lunes, 2 de julio de 2018

«PAPÁ SE HA IDO DE CAZA» (1958), de Penelope Mortimer: VIDA DE RUTH

A principios de los años sesenta la industria cinematográfica británica dio carta de naturaleza a una relación de temás que hasta entonces no habían sido abordados en este medio o, cuanto menos, de manera muy superficial. Las relaciones de pareja interraciales Fuego en las calles (1962), Crimen al atardecer (1961), Un sabor a miel (1961), la homosexualidad Víctima (1961)— o el aborto clandestino La habitación en forma de L (1962)— servirían, pues, para el ampliar el abanico temático de una oferta ya de por sí suculenta en la hacienda de una industria británica que a lo largo de esa misma década sirvió de plató para numerosas producciones con bandera estadounidense. Resulta un tanto paradójico que en semejante contexto de apertura de miras la novela Daddy’s Gone-A Hunting (1958) no hubiera sido material susceptible de ser adaptado a la gran pantalla, por cuanto trata el tema del aborto que, de no llevarlo a cabo, podría comprometer el futuro de infinidad de jóvenes en las Islas Británicas. Su autora, Penelope Mortimer (1918-1999), aguardaría seis años desde la publicación de dicha novela para que una de sus obras literarias, El devorador de calabazas (1962, Ed. Impedimenta, 2014), tuviera su “representación” en imágenes con Siempre estoy sola (1964), cuya historia remite a las propias experencias conyugales suscitadas con el asimismo escritor John Mortimer. Ambos llegaron a firmar al alimón el guión adaptado de El rapto de Bunny Lake (1965), otra mirada inoculada de malevolencia que corrompe la idea de bondad del ser humano. Por aquel entonces, Penelope Mortimer hubiera podido abrigar ciertas esperanzas que Papá se ha ido de caza prosperara en su adaptación el celuloide, al calor del estreno de Darling (1965), centrado en la figura femenina de Diana Scott (Julie Christie), poseída por una oposición a los convencionalismos que tienen mal encaje en la clase media a la que pertenece. La Diana Scott de Darling y la Ruth Whitting de Papá se ha ido de caza comparten un mismo espacio social, pero sus realidades transitan por caminos disímiles. En el caso de Ruth no por casualidad, el segundo nombre de pila de Mrs. Mortimer— se enfrenta a la realidad del embarazo de su hija universitaria Angela. En ésta no se produce el dilema sobre si debe abortar o seguir adelante con su embarazo, como sí sucede en la novela seminal de Lynne Reid Banks que dio pie a La habitación en forma de L. A través de un relato omniscente el lector se adentra en una realidad que se desmarca del sórdido retrato literiario de Reid Banks convertido en bestseller desde su publicación en 1960, buscando esas “zonas de confort” de la escritora galesa, aquellas prestas a colocar en el expositor de esa sociedad británica librada a caballo entre la década de los cincuenta y de los sesenta un retrato en blanco y negro con una infinidad de grises, allí donde encuentra asidero una ironía que, a ratos, libera Papá se ha ido de caza del yugo del drama y/o de la tragedia. Arbolada de referencias y/o alusiones de distinto signo desde la Biblia al dramaturgo norteamericano Paddy Chayesky, a modo de notas cultas, Papá se ha ido de caza transita con suficiencia sobre las vías de un relato que tiene principio y parada en una estación de tren. En cada uno de las cuarenta y una estaciones léase capítulos— de las que consta Papá se ha ido de caza el lector no tiene la necesidad de apearse en ninguna de las que preceden a la última. Ello se debe a la conjunción de una narración fluida con una traducción impecable a cargo de Alicia Frieyre  para la presente edición de Impedimenta, el interés que despierta la descripción de ese universo de la middle-class de los happy-sixties cuando se lo coloca ante la tesitura que una de sus representantes Ruth— no tan solo apoye incondicionalmente a su hija Angela para interrumpir el embarazo, sino que financie la operación acometida por el doctor Flinkstein una maldad de apellido a cargo de su autora, a espaldas del conocimiento de su esposo Rex. En realidad las algo más de doscientas libras esterlinas que cuesta esta práctica ilegal en el contexto de su época y nación, han sido distraídas por Ruth de una partida que hubiera sido reservada para su viaje previsto a Amberes. Por consiguiente, Ruth cambia de pensamiento y se sube en la estación de tren con parada en una habitación donde se practica la interrupción del embarazo, sin que el doctor Flinkstein tenga previsto un plan B por si algo se tuerce. Una forma de proceder muy asentada en una sociedad dominada por los estereotipos masculinos y de la que Penelope Mortimer levantó acta con esta su quinta novela que se lee con deleite, Palabra a palabra, párrafo a párrafo, página a página hasta conformar una pieza en que prevalece la mirada femenina. En la vida de Ruth título muy similar al de otra obra cinematográfica de aquel periodo, en que se trata asimismo otro tema tabú hasta entonces, el de los Testigos de Jehová enfrentados a dilemas de orden moral al albur de la transfusión de sangre que se debe practicar a una niña— que se describe en Papá se ha ido de caza se debieron mirar frente al espejo muchísimas mujeres británicas de aquella época. De ahí que a su precisa prosa ribeteada de figuras alegóricas, tal como se adivina en su propio título— se una el valor sociológico que hace de Papá se ha ido de caza una lectura “obligatoria”, sobre todo en aquellos espacios aptos para debatir en torno al contenido de obras de antaño que tienen plena vigencia en nuestros días

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