Fruto
de una visión cada vez más abierta a explicar la realidad de un sinfín de
rincones de nuestro planeta a través de la literatura y con ello ir soltando
lastre de la etiqueta de «editorial anglófila» (aunque siguen publicando
maravillosas obras provenientes de las Islas Británicas), en el primer
trimestre de Impedimenta ha integrado en su excelente catálogo una pieza de
incalculable valor historicista, más aún si cabe una vez cumplido un año de la
invasión de la Federación Rusa en territorio ucraniano. Bien es cierto que a lo
largo de estos meses hemos tenido la oportunidad de acceder al visionado de
decenas de documentales que, en su conjunto, ofrecen varias claves para
entender el porqué de esta pulsión
imperialista maniobrada desde el Kremlin bajo el mandato de Vladimir Putin en
pleno siglo XXI. En tiempos en que el valor de la imagen, en virtud del sentido
de la inmediatez que demandan los sociedades (supuestamente) avanzadas, ha
cobrado una importancia exponencial a través de la oferta de una multiplicidad
de pantallas y/o terminales –léase televisión, ordenador, tablets y, en especial, móviles– en relación a épocas pretéritas,
la literatura sirve de «valor refugio» para la reflexión. Una reflexión
que, en el caso de Jóvenes héroes de la
Unión Soviética (título extraído de un eslogan empleado en la pasada
centuria), su autor Alex Halberstadt (n. 1970), formula un relato en clave memorística que
tiene un elemento añadido por lo que concierne a rendir cuentas con el pasado –de
ahí su subtítulo–, todo ello gestado en los años previos al estallido de la
pandemia. Quizás pueda llamar a la suspicacia que un colaborador
habitual, al fin y al cabo, del “New York Times Magazine” su “hermano mayor”,
el “New York Times” destacara Jóvenes
héroes de la Unión Soviética como una de las mejores obras literarias de
2020. Pero semejante distinción, lejos de obedecer a un trato de favor entre
colegas de una misma empresa matriz, está plenamente justificada, siendo una
prueba evidente de ello que un sello de la categoría de Impedimenta nos ha
brindado la oportunidad de leer en la lengua de Dámaso Alonso un proverbial
relato de la Historia de la (extinta) Unión Soviética contemporánea a través de
una crónica familiar. Tirando del hilo de testimonios familiares y de antiguas
amistades de éstos, Alex Halberstadt conoce, entre otras cuestiones, que uno de sus abuelos, trabajó para Josef Stalin en calidad de guardaespaldas.
Consciente de la importancia que juega la imagen en plena era de internet,
Halberstadt propuso acompañar su texto con una generosa colección de
fotografías extraídas del álbum
familiar, auténticos tesoros que permiten al autor, en contadas ocasiones, escarbar más allá de las imágenes,
elucubrando incluso sobre el estado anímicos en el momento que fueron
fotografiados algunos de sus ancestros. Con todo, si su autor no dejara patente
su excelencia literaria, capaz de dominar distintos registros (ora de
naturaleza periodístca, ora más decantado hacia lo poético), Jóvenes héroes de la Unión Soviética hubiese
sido una obra más que levantara acta del proceso transformador de una nación
tras el fin del largo periodo zarista, en que la nostalgia del pasado juega un
papel relevante en los mecanismos adoctrinadores de regímenes autoritarios travestidos de «democracia singular». Puro eufemismo que
emplean algunos de los Jóvenes héroes
(sic) de la extinta Unión Soviética cuando se expresan a cámara en diversos
documentales que he podido ver recientemente, en sintonía con la expresión «operación militar especial» utilizada por Vladimir
Vladimirovich Putin, al que cita dos veces en su libro Alex Halberstadt. A buen
seguro, el autor de origen ruso nacionalizado estadounidense se hubiese
explayado más en la persona del actual máximo mandatario de la Federación Rusa
si el libro hubiese concluido su fase de redacción con la invasión de Ucrania
(de donde eran oriundos algunos de sus familiares) en marcha. Pero precisamente
porque Halberstadt alumbró su libro años antes de esta invasión, más que
oportunista Jóvenes héroes de la Unión
Soviética podemos tildarlo de oportuno, con un desarrollo narrativo hasta
alcanzar la primera mitad sencillamente prodigioso antes de abonarse a una
deriva por los (oscuros) rincones de un pasado que tiene uno de sus principales
anclajes emocionales en la relación con su padre, Viacheslav Chernopisky, todo
un personaje que en sus años de juventud era conocido en los ambientes bohemios
de Moscú por su capacidad de suministrar mercancía proveniente de los Estados
Unidos, sobre todo libros, discos y demás productos de la cultura americana.
Allí sería donde su hijo Alex(ander) recalaría para, entre otras
consideraciones, ofrecer una obra que merece ser (re)leída al calor de unos
acontecimientos históricos que encierran no pocos interrogantes de compleja
resolución, empezando por esos impulsos
que se transmiten de generación en generación entre la especie humana, en consonancia
con los estudios científicos extraídos del Reino Animal que sirvieron para encender la mecha creativa en el fuero interno de Alex Halberstadt, tal como
detalla en prólogo titulado «Los
olvidados».
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
viernes, 31 de marzo de 2023
lunes, 6 de marzo de 2023
«EL FONDO DEL PUERTO» (1944-1959) de JOSEPH MITCHELL: HISTORIAS DE NUEVA YORK DE UNA «INSTITUCIÓN» DEL PERIODISMO
En el
año 2000 el sello Anagrama publicó El
secreto de Joe Gould dentro de su colección «Panorama de narrativas» para
posteriormente volver a publicarlo en otra colección de la editorial
barcelonesa, «Otra vuelta de tuerca». En el amanecer del nuevo
milenio muchos lectores hispanohablantes repararon por primera vez en el nombre
de su autor, Joseph Mitchell (1908-1996), dado que su carrera profesional había
quedado ligada al periodismo de la costa Este de los Estados Unidos, siendo una
de las voces más influyentes del The New Yorker, cuna de numerosos
escritores que velaron sus primeras armas en la prestigiosa publicación con
sede en la «Ciudad de los Rascacielos». Aunque nacido en North
Caroline, Joseph Quincy Mitchell se trasladó a vivir a Nueva York a los veinte
años, haciendo fortuna en el espacio del periodismo donde, al cabo, sería
saludado conforme a un maestro de periodistas con veleidades de escritores de
novelas, relatos o cuentos. Casi un cuarto de siglo después de aquella
publicación que vino acompañada del eco del estreno de su adaptación
cinematográfica homónima –cuya puesta de largo en salas comerciales de nuestro
país sufrió un retraso de tres años con el atentado a las Torres Gemelas de por
medio— con dirección, producción e interpretación a cargo de Stanley Tucci,
Anagrama nos ofrece en idéntica colección una recopilación de «Perfiles» escritos por Mitchell bajo
el genérico El fondo del puerto,
precisamente el título de una de las seis piezas que conforman una obra
reveladora del talento narrativo de su autor. Un sexteto de relatos —«En el
viejo hotel», «En el
fondo del puerto», «Treinta
y dos ratas de Casablanca», «La
tumba del señor Hunter», «Patrón
de arrastre», «Los
ribereños»— que levantan acta de la
calidad de unos textos habitados de una prosa cuidada, nada embarrada con figuras retóricas y curtida en su prospección por un
realismo que tuvo en el puerto de Nueva York uno de los lugares que Mitchell
frecuentaba con mayor asiduidad de la Megalópolis neoyorquina. El suyo, pues,
no es un lenguaje impostado sino que nace del conocimiento (y aprecio) por la
gente que operaba en la zona portuaria de Nueva York en un periodo de una
quincena de años, los que recorren desde 1944 hasta 1959. La inmigración, la
soledad, el compañerismo, el choque cultural, el racismo… forman parte de las
temáticas que subyacen en los textos de Joseph Mitchell, abanderado de los
reportajes periodísticos en la costa Este escritos con precisión y detallismo
que, gracias al sello Anagrama podemos degustar en El secreto de Joe Gould y El
fondo del puerto, sendas obras indispensables para entender el valor de
Joseph Mitchell en el contexto de la realidad de Nueva York en el segundo tercio
del siglo XX, entre cuyos lectores de la pasada centuria figurarían Paul
Auster, Norman Mailer o Robert Penn Warren, algunos de los cuales figuras
señeras dentro de una colección, la de «Panorama
de narrativas» que en la primavera de
2023 alcanza los mil cien títulos. El de Joseph Mitchell que nos acerca a esta
impresionante cifra hubiese podido ser titulada Panorama desde el puente… con
permiso de Arthur Hiller, otro de los escritores que tuvo en sus oraciones al cronista nacido en la dulce Carolina del Norte pero con
domicilio en Nueva York desde el día siguiente al fatídico martes negro de 1929
que situó a los Estados Unidos en el frontispicio de una crisis económica sin
precedentes en su Historia. Rescoldos de
la misma quedan patentes al correr de las páginas de este soberbio El fondo del puerto.
Etiquetas:
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