miércoles, 2 de enero de 2019

«PINK FLOYD: LA HISTORIA DETRÁS DE SUS 179 CANCIONES» (2018), de Jean-Michel Guesdon y Philippe Margotin: EL «ADN» DEL CUERPO MUSICAL DE UNA BANDA LEGENDARIA

A partir de que Pink Floyd escribiera su «epitafio» con The Endless River (2014) representa una óptima oportunidad para hacer balance de un legado musical que arranca a mediados los años sesenta y concluye hasta nuestros días, con algunos «tiempos muertos» de por medio verbigracia de disputas internas que derivaron en una escisión de la banda británica. En ese camino marcado en una primera etapa por el influjo de la psicodelia y posteriormente, a raíz de la materialización de una de las Opus magna del grupo inglés, The Dark Side of the Moon (1973), abonados al concepto del rock sinfónico o progresivo de los que fueron uno de sus paladines, la historia de Pink Floyd ha sido el «leit motiv» de numerosos libros, algunos concretados con demasiado adelanto para que fueran evaluados conforme a obras de referencia, y otros tantos definitivamente deficientes en el análisis de un legado musical capaz de captar un interés intergeneracional. Todas estas consideraciones no sirven, empero, al aproximarnos al contenido de Pink Floyd: La historia detrás de sus 179 canciones, publicado por editorial Blume en el último trimestre de 2018. Sencillamente, a mi juicio, este volumen se sitúa entre los tres libros más importantes editados jamás sobre la banda británica, desde todos los puntos de vista imaginables. El propio título marca la pauta de un contenido que dedica un par de páginas o cuatro (profusamente ilustradas con alguna que otra nota a modo de postif para floydianos fiados al anecdotario) a cada canción, desde cómo se gestó hasta su análisis musical desde la perspectiva propia de un conocedor de la materia (Jean-Michel Guesdon, compositor y divulgador de este noble arte), todo ello siguiendo un orden cronológico con sus correspondientes carpetas en forma del contenido temático de sus discos. Cabe matizar que no podemos hablar en sentido estricto de ciento setenta y nueve canciones ya que Pink Floyd tiene una producción considerable de piezas instrumentales, sobre todo situadas en una etapa de impasse situada a caballo entre la década de los sesenta y setenta, en que hubiesen podido seguir la senda de otras bandas contemporáneas que operaron en el medio cinematográfico a modo de creadores de partituras de calado sinfónico o electroacústico sujetas a unas imágenes. De ahí que, en honor del rigor por el uso adecuado de los términos, sirva para hacer una enmienda al título consignado en la portada y referirnos, pues, a «Pink Floyd: la historia detrás de sus 179 temas». Salvada esta consideración, encuentro pocos placeres para un floydiano que se siente en la comodidad de su sofá con los cascos puestos para saborear la música del cuarteto británico, reformulado en trío en su última etapa la que comprende los discos A Momentary Lapse of Reason (1987), The Division Bell (1994) y la citada The Endless River, dejarse acompañar por la lectura de esta monumental obra escrita al alimón por Guesdon y Philippe Margotin con conocimiento y una pasión bien dosificada. De la misma podemos extraer diversas conclusiones, entre las cuales figura que la salida de Syd Barrett de Pink Floyd afectó en el ánimo sobre todo de Roger Waters, con quien había larvado una amistad desde temprana edad. Ciertamente, el primer pensamiento al respecto nos retrotrae a cada uno de nosotros a los compases de "Shine On Your Crazy Diamond", pero “Brain Damage”, por ejemplo, computa entre los títulos inspirados en la figura «espectral» de Barrett. Entre la infinidad de anécdotas que pueblan esta inmaculada está el hecho que “Brain Damage” originalmente iba a obtener el título de “The Dark Side of the Moon”, o bien que para el tema “The Show Must Go On” perteneciente a The Wall (1979), la otra Opus magna indiscutible bajo la denominación de origen Pink Floyd aunque el concepto basal computa en la persona de Roger Waters— los Beach Boys declinaron participar salvo en el caso de Bruce Johnson por considerar que podría erosionar su imagen. Asimismo, al adentrarnos en las páginas de la presente monografía, podemos apercibismos que ciertas apreciaciones razonadas desde la lógica devienen erróneas, caso de la lectura supuestamente mística que encierran las letras del tema “What Do You Want from Me?”, cuando en realidad sus coautores Polly Samson y David Gilmour describen un sentimiento en torno a sus experiencia vital tras pasar una crisis de pareja.
    Mención aparte merece el despliegue fotográfico de Pink Floyd: La historia detrás de sus 179 canciones, en que no tan solo se circunscribe al álbum familiar de la banda inglesa sino que trata de cubrir todos los flancos, ilustrando, por ejemplo, el apartado dedicado a “The Childhood’s End” una pieza poco conocida en el abecedario floydiano— con el aporte de una fotografía de Arthur C. Clarke, el autor de la novela homónima que sirvió de fuente de inspiración. Nada extraño, pues, los componentes de Pink Floyd Roger Waters, Syd Barrett, David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright cultivaron el arte de la lectura de piezas pertenecientes a la literatura fantástica, al tiempo que iban dejado probadas muestras de una excelencia creativa que les convirtió en auténticos perfeccionistas, ya sin la presencia (física, que no espiritual) del alma del grupo en su fase iniciaría, caído en desgracia a causa de sus adicciones a las drogas que derivaron en un cuadro de esquizofrenia aguda antes de que su rastro se perdiera de manera definitiva en 2006. Una noticia que llamó al valor de la reflexión y, a posteriori, al de la reconciliación sobre todo entre Roger Waters y David Gilmour, en lo que vino a ser, a la postre, un gesto que dejó satisfecha a la amplísima comunidad de fans de Pink Floyd. Un nombre sinónimo de leyenda, al que editorial Blume ha hecho su particular tributo con esta obra maestra de la edición, imprescindible en la biblioteca particular de cada uno de los seguidores de Pink Floyd, en especial del estado español y los países de Latinoamérica, sendos "caladeros" de fans de este grupo adscrito al rock sinfónico y al rock psicodélico.

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