sábado, 28 de mayo de 2011

DIRK NOWITZKI: LA GRAN ESPERANZA BLANCA DE DALLAS

Dirk Nowitzki, el ala-pivot de los Dallas
Parece que a los seguidores de algunas competiciones que se libran en el viejo continente ya les va bien que los ganadores de los torneos de la regularidad sean, parafraseando al gran Andrés Montes, «cosa de dos, como en Love Story». Esos desequilibrios presupuestarios, lejos de corregirse, se van ensanchando cada vez más hasta observar, casi a cada jornada vencida, el registro de algún resultado más propio de un parcial de un partido de tenis que de ligas donde las cenicientas deberían formar parte los cuentos de hadas. Al otro lado del Océano Atlántico hace tiempo que se replantearon cómo solventar el tema del dominio alternativo de Los Angeles Lakers y los Bolton Celtics durante la década de los ochenta, favoreciendo una elección de drafts que persiguiera equilibrar las plantillas de la NBA. La otra apuesta del comisionado David Stern y de su equipo directivo para potenciar la igualdad en la competición de la denominada mejor liga del mundo del básket, era abrir las puertas a la contratación de jugadores —esencialmente europeos—, ya sea en formación —algunos estuvieron bajo el amparo de universidades estadounidense— o con una corta experiencia en los parquets con ficha profesional. En los caladeros de las ligas europeas los scouters de la NBA iban anotando nombres para luego echarles el anzuelo sus jefes con la presunción que podrían tener opciones de triunfar en la poderosa liga estadonunidense. Con la reunificación de Alemania, su potencial deportivo se redoblaría, experimentando su particular «Edad de Oro», colocando en primera línea tenistas, ciclistas, nadadores, atletas, jugadores de balonmano, … y de baloncesto. Antes que llegara el «Milagro Alemán» en fondo y forma de la reactivación de la economía bajo el mandato de Angela Merkel, el otro «Milagro», el deportivo, ya se había dado. Pero era un fenómeno que se leía de puertas adentro, contribuyendo a relativizar para países como el nuestro los éxitos deportivos de la nación teutona debido a ese efecto de diáspora que llevaría, entre otros, a Dirk Werner Nowitzki (1978, Wurzburgo, RFA) a colocar una pica en… Dallas, aunque su primer destino norteamericano hubiera podido ser los Milwaukee Bucks. Situado en el número 9 del draft, Dallas Mavericks se acabaría llevando el gato al agua en la primavera de 1998. Un gato de 2,13 cm con un movimiento de pies que se lo hubieran rifado en alguna academia de baile germana.
   Nacido dos años después, al sur de Europa, Paul Gasol —barcelonés según su certificado de nacimiento pero «hijo adoptivo» de la ciudad de Sant Boi de Llobregat donde desarrolló su actividad escolar antes de abandonar el nido del cuco superados los dos metros (hasta alcanzar los 2, 14 cm)— tuvo desde sus años de juventud a Nowitzki como referente. Es más, me atrevería a decir que si hubiera cinco razones por las que el mayor de los Gasol decidió —contra la opinión de su entrenador del FC Barcelona Aito García Reneses; lo veía demasiado inmaduro para un torneo de esas exigencias a todos los niveles—, a los veinteaños, decidió triunfar en la NBA, una de éstas sería Dirk Nowitzki. Al igual que Pau, a su llegada a los Estados Unidos Nowitzki era un chico más bien delgado, con un corte de pelo que le asemejaba al de un rockie de la base militar americana de Ramstein. A través de un intenso trabajo de gimnasio se iría modelando un físico portentoso que posibilitaría a Nowitzki aguantar el ritmo de una competición que ni por asomo había experimentado en sus años de formación en el equipo de su ciudad, que militaba en la segunda división. Salvado este handicap físico de partida, el talento natural de Nowitzki reposaría y sigue reposando en su prodigiosa muñeca, con unos porcentajes de tiro (de tres, de dos y libres, con un acierto que ronda el 90%) que solo lo pueden rubricar unos escogidos. Y todo ello, manteniéndose a lo largo de un decenio, aunque Dallas Mavericks se fueran de la competición (de los play-offs) antes de tiempo en no pocas temporadas. Tras el dominio ejercido en los noventa por los Chicago Bulls de Michael Jordan (posiblemente el jugador más determinante que ha contado la NBA después de los Juegos Olimpicos del 84), la Liga Americana vio como aquellas políticas de drafts y la permeabilidad de sus fronteras daba sus frutos en forma de un rosario de ganadores de distintas localidades/franquicias: Detroit Pistons, San Antonio Spurs, Orlando Magic, Boston Celtics, Los Angeles Lakers (con un resurgimiento explosivo gracias a la entrada de Paul Gasol tras un tramo final un tanto prosaico en los Grizzlies de Memphis donde aterrizaría su hermano Marc Gasol)… y quién sabe si en breve le tocará el turno a Dallas Mavericks. Eso sería tanto como decir que la victoria de los Dallas Mavericks se debe, en gran medida, a la perseverancia y el talento de Dirk Nobitzki, quien en las eliminatorias de los play-offs de la conferencia Oeste con Los Angeles Lakers y sobre todo Okllahoma Timber Wolves se cargaría al equipo a sus anchas espaldas ofreciendo un recital de ese poder anotador y reboteador que le ha situado entre los jugadores más valiosos de la pasada década en la NBA. Elegido varias veces en el quinteto inicial, MVP en la temporada 2005-06 (camino de ello lleva en la presente), Dirk Nowitzki, con permiso de los Beach Boys de Miami Heats (Lebron James, Dwayne Wade...), puede tocar el cielo con esos dedos que cubren de razón a aquellos que le señalan como un tirador excepcional. «La flecha verde», «Robin Hood», «Dirk Turpin», la «Bomba rubia»… numerosos sobrenombres o apodos para un jugador único, irrepetible, con un comportamiento deportivo sin mácula. A punto de cumplir los 33 años Nowitzki puede colocar el broche de oro a su paso por la NBA y a la historia de los Mavericks en particular —allí había ocupado plaza antes que él su compatriota el alero Detler  Schrempf—. En la que con probabilidad sea la temporada más agria para Paul Gasol en lo deportivo, el consuelo lo podría encontrar en el triunfo de su admirado Nowitzki, ollando la cima de la NBA. Si algún día Pau se decide a escribir sus memorias —capacidad intelectual no le falta para ello— no dudaría que en sus primeros capítulos apareciera el nombre de Dirk Nowitzki, un referente, un espejo, un tipo al que admirar el 41 de Dallas Mavericks y alma matter de la selección alemana que bajo su égida ha cosechado una serie de éxitos inimaginables en un pasado no demasiado lejano. Congratulations, Dirk. Road to Legend. 

No hay comentarios: