En el tablero
del análisis político en el estado español las interpretaciones están al cabo
del día, pero sí que ha merecido cierto consenso que el Brexit tuvo una
incidencia (mucho) mayor en los comicios electorales del pasado de junio pasado,
siendo claramente perjudicado Unidos Podemos en su tentativa por realizar un sorpasso al PSOE (Partido Socialista
Obrero Español) tal como apuntaban numerosas encuestas que no habían medido el
alcance de dicho factor. De tal suerte, el miedo se apoderó de millones de
potenciales votantes, apostando en esta ocasión por el «valor-refugio»
que supone un partido de “orden” como el PP (Partido Popular) en aras a
combatir o contrarrestar todo aquello relativo a erosionar el sentido de unidad
de la nación española con la convocatoria de referéndums auspiciados por fuerzas
recién llegadas al arco parlamentario, caso de Unidos Podemos y sus
confluencias. Ya en las elecciones de finales del año pasado, las del 20-D, Podemos
(aún sin su alianza con Izquierda Unida), se mostró firme en la defensa por la
celebración de un referéndum en Catalunya pactado con el estado español, al
punto que ese fue el principal argumento para que el PSOE declinara la “invitación”
del partido liderado por Pablo Iglesias para formar un eventual gobierno de izquierdas,
a modo de alternativa a un PP en que Mariano Rajoy se postulaba por segunda vez
a ocupar plaza en la Moncloa
por un periodo de cuatro años.
Generalmente,
llegamos a conclusiones erróneas cuando solo nos quedamos con el titular de una
determinada noticia, máxime en el campo de la política en que el matiz posee un
valor incalculable. Así pues, el matiz que cabría hacer al estancamiento de
Unidos Podemos del 26-J en relación el 20-D mira inevitablemente hacia la
realidad catalana. En mi tierra, En comú Podem (digamos la “franquicia”
catalana de Unidos Podemos) obtuvo un incremento considerable de votos que se tradujo
en escaños (un total de quince), unos resultados altamente satisfactorios pero
que quedaron eclipsados al no haberse cumplido las expectativas que vaticinaban
las encuestas en el resto del estado español. La extinta Convergència i Unió,
i ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) tomaron buena nota de ello, decidiendo que cabía apretar
el acelerador de la “desconexión” del estado español para crear un nuevo país
bajo la bandera de una Catalunya independiente y republicana. Siendo
conscientes o no de lo temerario de sus actos, la Convergència Democrática
refundada bajo las siglas PDC (Partit Demòcrata de Catalunya) y ERC han
decidido emprender una huida hacia adelante, aprovechando la debilidad del
estado español (aún sin formar gobierno) y de un Parlament de Cataluna presidido por Carme Forcadell, anteriormente cabeza visible de la ANC (Assamblea Nacional de
Catalunya, uno de los grupos de presión más poderosos que trabaja a favor de la
independencia de Catalunya), perfecta aliada en la deriva nacionalista
emprendida por los hombres y mujeres liderados por Carles Puigdemont (PDC) y
Oriol Junqueras (ERC). Moviéndose en ese virtual alambre que representa no
haber obtenido mayoría de votos a favor de la causa independentista pero sí una
mayoría de escaños (un total de setenta y uno si sumamos a la CUP , partido antisistema por
definición), Junts Pel Sí (la suma de PDC i ERC) dieron por iniciado el pasado 21 de
julio en el Parlament el proceso de “desconexión” con España a través de una
votación que provocó la estampida al unísono de PPC i Ciutadans, no dando
validez a la misma. El PSC (Partit Socialista de Catalunya) optó por permanecer en el
hemiciclo pero sin ejercer el derecho a voto, y Catalunya Sí que es Pot (en
representación de la "marca" Podemos pero con las particularidades que da
pertenecer a un determinado territorio) participó con un voto de signo negativo.
En total, once votos en contra (los de Catalunya Sí que es Pot) frente a los
setenta y uno a favor para que Catalunya inicie un eventual proceso de "desconexión" que debería culminar, según el full
de ruta de Junts Pel Sí, en diciembre de 2017. Ese gesto, el de participar
de la votación por parte de Catalunya Sí que es pot, no resulta baladí a los
ojos de muchos catalanes que apostamos por el dret a decidir (el derecho a
decidir), aunque no estemos por la labor de que fructifique una Catalunya
Independent.
Es evidente que
en los próximos dieciocho meses pasarán muchas cosas que comprometerán directa
o indirectamente a las aspiraciones independentistas de un importante sector de
la población catalana que confían el voto en las urnas a Junts Pel Sí y a la
CUP. No es menos cierto que el “sacrificio”
de Unidos Podemos por seguir perseverando en la celebración de un referéndum
pactado con el estado español, a costa de perder por el camino un caladero de
votos que les hubiera resultado imprescindibles para superar en votos y quizás
escaños al PSOE, tiene su contrapartida en el inexorable avance de Catalunya Sí
que es Pot. En este punto reside la clave del porqué la RUI (Referèndum Unilateral d' Indepèndencia) fracasará en su tentativa al ser observada por buena parte de la
población catalana conforme a una maniobra ejecutada “a la desesperada”
articulada por Junts pel Sí y la
CUP , sabedores ambos partidos o congloremado de partidos que
en los próximos comicios electorales a celebrar en Catalunya, la formación que
lidera Lluís Rabell, a unos meses vista, estaría en situación de aproximarse a
los veinte escaños en el Parlament, (casi) doblando los once escaños con los
que cuentan en la actualidad. Por consiguiente, la balanza se decantaría
claramente por una mayoría no independentista en el Parlament de Catalunya en
escaños y en votos. La paradoja de todo ello es que para los que proclaman a
los cuatro vientos lo pernicioso de Unidos Podemos para el bien de la unidad de
España será la clave, a través de su “franquicia” Catalunya Sí que es pot para
desbaratar el independentismo. Precisamente, los que más siguen atacando a
Unidos Podemos por dinamitar la unidad de España, esto es el Partido Popular y
Ciudadanos, han sido los que más han contribuido a un crecimiento de un
independentismo con los pies de barro, en que a sus máximos impulsores se les
ha visto el plumero al querer apretar el acelerador sabedores que por el
retrovisor se postulaba un partido, Catalunya Sí que es pot, que apuesta más
por el seny que por la rauxa. No me cabe duda, que Junts Pel Sí
y la CUP lanzarán en los próximos meses dardos envenenados a Catalunya Sí que es Pot, pero
el saber estar de sus dirigentes resultará un valor añadido
para que una parte de la población catalana deje de abrazar una quimera y
apueste por una vía presidida por la sensatez y la cordura. Solo así, no sé si
dentro de veinte, treinta o cuarenta años, habrá un referéndum acordado con el
estado español, signo inequívoco que éste alcanzaría una madurez
democrática pareja a la demostrada por Gran Bretaña
o Canadá.
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