sábado, 23 de noviembre de 2013

««AQUALUNG» (1971) de Jethro Tull: LA VOZ DE LOS MARGINADOS

Atrapados en esa fiebre consumista en los aledaños del periodo navideño no rehuyo la mirada de esos «sin techo», parias de la sociedad que ya no obedecen a un perfil definido antaño sino que han acabado en el sumidero de la marginación inclusive al poco de cumplir los treinta años, siendo indistintamente del género masculino o femenino, procedentes de esas clases medias que han caído en las brasas de un sistema gubernamental que funciona cuál apisonadora sobre la base de cargas fiscales con un efecto estrangulador de la economía productiva. Entonces, echo mano de la discoteca personal relativa al rock y, al llegar a la altura de la «J», me detengo en Jethro Tull para extraer de su fondo musical el célebre Aqualung (1971), un disco que muestra en su portada la imagen de un homeless (el propio Ian Anderson) enfundado en un abrigo de tonos cobrizos mientras al margen derecho superior del plano podemos leer en el encabezamiento de un cartel pegado en la pared la leyenda «Spend Christmas».  Sin duda, para el conocimiento de la obra de Jethro Tull pasa inexcusablemente, en su particular abecedario, por iniciar el recorrido por la «A» de Aqualung, título sugerido por los estímulos sensitivos de Mr. Anderson al acomodar el sonido de desgaste expresado por un mendigo en una noche de frío invierno en forma de bufido con la del pulmón acuático que portan a sus espaldas los buzos. Así de sutil se mostraría Ian Anderson en aquellos tiempos felizmente casado con su primera esposa Jennie. Un matrimonio que, además de compartir techo, lo haría en los créditos del tema del álbum epónimo, aunque la realidad fue sustancialmente diferente dado que Jennie tan solo dio el pie (la fotografía de un homeless y un par de versos introductorios) a un texto cincelado por Ian Anderson, elocuente sobre esa vida misérrima soportada a la intemperie («Do you still remember December foggy freeze / When the ice that clings on to your beard is screaming agony») por un personaje inventado, el de Aqualung, que vuelve a cobrar protagonismo en “Cross Eyed Marry”.
   En los estertores del franquismo, a los censores de la dictadura se les acumularía trabajo. Todo lo que sonaran a pernicioso, que atentara contra el orden moral y las buenas costumbres, era susceptible de eliminarse. Por tanto, en el punto de mira de los censores estaba inexorablemente ese rock proveniente de las Islas Británicas o del otro lado del Atlántico. Por ejemplo, Zuma (1975) de Neil Young debió publicarse en nuestro país sin el tema “Cortez the Killer”. Otro tanto de lo mismo sucedería con “Locomotive Breath”, la canción de cierre (en su cara «B» a efectos de su edición en vinilo) de Aqualung cuyas alusiones religiosas («He picks up Gideons Bible / Open at page one / God he Stole the Andel and the train won’t stop going / No way to slow down») no debieron agradar a la censura. La chapuza acabaría de consumarse cuando la editora discográfica se avino a reemplazar “Locomotive Breath” por el tema “Glory Row”, descarte del posterior disco de Jethro, War Child (1974). Por fortuna, las distintas reediciones de Aqualung contienen uno de los temas más apreciados por los tullianos. La que posee un servidor data de 1996, en conmemoración del 25 aniversario de la publicación de un álbum presidido por numerosos problemas en su fase de grabación. De ello levanta acta Ian Anderson en uno de los cortes del disco-tributo —en forma de bonus tracks— en que rememora con voz calma y, a la par solemne, esos días de invierno de la temporada 1970-71 en los estudios de nuevo cuño Island Records, sitos en la londinense Basing Street. Allí se dieron cita los Led Zeppelin para rubricar asimismo su cuatro álbum, el que les otorgaría un pasaporte a la fama mundial con “Stairway to Heaven”. Esas escaleras al cielo del rock que para Jethro Tull significaría un álbum erróneamente señalado de conceptual, pero que infunde un interés prioritario por mostrar un bestiario en forma de seres camino o instalados en la marginalidad, al tiempo que desprende un aroma autobiográfico (“Cheap Day Return”). Una ráfaga de aire que involucra a Ian Anderson con su figura paterna, intuida tan solo en el conjunto de ese vendaval que se levanta al paso del aliento de la locomotora donde en sus vagones se registra la imagen sombría de un homeless. Ajeno a que algún revisor advierta su presencia y le haga apearse en la siguiente estación, Aqualung sigue el ritmo de los acordes al bajo de Jeffrey Hammond Glenn Cornick le cedería el testigo tras su participación en tres álbumes en estudio, a saber This Was (1968), Stand Up! (1969) y Benefit (1970)—, de la guitarra eléctrica de Martin Barre, de la percusión y la batería de Clive Bunker, del piano y del órgano (con acople del melotrón, instrumento “impositivo” del rock sinfónico de la época) de John Evan, y de la guitarra acústica y la flauta de Mr. Anderson. Una line-up de verdadero calado que principia en la esencia del arte tulliano que en su primer disco de la década de la 70 embestiría con fuerza contra algunos de los pilares “sacrosantos” de las instituciones de la sociedad dispuesta a dar la espalda a los desarraigados, sombras que deambulan bajo las luces de una Navidad en que las apariencias engañan.                

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