domingo, 11 de noviembre de 2018

SANDY DENNY (1947-1978): «ESCALERAS AL CIELO» DEL FOLK-ROCK BRITÁNICO

Entre las numerosas curiosidades que adornan el untitled cuarto álbum en estudio de Led Zeppelin se encuentra la participación de Sandy Denny (1947-1978) para complementar las voces que se escuchan en la grabación del tema “The Battle of Evermore”, que hace alusión a la confrontación de ingleses y británicos en el siglo XV. Óbviamente, la canción nacida de unos acordes creados por Jimmy Page a la mandolina (instrumento raro de localizar el abecedario de los Zeppelin), quedó de inmediato eclipsada por ese “milagro” musical llamado “Stairway to Heaven” que computó en el siguiente surco de un disco que contribuyó a elevar a los altares del rock a la banda británica liderada por Robert Plant. A pesar de que los caminos de Denny no volvieron a cruzarse, Plant sentenció: «ella es mi cantante favorita de todas las chicas británicas que hayan existido». La frase lapidaria encabeza el texto del libreto rubricado por Clinton Heylin para el disco recopilatorio Sandy Denny: No More Sad Refrains. The Anthology (2000). Un título cargado de cierta ironía que el propio Heylin utilizó para la publicación de una biografía que llegó al circuito comercial dos años más tarde, dando así a conocer los pormenores de una vida truncada a los treinta y un años de edad, tras una serie de complicaciones derivadas de una caída en que su cabeza golpeó contra el suelo. Aquella cabeza provisionada de una revuelta melena rubia de la que surgirían composiciones direccionadas hacia esas almas afligidas por el dolor, el sentimiento del abandono y/o la necesidad de la búsqueda de renovadas motivaciones alejadas de entornos hostiles. Con un hiato de catorce años, otra biografía --si acaso menos contemplativa que la de Heylin al abordar cuestiones un tanto escabrosas--, Sandy Denny: The Tragic Story of Britain's Unsung Folk Heroine (2016) de Len Brown, reforzaría el interés por conocer cuestiones relativas a este ángel caído.
   En un viaje por tierras holandeses que tuvo lugar este pasado verano reparé en una tienda de Utrech en el doble disco compacto Sandy Denny: No More Sad Refrains. The Anthology. Por aquel entonces, para un servidor la obra de Denny era sinónimo de un eco lejano, de tonadas que presumiblemente había escuchado en mi prospección a finales del siglo XX por las voces femeninas, casi todas adscritas a figuras musicales procedentes del continente norteamericano. Al calor de varias escuchas de este CD que contiene la integridad de las canciones que jalonan los dos primeros álbums en solitario de Denny —The North Star Grassman and the Ravens (1971) y Sandy (1972)—, su música ha ejercido una especie de hechizo en mi persona. Su voz se contorsiona hasta adoptar aires inherentes al folk, rock, de canción tradicional irlandesa, pop e incluso country. Su escucha se hace especialmente favorable cuando el termómetro de nuestros sentimientos situado en zonas valle, arropando la calidez de su voz en esas noches de vigilia a la espera que amaine el temporal que sopla con intensidad. Es entonces cuando la música de Sandy Denny —parafraseando una de sus emblemáticas canciones— suena como un viejo vals, aquel provisionado para rememorar cada uno de sus compases ¾ en lo más recóndito de nuestra memoria. No me cabe duda que si Sandy Denny, cuanto menos hubiese alcanzado la cincuentena, hoy en día seguiría siendo venerada por una legión de fans. El infortunio quiso que Alexandra Elene MacLean Denny —cuyos ancestros por parte de madre se ubican en la tierra de William Wallace— expirara al poco de cumplir la treintena, dejando tras de sí un reguero de piezas maestras abordadas en solitario, y una carrera musical asociada a la historia de Fairport Convention. De esencias folk, la banda en cuestión se benefició de la participación de Sandy Denny para algunos de sus discos más emblemáticos, pero decidió descabalgarse de Fairport Convention para seguir su propio instinto, aquel adueñado de la idea de edificar una actividad profesional en calidad de cantautora en solitario, dejando para los anales un total de cuatro discos de estudio a lo largo de los años setenta. Espero que llegue el momento para atender a la escritura de un ensayo en forma de libro que ayude a redimensionar la importancia de esas féminas cantautoras, responsables de esa revolución silenciosa arbitrada desde los tiempos del flower power y que alcanza hasta nuestros días. Sin duda, un apartado quedará reservado a Sandy Denny, la autora de proezas compositivas y vocales como “Man of Iron”, “Solo”, “One More Chance” o Late November”.          
            

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