse para siempre. A medida que la década de los cuarenta avanzaba la estrella referida a ese Summer Crossing en el incipiente firmamento literario de Capote se iría apagando… hasta bien cumplidos los veinte años del deceso del brillante autor sureño. En aquel providencial 2005 en aras de redimensionar la figura de Truman Capote un segundo largometraje, Historia de un crimen (2006), centrado en este caso en la época en que se consagró a la escritura de A sangre fría, un proceso con una implicación emocional que le dejó tocado de por vida, la aparición de Summer Crossing representó un acicate para estudiosos a la hora de «reconstruir» las raíces de un árbol literario robusto pero sin la frondosidad propia de un autor que pueda ser calificado de prolífico. Más allá de sus relatos breves, libros de viaje y guiones cinematográficos, la obra en forma de novelas de Truman Capote hasta 2005 había quedado limitada a cuatro títulos publicados. Con Creuer d’estiu / Crucero de verano el número queda ampliado a cinco (descontando su pieza inacabada Plegarias atendidas), dejando patente desde las primeras páginas de su proverbial capacidad narrativa, la referente a un talento extraordinario con unas dotes de observación de la vida mundana que encuentran asidero al hilvanar un relato que cubre la distancia que separa el tono costumbrista salpimentado de comicidad con ese lado oscuro que apela a lo trágico. Signos de madurez en la evaluación de un personaje, el de Grady McNeil, una chica de diecisiete que pasa el verano en Nueva York sin la compañía de sus progenitores por voluntad propia. Un personaje que persigue, pues, un cierto aliento emancipador y que va perfilando algunos de los rasgos característicos de Holy Golightly, la heroína de Desayuno en Tiffany’s (1952), la primera gran conquista literaria de Truman Capote, cuyos demonios interiores a costa de una madre dipsómana, el descubrimiento de su homosexualidad y una vida itinerante desde temprana edad sojuzgada por una falta de afecto, entre otras consideraciones— pronto desembocaron en el mar de la literatura, el faenado por un ser con demasiadas carencias para poder enfrentarse cara a cara con su adicción al alcohol y a las drogas. Una debilidad que queda al descubierto cuando en un pasaje del epílogo de  Creuer d’estiu / Crucero de verano reproduce literalmente la respuesta que Capote dio a Schwartz cuando éste le conminó a que se sometiera a un programa de rehabilitación para alcohólicos y drogaadictos: «por favor, déjame marchar. Quiero marcharme». Al cabo de unos meses, Schwartz asistió a su entierro, pero su voz literaria sigue resonando con intensidad en la actualidad, incluso entre aquellas «obras de juventud» sobre las que pesaba una sentencia tras muchos años de cautiverio en un apartamento situado en el 1.060 de Park Avenue.

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