domingo, 17 de enero de 2010

ROD SERLING (1925-1975): UN ESCRITOR DE OTRA «DIMENSIÓN»


La llegada al mundo de Rodman Edward Serling el día de Navidad de 1925 fue una «bendición» para todos aquellos que apreciamos su contribución en el campo del audiovisual sostenida a lo largo de un cuarto de siglo. Cuando está a punto de cumplirse treinta y cinco años de su fallecimiento, me parece de justifica regresar sobre la figura de Rod Serling, al que se le debe la confección de una serie, Dimensión desconocida (1959-1964) —Twilight Zone en su original— que he tenido oportunidad de revisar, en parte, estos días. Asimismo, cabe destacar una labor como guionista cinematográfico que, a menudo, se ha relativizado, pero que excuso decir que pocos profesionales del medio que engloban a todas las épocas pueden presentar una hoja de «servicios prestados» tan inmaculada, en la que se concentran propuestas de diversa índole: la ciencia-ficción con resabios filosóficos —El planeta de los simios (1968), aunque el impactante final corresponde su autoría a Blake Edwards, el director que figuró al principio del proyecto antes de la entrada de Franklin J. Schaffner—; la política-ficción —Siete días de mayo (1964)—, el drama pugilístico —Réquiem por un campeón (1962)—, el drama social —Patterns (1956), para mi gusto, la primera gran película que brindaron los integrantes de la denominada «Generación de la televisión»— e incluso un drama que alcanza la realidad de nuestros días —The Man (1972), en la que una cadena de (fatales) acontecimientos llevan a un senador de raza negra (James Earl Jones) a ser presidente de los Estados Unidos—.
Después de haber pasado medio siglo desde la emisión del primer capítulo de Twilight Zone el observar cómo hoy en día la serie creada por Rod Serling —cuyo embrión había sido The Storm, un experimento catódico que se desarrollaría en los modestos platós de una emisora local de Cincinati, Ohio— alberga una serie de temas que nos mueven a reflexionar, a interrogarnos sobre nuestro propia naturaleza es indicativo de su vigencia. Salvo excepciones, cada episodio de las primeras cinco temporadas son como «cápsulas» que no sobrepasan la media hora de duración, ofreciéndonos un abanico de temas de una extraordinaria riqueza, pero con preferencias hacia los viajes en el tiempo —Back There (1961), The Odyssey of Flight 33 (1961), A Hundred Years Over the Run (1961), Once Upon a Time (1961), No Time Live the Past (1963)—. Un tema que Richard Matheson —uno de los guionistas más recurrentes de la serie, junto a Charles Beaumon— desarrollaría en diversas novelas y relatos cortos. De los ciento cincuenta y seis episodios que conforman la primera etapa de Twilight Zone —emitidos (no la totalidad de los mismos) en su día por el canal autonómico de TV3— difícil resulta señalar preferencias entre tan excelsa oferta servida, a veces, de una forma muy distinta en su concepción visual en función del director de turno —por allí desfilaron Stuart Rosenberg, Richard Donner, John Brahm, Lamont Johnson e incluso Jacques Tourneur, por citar algunos que habian dado o dieron el paso a partir de entonces a la gran pantalla—, pero es harto improbable borrar de la memoria algunos capítulos. Entre éstos, señalaría Nightmare at 20,000 Feets (1963) —con guión de Matheson y dirección en el haber de Donner— que Joe Dante adaptaría para su segmento de En los límites de la realidad (1983); Number 12 Looks Just Like You (1964), confeccionada bajo el ascendente de Aldous Huxley al presentar una sociedad futura que ha dado con el elixir de la eterna juventud al calor de haber eliminado cualquier rastro de enfermedad—, The Invaders (1961) —con música de Jerry Goldsmith y nuevamente Matheson al mando del script—, en el que campan a sus anchas figuras extraterrestres para pasmo del personaje encarnado por Agnes Moorhead, o The Obsolete Man (1961), de aires bradburianos en la confección de una sociedad que prohibe la práctica de la lectura. Rod Serling participó en la confección de numerosos guiones para una serie que tras la muerte de su creador se ganaría la aureola de mítica. Para muchos escritores y cineastas Dimensión desconocida no pasaría inadvertida; la visión de la misma en sus etapas de infancia y adolescencia estimularía una capacidad creativa que «explosionaría» años más tarde. Baste el ejemplo de Stephen King, en cuyo subconsciente debió permanecer un pasaje de The Trouble with Templeton (1960), en la que un veterano actor de Broadway (Brian Aherne) regresa al año 1927 donde se recrea un escenario muy similar al que acontece en la Habitación Azul de El resplandor (1977), o el capítulo Mute (1963), cuya premisa argumental —en la que cohabitan la telequinesia y la piromanía— encontraría inspiración para Ojos de fuego (1980). Sendos relatos que llevarían la rúbrica de King acabarían transfiriéndose al medio cinematográfico, del que Rod Serling se despedía con la narración en off —no acreditada— de El fantasma del paraíso (1974), otra de las producciones de enjundia en las que participó el escritor neoyorquino, artífice asimismo de otra serie, Galería nocturna, de menor repercusión a todos los niveles. La muerte le sobrevino a los cincuenta años al sufrir un ataque al corazón en la mesa del quirófano. Más allá de los confines del planeta tierra, en paralelo a una constelación de estrellas descansa Rod Serling. El lugar natural para este creador perteneciente a otra dimensión.... desconocida para las nuevas generaciones salvo que alguna distribuidora —pienso en Atelier 13 o Absolute— se digne a editar el póker de temporadas que Rod Serling presentaría exhibiendo sus hechuras de serious man, al estilo de su coetáneo Edward R. Murrow.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece excelente que se tome en cuenta a un gran escritor como Rod Serling, se debería recobrar esa tradición la cual nos permite no solo divertirnos en el mundo de la tv y cine sino que nos ayuda de una u otra forma a concientizar sobre la realidad del ser humano.