viernes, 14 de septiembre de 2018

LA MINISERIE «22.11.63» (2016): REGRESO AL PASADO

Durante los años ochenta Stephen King (n. 1947) pasó a ser uno de los escritores cuya obra visitaba con asiduidad. Difícilmente se me escapaba una película que llevara el “membrete” de King, ya por aquel entonces una marca de éxito editorial de la que inopinadamente se aprovechaba para su “explotación” en el medio cinematográfico. En la medida que vas evolucionando y atiendes a renovadas inquietudes, paulatinamente fui aparcando las lecturas de novelas y relatos cortos de King, cada vez más “contaminados” por una composición más propia de un guión cinematográfica que de una pieza literaria en sentido estricto. Con el advenimiento del nuevo milenio, King ya no formaba entre mis lecturas, aunque atendía a las noticias relativas el escritor de Maine, llamándome la curiosidad el título nominal de una de sus voluminosas novelas, 22.11.63 (2011). Para los que solemos desviar más de un pensamiento sobre la figura de John Fitzgerald Kennedy (1914-1963) al cabo de cada año, esta fecha ha quedado grabada a perpetuidad. Ochocientas sesenta páginas era un plato demasiado copioso para que no se me atragantara tras varios años de ayuno de la prosa de Stephen King. Siete años después de aquella presentación en sociedad, quizás sea el momento de volver a la obra literaria de King, y en concreto la "mastodóntica" 22.11.63, máxime tras haber visto la miniserie homónima estrenada en febrero de 2016. En un formato convenientemente ajustado a la extensión de la novela ocho episodios  con una duración de algo más de una hora para el primer y el último, y unos cuarenta y dos minutos los de “en medio”— 22.11.63 sirve de anticipo para uno de sus principales impulsores J. J. Abrams— de la ambiciosa producción Castle Rock (2018) que aguarda estreno en las plataformas digitales como Neflix para estas fechas. Si bien Castle Rock persigue un propósito de homenaje continuado del universo King, en 22.11.63 no faltan alusiones –algunas un tanto veladas— a la obra del ya septuagenario escritor norteamericano. Seguramente, para los no familiarizados al detalle del contenido de las novelas de King y, por ende, de sus correspondientes adaptaciones cinematográficas y/o televisivas, les pueda pasar por alto la respuesta de Jake Amberson (James Franco) cuando la bibliotecaria Sadie Dunhill (Sarah Gadon) le pregunta en qué instituto ha cursado sus estudios medios. El nombre que da —Bates— hace alusión al instituto en el que celebra su graduación Carrie White en Carrie (1975), recubierta con la funda de la socarronería si atendemos a que se trata del famoso motel de la película de aquella época dirigida por Alfred Hitchcock. Precisamente, un devoto del cine de Hitchcock véase su ascendente en la cinta El eslabón del Niágara (1979), Jonathan Demme, estuvo en negociaciones con Stephen King para que se ocupara de la dirección, de la producción y de los guiones de una miniserie vehiculada a nivel financiero por Bad Robots, la compañía de Abrams. La elección de Demme no había sido fruto del azar. King había reparado en su remake de El mensajero del miedo (1962), adaptación de la novela The Manchurian Candidate (1955) de Richard Condon en que un francotirador trata de atentar contra el presidente de los Estados Unidos de América. La novela de Condon resultó profética, quedando consignada una primera adaptación cinética un año antes del asesinato de Kennedy. Demme no dio su brazo a torcer en la defensa de un criterio artístico que no iba en sintonía con el del “padre de la criatura”, King. Haciendo acopio de una voluntad por controlar las distintas fases creativas, una vez descablagado del proyecto Demme, King ejerció de productor ejecutivo de 22.11.63, un “viaje al pasado” realizado por Jake Amberson con el objetivo de evitar el asesinato/magnicidio del máximo mandatario de la Casa Blanca. Bajo el férreo control dispuesto por King el proyecto siguió adelante hasta su concreción en la pequeña pantalla en 2016. Salpicada del juego (auto)referencial, 22.11.63 presenta en su “fondo de armario” trajes de tonalidades oscuras que combinan bien con el terror que produce la acción de un sádico, Frank Dunning (Josh Duhamel) que pretende asesinar a su esposa y sus dos hijos. No obstante, el objetivo del profesor Jake Amberson (James Franco, en un papel que no hubiese sido complicado "ver" a Matt Dillon) al regresar al pasado es dar con el paradero de Lee Harvey Oswald (Daniel Webber con un notable parecido con el joven filocomunista) para cambiar el rumbo de la historia. Siguiendo el itinerario narrativo marcado por King suyos son la totalidad de  guiones de la serie, el británico Kevin McDonald (poseedor de dos almas bien diferenciadas: la de storyteller de obras de ficción y la de documentalista) se encargó de un primer episodio “The Rabbit Hole”— para luego ceder el testigo tras las cámaras a tres James Kent, Strong y Franco— y al "todoterreno" Frederick E. O. Toye y John David Coles. Contribuciones dispares pero ceñidas a un estilo de realización que no busca epatar al espectador, sino quedar rendido al contenido de un relato que King empezó a barruntar a principios de los setenta. Sin embargo, el proyecto requería de un proceso de documentación cuyos “costes” no estaba dispuesto a asumir el prolífico King, dejando que reposara de manera conveniente en su particular bodega de proyectos en standy by. Ese grado de detallismo y de rigor histórico que queda plasmado en el papel jugó en beneficio de una estimulante miniserie cosecha del 2018 que, a mi juicio, ha flaqueado en su aparato promocional, incluida una horrible carátula que muestra un fugaz destello en forma de imagen de un guardaespaldas de John Fitzgerald Kennedy, peón de esa comitiva de seguridad que custodió de manera infructuosa al presidente de los Estados Unidos de visita a Dallas en una soleada mañana de noviembre de 1963, un año más tarde del estreno de la seminal El mensajero del miedo  y de hacer lo propio un par de meses antes Corredor sin retorno (1963), el film que gana al homenaje cuando Jake y Saddie visitan a Bill Turcotte (George MacKay) al psiquiátrico donde se le ha practicado una lobotomía. Así pues, Bill se mira frente al espejo de Johnny Barrett (en la piel de Peter Beck) de Shock Corridor. Sería Constante Towers, la actriz que encarna a la heroína del siguiente film de Sam Fuller, Una luz en el hampa (1964), la que protagoniza, junto a Jake, la secuencia final de esta estimable serie que combina documento histórico con un clásico del fantastique, el de los «viajes en el tiempo»

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