domingo, 2 de enero de 2011

«MY ONE AND ONLY THRILL» (2009), DE MELODY GARDOT: SUSURROS EN LA NOCHE

Intuición. No entiendo la vida sin este factor aleatorio, caprichoso que el tiempo agudiza, dejando que invada el terreno abonado de esa inocencia expropiada a golpe de experiencias. Buenas y malas. Esa intuición me guió a comprar el CD My One and Only Thrill (2009), sin tener conocimiento alguno sobre su autora, Melody Gardot (Nueva Jersey, 1985), esa dama que oculta sus ojos merced a unas gafas oscuras, en combinación con una chaqueta tres cuartos, ofreciendo un severo contraste con su lacia y larga cabellera rubia. Quería desvelar ese enigma. La intuición parecía dictarme que no había impostura intelectual en esa imagen de portada. Así fue. Escuché el disco una primera vez. I Wonder, Good Election. Desde entonces he perdido la cuenta de las ocasiones que he acudido a este bálsamo para el corazón, principalmente indicado para esas noches de blanco satén, al regresar a casa en automóvil o en el ipod mientras cogemos un transporte público. En el transcurso de este viaje en vehículo, a pie o en bus el pensamiento se desvanece en una miríada de imágenes sostenidas con ese sonido mezcla de blues, jazz, bossa nova y soul, de líneas claras, de una precisión melódica y compositiva que nos eleva Over the Rainbow, el  título que da nombre al mainstream versionado por Gardot situado en el tramo final de su segundo álbum.
   Alguien dijo que la buena música tiene estaciones, sabe en qué momento lucirá mejor. En esa guardarropía musical imaginado, My One and Only Thrill brilla con una luz intensa al superar con creces el umbral de la medianoche, al regresar al hogar tras una party donde las confesiones se sirven a golpe de copas de vino. Allí intuí ver la figura esquiva, escurridiza de Melody Gardot, vistiendo de ensoñación su presencia al fondo de un gran comedor arbitrado por un estilo minimalista. La mujer sin sombra fue engullida por la negra noche... pero horas más tarde se corporizaría a mis oídos en forma de un álbum que levanta acta del poder embriagador del amor, baña de esperanza nuestras vidas e ilumina el camino de una senda orlada de estilos variopintos manejados por el savoir faire del piano, el saxo o el violín. Susurros en la oscuridad vestidos de elegancia, exquisitez en un disco que no tiene un solo tema prescindible. Al ir conociendo la historia de ese misterio llamado Melody Gardot me di cuenta de que las composiciones de sus letras rezumaban un sentimiento de autenticidad. (Casi) muerte y «resurrección» para alguien cuyo destino a punto estuvo de teñirse de negro azabache a los diecinueve años cuando un jeep inopinadamente se la atravesó cuando iba conduciendo su bicicleta. Mientras su vida pendía de un hilo la música ejerció un efecto terapeútico que nunca más abandonaría. Al final de ese largo tunel, Melody Gardot acumularía suficiente material como para proponer a Verve Records la grabación del que se transformaría en su primer CD, Worrisome Heart (2006). Tres años más tarde, My One and Only Thrill confirmaría que Gardot no era flor de un día.
   Hay discos que viajan en el baúl de cada uno de nosotros. My One and Only Thrill pertenece a este selecto grupo que lo hará para siempre jamás desde que lo descubrí en una pequeña tienda allá por las primeras estribaciones del mes de diciembre de ese año 2010 que ya pertenece al recuerdo. Desde un planteamiento general, la atenta audición desvela que Gardot ha querido conformar un «cosmos sónico» donde hace honor a su nombre de pila, con esa voz que se agarra a la rama del jazz blues presidida por esa singerbird llamada Eva Cassidy –en especial, en el tema If the Star Were Mine–, flirtrea con la chanson en Les etoiles o se coloca el velo de la bossa nova en Who Will Comfort Me?. Pero, puestos a escoger, Our Love Is Easy se precipita en el fondo de mi corazón con un endemoniado poder. Our Love Is Easy representa la quintaesencia de la capacidad de la música de Gardot por penetrar en los intersticios de nuestro ser más profundo. Ella conoce bien ese espacio cuando camino de la veintena tocó fondo para luego elevarse hacia la superficie, encontrando en la música el salvavidas que la ha llevado, al cabo, a conformar una obra maestra absoluta, de entre cuyas canciones marca una de las claves de ese enigma todavía pendiente de descifrar en su inmensidad: Your Heart Is As Black As Night.

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