domingo, 6 de junio de 2010

ODIO ENTRE «HERMANOS»: ¿OTRO SEPTIEMBRE NEGRO?

Los escenarios postapocalípticos han visitado últimamente las salas comerciales de distintos puntos del planeta y no parece que la realidad actual nos lleve a pensar que nos aguarda, al doblar la esquina, el mejor de los mundos. Si equiparamos, en este caso, el cine a la moda, Hijos de los hombres (2006) empezaría a marcar tendencia y en lo sucesivo desfilarían por la pasarela de las salas oscuras Soy leyenda (2007), El libro de Eli (2009), La carretera (2009)... Al final de esa soberana lección de cine pergeñada por el mexicano Alfonso Cuarón —a diferencia de lo que acontece en la novela de P. D James en que se inspira—, hace acto de aparición un barco que lleva inscrito en su superficie metálica el nombre «Esperanza». Esa nave que surca en la negra noche que, casi como un acto reflejo, relacioné con el que el pasado lunes 31 de mayo se dirigía con destino a las costas de Gaza para abastecer de recursos alimentarios y sanitarios a las maltrechas familias palestinas que habitan en un infierno a ras de suelo, sin tener las mínimas condiciones satisfechas que precisa cualquier ser humano. Un pueblo sometido a la humillación constante de Israel pero asimismo preso de un estado corrupto que crea esas pirámides de ignominia donde la base sufre los desafueros y las arbitrariedades de unos pocos situados en la punta de lanza del Sistema. Navegar entre dos aguas en pos de una supervivencia que busca aferrarse a una orilla que desprende un hedor insoportable pero con el pálpito que ese barco de la esperanza cubrirá las urgencias de las próximas semanas, días, acaso horas... Ese lunes 31 de mayo la esperanza se disipó verbigracia de la acción del operativo desplegado por el ejército israelí, incapaz de contener a unos «soldados» armados de palos y hierros. Matar moscas a cañonazos ordenaron algunos descerebrados del Mossad en una de esas operaciones que tienen todos los condicionantes posibles para merecer una condena unánime de la comunidad internacional. Al parecer, el balance de ocho ciudadanos turcos —además de uno estadounidense y alguno que otro sin identificar que guarda silencio en el fondo del mar— no es peso suficiente para que la Comunidad Europea moviera cielo y tierra para poner firmes a los responsables del gobierno israelí, ordenando dimisiones en masa entre los mandos intermedios y superiores como antesala de juicio sumarísimo a quienes han sido responsables directos de semejante carnicería. Alguien se preguntará si en lugar de turcos hubieran sido ciudadanos españoles, franceses o irlandeses los que viajaran de regreso a sus respectivos países de origen en féretros la situación sería sustancialmente diferente. Bien es cierto que Turquía presenta en su «hoja de servicios» un pasado reciente y lejano donde la tortura en las cárceles era una práctica habitual. No en vano, una de las tres razones por las que hasta hace pocos años se había denegado sistemáticamente la entrada de Turquía a la UE se debía a lo que se denunciaba en El expreso de medianoche (1978), en palabras que escuché en boca de su director, Alan Parker. Por tanto, aquellos rescoldos del pasado turco no han jugado a favor a la hora de aglutinar las adhesiones suficientes de cara a la comunidad internacional para que Israel diera su brazo a torcer. La indiferencia suele ser compañera de la neutralidad, pero la amistad destronada caldo de cultivo para una enemistad persuadida por el susurro de la venganza. En esa voluntad por lavar la imagen y presentarse al mundo con una cara lozana Turquía había lanzado sus redes en forma de alianzas a Israel con la falsa presunción que se sentiría correspondido. Nada más lejos de la realidad. Presumo que con motivo del Mundial de Básket a celebrar en Turquía en septiembre, la presencia del equipo israelí en el país otonamo será un buen termómetro para dictaminar hasta qué punto la fractura tiene visos de comportarse como una falla. Los terremotos no son ajenos a la historia de Turquía en los últimos tiempos, pero los que anuncia al corto o medio plazo por los sismógrafos de la política no se miden por la Escala Ritcher sino por la «Escala Netanyahu», aquella que obedece, cuál tablero de la Ouija, a los designios de esas organización siniestra paramilitar que opera en la sombra y que se escuchan de vez en cuando las plegarias de Ariel Sharon desde el más allá. Entretanto, la maquinaria de desmentidos funciona a pleno rendimiento en las embajadas y consulados de Israel, y en determinados foros, al margen de contar con los profundos silencios de los representantes de la diáspora judía de alcurnia, a modo de cortafuegos para mantener a raya las llamas del antisemitismo. Unas llamas, aventuro, que acabarán por desbocarse si el gobierno de Israel desoye la ira que se escucha a uno y otro lado del estrecho del Bósforo donde se contemplan esos amaneceres teñidos de magenta. Si no se pone coto a la esquizofrenia que domina el pensamiento del gobierno liderado por Benjamin Netanhaju —la antítesis de ese hombre de honor llamado Isaac Rabin que simbolizaba lo mejor de un pueblo, el israelí con innumerables atributos— se anuncian tambores de guerra sobre un cielo que vira del magenta al rojo.

2 comentarios:

Jordi Marí dijo...

Sencillamente magistral.

(Gracias por hacernos partícipes de tu sabiduría).

Unknown dijo...

amigo christian leete el encabezado de tu blok dices este blok esta dedicado a mis otros intereses (no al cine)