domingo, 5 de diciembre de 2021

«LEM. UNA VIDA QUE NO ES DE ESTE MUNDO» (2017) de Wojciech Orliński: UNA BIOGRAFÍA ATÍPICA Y SINGULAR, EN EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL GENIO POLACO


En mis años de adolescencia Stanislaw Lem (1921-2006) no era un nombre que me resultara desconocido merced a que algunos de sus títulos —traducidos al español dentro de la colección de libros de bolsillo del sello Bruguera dedicados a la sci-fi— formaban parte del “paisaje” del inmueble de uno de mis mejores amigos, Álex Carrilero. Al igual que Álex, Wojciech Orliński (n. 1969) fue un lector precoz de Stanislaw Lem cumpliendo idéntica premisa que mi amigo, esto es, tener acceso a una biblioteca familiar donde se podían encontrar varios volúmenes del genio polaco. Con este background de largo recorrido no debería extrañar que Orliński, a sus cuarenta y ocho años, diera acomodo a la biografía sobre uno de los más grandes pensadores del siglo XX —superada la etiqueta de
«escritor de ciencia-ficción»— con marchamo de convertirse en una obra de referencia de consulta obligada para quienes sientan atracción por una figura como la de Stanislaw Lem. Desde hace tiempo, el sello Impedimenta, que en la década pasada se había aplicado a la hora de relanzar la obra de Lem con los cánones de calidad a las que nos tiene acostumbrados el sello madrileño —incluidas las traducciones partiendo del idioma nativo y no de traducciones «interpuestas» del inglés o del francés—, se reservaba para la publicación de Lem. Una vida que no es de este mundo (2021) coincidiendo con el cumplimiento del centenario del nacimiento del escritor oriundo de la extinta Leópolis. A Bárbara Gil se la asignó la compleja labor de traducción de la obra de Orliński, que contiene algunas “licencias” en forma de comentarios que apelan a sus gustos o preferencias personales, y en especial, la minuciosa descripción que hace del encuentro con su idolatrado escritor ya en pleno declive creativo motivado por distintos factores. Entre éstos cabe anotar sus problemas de salud —en 1976 y en 1985 estuvo en el frontispicio de la muerte por distintas dolencias pero con el denominador común de sufrir infecciones—, entre las que computa la fiebre del heno (no en vano, el título de una de sus novelas de los años sesenta, abordada en clave de intriga detectivesca); las cuestiones de índole política relativas al régimen comunista de la República polaca —se instaló en Austria durante algunos años de la década de los ochenta—, y la eliminación de la precariedad económica, un factor que había contribuido a agudizar su intelecto al punto de escribir de manera convulsiva, contabilizándose en semanas el tiempo que tardaba en generar una novela como Solaris (1961). A propósito de la pieza literaria con la que presumiblemente se asocia al nombre de Stanislaw Lem para el común de los mortales con inquietudes culturales —con cierta inclinación sobre todo al binomio «cine-literatura»—, la biografía en cuestión dedicada un considerable espacio a recrear el encuentro entre Lem y Andréi Tarkowski, en que el cineasta ruso salió con el semblante un tanto desencajado y pudo comprobar que el escritor polaco no era precisamente un dechado de diplomacia. Entre las muchas sorpresas que depara Lem. Una vida que no es de este mundo encontramos que el biografiado nunca llegó a completar el visionado de Solaris (1971) —apagó el televisor al poco de empezar— y, en cambio, se mostró un tanto condescendiente con la adaptación cinematográfica a cargo de Steven Soderbergh a principios del nuevo milenio. Botón de muestra de algunas de las actitudes adoptadas por Lem que mueven al desconcierto y que reafirman su carácter singular, el propio de un escritor self made man cuya adolescencia y juventud estuvo marcada por la sombra alargada del nazismo cuando el régimen nacionalsocialista instaurado por Adolf Hitler invadió Polonia. Orliński reconstruye aquel periodo desconfiando del testimonio propio de Lem —por ejemplo, las fechas bailaban en función de quién era su interlocutor—, en una apuesta decidida por ceñirse a la realidad de los hechos en un desempeño antológico a nivel de documentación con infinidad de consultas de diarios, revistas y testimonios de aquella época.
    La rúbrica a este espléndido trabajo biográfico lo pone un índice analítico entre cuyos centenares de entradas cabe destacar las correspondientes a Barbara Lem, la fiel esposa del escritor —con quien contrajo matrimonio en 1953 y le acompañó hasta sus últimos días—, a su hijo Tomasz Lem –algo mayor que Orliński y coetáneo de Álex y un servidor--, consagrado a mantener la llama de su figura paterna a través de las continuas revisiones y traducciones de su obra, y a varios de los intelectuales y/o científicos que formaban parte de su círculo de amistades —Jan Jósef Szszepaviski, Slawomir Mrozek y Jan Bloński, entre otros— con los que mantuvo una compulsiva relación epistolar. De aquella correspondencia se hace eco la biografía de Orlíński al reproducir fragmentos de cartas que contribuyen a reconstruir de una manera certera una vida que cubre cuatro quintas partes del siglo XX y que condensa en unas pocas páginas los últimos seis años de su existencia, ya carcomido por una frágil salud y acentuado su carácter vehemente, propio de alguien que no reconocía en internet un ideal de progreso, de conquista del intelecto del ser humano. Más bien lo evaluaba conforme a un peligro, toda una ironía para quien había vaticinado —sin proponérselo— la existencia de un mecanismo similar de comunicación entre los seres humanos en La nebulosa de Magallanes (1955), publicada en la antesala de experimentar el reconocimiento a nivel mundial, plenamente refrendado a lo largo de la siguiente década, en la que podríamos colegir la «edad de oro» de la obra de un pensador que tuvo una vida que no es de este mundoWojciech Orliński dixit.

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