jueves, 1 de enero de 2015

«EL VIAJE DE SHACKLETON» de William Grill: HACIA LO DESCONOCIDO

Suelo concluir cada año con una lectura que me provoque un sentimiento de estima, de placer por el mero hecho de enfrentarme a semejante ejercicio que alienta el intelecto. Años atrás comenté en este mismo blog un documental de IMAX sobre la hazaña del aventurero Ernest Henry Shackleton (1874-1922) y su tripulación del Endurance. Prácticamente en el último suspiro de 2014 regreso sobre este extraordinario personaje con motivo de la publicación de El viaje de Shackleton, una obra ilustrada del precoz talento británico William Grill que lleva el aval de Impedimenta. Un delicatessen con un formato próximo al tamaño Din A-4, en tapa dura y, por tanto, fuera de los estándares a los que nos tiene acostumbrados Impedimenta, aunque con la participación en la traducción (Pilar Adón) de una recurrente profesional en el sello madrileño. Merecedor del premio New York Times Best Illustrated Books en 2014 y del premio AOL Illustrarion New Talent, El viaje de Shackleton, en el año de la conmemoración del centenario del inicio de la expedición del Endurance a los confines del «quinto continente» viene a sumarse a las publicaciones en lengua castellana sobre tan notable personaje y la proeza que le elevaría a los altares de la fama y sobre todo del reconocimiento popular durante su existencia y posterior a la misma. Endurance, la legendaria expedición a la Antártida de Ernest Shackleton (2009, Planeta de Agostini), de Luis Bustos, Shackleton, expedición a la Antártida (2011, Bambú Editorial), de Lluís Prats, y Shackleton, el indomable (2013, Forcola Ediciones), de Javier Cacho preceden a este libro profusamente ilustrado verbigracia de unos dibujos cincelados por Grill con un estilo peculiar, que parece surgido de “otra época”. Algo más extenso en número de páginas  setenta y cuatro que el cómic-tipo, por ejemplo, de la serie sobre Tintín, El viaje de Shackleton nos invita a un recorrido por el periplo de la expedición del Endurance, abordada un par de años después de la tragedia del Titanic, pero colocando el objetivo en ese continente desconocido, la Antártida, que puso en jaque a la vida de una veintena de aguerridos hombres, alentados en todo momento por Shackleton para que las fuerzas no les vencieran. Una historia pertinente de leer en tiempos en que la crisis a todos los nivelesazota, cuál vendaval, la vida de infinidad de personas, agarrados a una luz de esperanza en plena oscuridad. La oscuridad para Shackleton y sus compañeros de viaje tuvo un color, el blanco (con su infinidad de matices) de un paisaje nevado, gélido, que dominaría durante más de dieciséis meses, de 1914 a 1916, sus respectivas vidas. Mientras en el viejo continente se libraba la Primera Guerra Mundial, Shackleton, Frank Wild, Frank Worsley y tantos otros hasta completar veintisiete expedicionarios, batallarían en esa Antártida que se abría a la civilización en condiciones metereológicas extremadamente adversas. De esa gesta da cuenta un libro excelentemente ilustrado que refuerza si cabe aún más el “compromiso” de Impedimenta por escarbar en todos los rincones posibles de ese crisol de naciones llamado el Reino Unido, con un timbre singular para la narración. Esta vez, la narración se acomoda a unas ilustraciones que muestran individuos con cuerpos desproporcionados en relación a esas cabezas que, como la de Shackleton, maquinaron un proyecto de casi imposible realización. Pero la imperiosa necesidad del ser humano por ir más allá de donde dicta la lógica, movió a Shackleton a decidirse por escapar del conformismo. Él mismo escribió una frase con aliento a una sentencia que descansa en las páginas finales de este galardonado volumen: «Elegí la vida por encima de la muerte por mí mismo y para mis amigos... Creo que está en nuestra naturaleza el deseo de explorar, de adentrarnos en lo desconocido. La única derrota verdadera sería la de no salir a explorar jamás». Ernest Shackleton dixit.  


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