martes, 23 de mayo de 2023

«TIERRA INESTABLE» (2021) de Claire FULLER: ESCULPIENDO LAS PALABRAS

 

En el otoño de 2020 el sello Impedimenta publicó Los viejos creyentes de Vasili Peskov, cuya historia tiene como protagonistas a una familia que vive en condiciones extremas en un lugar recóndito de la Taiga, un espacio «salvaje» sin apenas contacto con la civilización. Durante la pandemia la novela en cuestión que tiene en el personaje de Agafia una «antiheroína» por excelencia —la única superviviente del clan familiar— pasó a ser uno de los más leídos del catálogo de Impedimenta en aquel periodo. Siendo una editorial con un diáfano acento anglófilo, ya sea de manera consciente o inconsciente, cabía encontrar por parte de Impedimenta un «equivalente» de Los viejos creyentes por lo que concierne a una narración que ofreciera voz a los más desamparados del Sistema en el marco del otrora Imperio Británico e igualmente en un entorno natural, salvaje. No hubo que remontarse a la era del thatcherismo para dar con una novela de semejantes características. El Costa Novel Award, en su edición de 2021, había recaído en Unsettled Ground de Claire Fuller (n. 1967), publicada en el Reino Unido por el sello Fig Tree y meses más tarde en los Estados Unidos por el gigante Penguin Books. En determinados círculos literarios Claire Fuller no era una desconocidam ya que había visto publicadas tres novelas con anterioridad a la aparición de Unsettled Ground, a saber, Our Endless Numbered Days (2015), Swimming Lessons (2017) y Little Orange (2018). Como la propia autora británica manifestó a Eric Karl Andersson en el curso de una entrevista difundida en el canal de YouTube de este último, una de las constantes de sus novelas deviene el desarrollo de historias en entornos naturales, prestos a condicionar o moldear —en verbo especialmente pertinente para alguien formada en el arte de la escultura— unos personajes que irían creciendo en la mente de Claire Fuller a medida que tomaba cuerpo el proceso creativo. En el caso de Tierra inestable el protagonismo recae en los gemelos Julius y Jeannie, que van de la mano de Claire Fuller a nivel generacional, en atención a que cuando la escritora empezó a vestir la historia (en lo que podríamos colegir un primer borrador) contaba con cincuenta y un años. Por consiguiente, idéntica edad al de los hijos de Doty, la mujer septuagenaria que fallece al correr de las primeras páginas de Tierra inestable, título que sirve de metáfora de la realidad por la que transitan dos hermanos sin apenas recursos económicos, abandonados a suerte en una esquina de la campiña inglesa, en un periodo reciente en que se deja sentir los ecos del BREXIT. Una referencia que queda impresa al superar el ecuador de una novela con escasos personajes en liza, pero de una enorme riqueza fijada a su suelo narrativo, abonado a un humanismo que trasciende a cada página. Tierra inestable encuentra en esos detalles de calado humanista su mejor refugio para que el lector cree una «conexión emocional» para con los personajes basales del relato, en especial con Jeannie, sobre quien recae buena parte del protagonismo en el tramo final de una pieza literaria de una innegable calidad literaria. Un personaje pegado a la tierra, desprovisto de cualquier ornamento que hubiese podido tener un mal encaje en una historia propia de unos desarraigados, Jeannie muestra, eso sí, unos fundamentos musicales que a Claire Fuller la fueron «revelados» a través del conocimiento de la cantante folk estadounidense Peggy Seeger —afincada en Inglaterra— y de su propio (segundo) marido, guitarrista vocacional. «Revelaciones» que Claire Fuller comparte con Eric Karl Andersson y sus seguidores de YouTube, en un canal apto para dar a conocer novelas de interés y, a la vez, servir de ventana para escritores o escritoras que, como la británica –coetánea de un servidor— dejan patente su necesidad de emplear las nuevas tecnologías para difundir sus trabajos literarios sin menoscabo a seguir utilizando unas viejas máquinas de escribir —cedidas por una vecina de su madre Ursula (Pitcher), a quien va dedicada su cuarta novela, junto a su progenitor Stephen Fuller—, en un desempeño artesanal que la transporta a su primigenia faceta de escultora.