lunes, 24 de noviembre de 2025

«MOON TIGER» (1987) de PENELOPE LIVELY: EL MUNDO SEGÚN CLAUDIA HAMPTON

 

Al igual que su tocaya Penelope Fitzgerald, Penelope Lively (n. 1933) llegó relativamente tarde a dedicarse en cuerpo y alma a la escritura profesional. Próxima a cumplir los cuarenta años Lively trató de abrirse camino como escritora de libros infantiles, una tarea que compaginaría con la docencia en calidad de profesora de Historia. Más de una quincena de volúmenes dedicados a la literatura infantil y/o juvenil la granjearon un prestigio en este campo que trataría de obtener una justa «correspondencia» dentro de una literatura para «adultos» en la que se prodigó a partir de finales de los años setenta con la publicación de The Road to Liechfield (1977). Nominada al prestigioso premio Booker, The Road to Liechfield parecía presagiar un éxito al corto o medio plazo. Una segunda nominación por su pieza literaria According to Mark (1984) dio paso a su consagración con Moon Tiger, recibiendo el Booker Award en una edición particularmente disputada en la que competían manuscritos de la irlandesa Iris MurdochEl libro y la hermandad (1987)— y la inglesa Doris LessingEl viento se llevará nuestras palabras (1987)—. El título de este libro que «replica» una expresión que ha calado en el acervo popular desde tiempos inmemoriales podría servir de justificación a Claudia —una de las principales voces de Moon Tiger para anclar una historia de su propia vida entrelazada con una Historia de calado universal. Para ello se vale de los recursos de su pródiga memoria que viaja por un doble carril, el inherente a su experiencia vital y el propio de los conocimientos acumulados durante décadas como profesora de Historia. En las noches de vigilia en el hospital donde Claudia se encuentra internada con un pronóstico que no invita al optimismo, la acompaña, al lado de la mesita de noche, una extraña figura que adquiere cierta autonomía. Se trata del Moon Tiger, que sirvió a Lively de título para su décima novela para adultos y que bien avanzado el libro —cubriendo algo más de un tercio de sus doscientas setenta páginas— define conforme a «una espiral verde que se va consumiendo durante toda la noche para repeler los mosquitos, dejando un largo rastro de ceniza gris.» Esa ceniza gris, desde un punto de vista alegórico, podría hacer referencia a una experiencia trufada de pérdidas, de renuncias, de insatisfacciones, de frustraciones en el marco de un mundo azotado, golpeado por las guerras que acaban por laminar las esperanzas de futuro incluso entre los más optimistas. A las primeras de cambio Claudia ya deja por sentado, interpelándose a sí misma: «Estoy escribiendo una historia universal (…) Yo creo que estoy capacitada: el eclecticismo siempre ha sido mi fuerte.» Al concluir la lectura de Moon Tiger considero que aquella «enmienda a la totalidad» expresada a media voz por Claudia para ser escuchada por su enfermera, pero también para que encuentre eco en su «interior», opera de manera vertiginosa y, a la par, fascinante. Se trata de un ejercicio literario extremadamente complejo, en que los planos temporales se solapan, requieren de multiplicidad de puntos de vista, «anexionan» lo antiguo con lo moderno (incluso) en un mismo párrafo. Llegamos, pues, al convencimiento que la memoria no trabaja en línea recta; la mente se configura a través de un caleidoscopio de recuerdos que pueden conectarse (o no) a través de ese «hilo invisible» que representa los conocimientos adquiridos a lo largo de años, lustros, década. Tas la publicación de El mundo según Mark (1984) y Vida en el jardín (2017), con otras de las obras de referencia de Penelope Lively, Moon Tiger, el sello Impedimenta vuelve a ganarse el favor de un lector inquieto que aspira a vivir una experiencia fuera de las coordenadas de la literatura reglada por un «reglamento» plegado hacia la ortodoxia.