martes, 27 de enero de 2015

PODEMOS RECORDARLO POR UD. AL POR MAYOR: EL FENÓMENO «PHENOMENA»

Hace algo más de tres años recibí una notificación sobre la presentación de un nuevo proyecto denominado Phenomena, tomado prestado del título de la película dirigida por Dario Argento en 1985. El planteamiento de base era recuperar títulos en pantalla grande que formaron parte del imaginario colectivo de una generación. A bote pronto, la propuesta me parecía condenada al fracaso atendiendo a que las reposiciones prácticamente habían desaparecido de las carteleras y los datos sobre la asistencia a la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya (con una nueva ubicación en pleno barrio del Raval de Barcelona) no ofrecían la medida de un repunte al alza de la cinefilia. Para mi sorpresa, a través de facebook pude contemplar una imagen de cómo la cola generada con el pase del "programa doble" compuesto por Tiburón (1975) y Alien, el octavo pasajero (1979) en el cine Urgell daba la vuelta a la manzana. Nacho Cerdá, el impulsor del proyecto, había dado en la diana. Transcurridos tres años desde entonces, una vez "fidelizado" a un público entusiasta parecía que las cuentas salían para invertir en un proyecto mucho más ambicioso al albur del inusitado éxito de las sesiones mensuales de Phenomena registradas indistintamente en Barcelona y Madrid. El cierre de los cines Urgell con un aforo apto para más de 1.400 personashabía precipitado el peregrinaje de Phenomena por otros cines de la Ciudad Condal. Así pues, Nacho Cerdà y su equipo capitularon y se embarcarían en la necesidad de remodelar el cine Nápoles, situado cerca de la Sagrada Familia, y casi en tiempo récord a diferencia de la majestuosa construcción ideada por Antoni Gaudípodíamos leer en la marquesina de los cines el título de Phenomena. Acompañado de la liturgia pertinente, el pistoletazo de salida se dio el pasado 19 de diciembre de 2014, volviendo a programar, a modo de talismán, Tiburón Alien, el octavo pasajero. Los medios de comunicación locales se hicieron eco del evento, desprendiéndose de las entrevistas que le hicieron a Cerdà un sentimiento ambivalente: por una parte, el orgullo de haber sido el factotum del proyecto, y por otro, el que si el mismo fracasaba, le llevaría a citarse más veces de las necesarias con las entidades bancarias.

    Cuando equivoqué el pronóstico en torno a la acogida de la primera proyección de Phenomena no tuve en cuenta el factor de la nostalgia que, por una hora y media o dos horas, podía devolver a los espectadores del cine Urgell a una suerte de “regreso al pasado”. Principalmente, este mecanismo de razonamiento obedece a que soy una persona que siempre tiene puesta la mirada en el presente y en el futuro, y rara vez me dejo seducir por los cantos de sirena de un tiempo pretérito por muy satisfactorios que hayan resultado. Ello no es óbice para seguir tratando a las personas que han formado parte de mi vida, en virtud de calibrar hasta qué punto todos nosotros hemos ido evolucionando y madurando. En cambio, los asistentes a esa sesión de Phenomena perseguían un viaje en el tiempo, cuando el placer del cine se calibraba en términos de una actividad que implicaba a un colectivo y no conforme a un acto onanista que suele ser moneda común (salvo en sesiones concretas) cuando visitamos las multisalas de nuestra ciudad. El título del relato corto escrito por Philip K. Dick Podemos recordarlo por ud. al por mayor inspirador de la cinta Minority Report (2002)hubiera podido servir de eslógan de la campaña viral de los responsables de comunicación de Phenomena. Los tráilers, los anuncios Movierecord, el calor generado por el público, la salva de aplausos durante los créditos iniciales, el decorado de la sala... contribuían a modelar una especie de ilusión colectiva. La ingesta de ese cóctel de imágenes y de sonido se disolvía en la mente de unos espectadores, algunos de los cuales abrazaban la cincuentena, otros se habían instalado en la cuarentena y una nueva generación se sumaba a esta serie de citas mensuales, alentada por el entusiasmo expresado por padres y tíos, o amigos de la familia con vocación cinéfila. Un público heterodoxo que disfrutaba de estas sesiones medida en términos de grandiosidad. Como toda sustancia adictiva que penetra en nuestro cuerpo y afecta al sistema motor de nuestros sentimientos, la experiencia precisaba de repetirse over and over. El éxtasis llegaría con la obertura del remodelado cine Nápoles que había hechado el cierre tiempo atrás, incluido un vestíbulo de aires retro a juego con la propuesta del sello Phenomena. Esa misma antesala en la que me había citado con Nacho Cerdá el día 17 de enero de 2015, al filo de las nueve de la noche, para la presentación del libro sobre Jerry Goldsmith publicado por T&B Editores recientemente. Al cabo, me dirigía a un centenar de personas que ocupaban las partes centrales de un aforo que cuadruplicaba esa cifra de asistentes. Lo primero que hice fue preguntar cuántas personas conocían la existencia del libro. Solo cuatro o cinco personas alzaron las manos. Hablé de manera casi telegráfica del contenido del libro, me deshice en elogios hacia la persona de Cerdá y de su equipo, y agradecí al público por haber confiado en una empresa de este tipo. Concluidos los cinco o seis minutos de presentación, Nacho Cerdá se perdió en la oscuridad, a mi derecha, sin apenas mostrar un ademán de gratitud. Dado lo parco en palabras que se mostró, parecía leer en su mente: «haz lo que quieras, me voy a ver la película (Atmósfera Cero) y luego la siguiente (Capricornio Uno)». Los días pasaron y no hubo sorteo de los libros en las páginas de Facebook de Phenomena que llevé para los asistentes a ese «programa doble» Goldsmith-Peter Hyams. Salí solo de la sala sin que nadie me acompañara. Frente a las taquillas me esperaba Esther, mi compañera de viaje. Al salir, alcé la mirada y me recreé en esa palabra mágica para muchos: Phenomena. Luego cavilé. «salvo honrosas excepciones, solo les interesa ver películas, una tras otra, que les devuelva a un lejano pasado. ¿A dónde conduce que les hables de la importancia de la música en películas como Atmósfera Cero o Capricornio Uno?. A nada. Ellos quieren ser niños, adolescentes. Solo eso». Por su parte, ya pocas cosas me sorprenden de la actitud de Cerdá. No se había preparado nada sobre lo que he hecho a lo largo de veinte años en el mundo del cine. Parecía navegar por las aguas de un pasado remoto, sin reparar en el presente, el que debía convocarle frente al espejo de un comportamiento acorde con su edad. El otro fracaso de Phenomena, el que no guarda relación con los números, puede darse si siguen descuidando ese trato afectivo para con personas que hemos contribuido al conocimiento sobre cine en nuestro país, a través de la puesta en funcionamiento de webs, escritura de libros, publicación de revistas, artículos, etc. No solo las cifras miden el fracaso o el éxito de una determinada empresa. Por tanto, este es mi informe de la minoría de los que seguimos pensando que el conocimiento del cine no proviene solo de ver películas sin solución de continuidad. Hay algo más o quizás mucho más. 

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