viernes, 20 de diciembre de 2019

«CUENTOS DE BRUJAS DE ESCRITORAS VICTORIANAS (1839-1920)»: FÉMINAS BAJO EL INFLUJO DE LO SOBRENATURAL

Tierra provisionada de algunos de los escritores más ilustres que ha dado la literatura universal en los últimos doscientos años, el Reino Unido, empero, no escapó durante parte de este periodo acotado en el tiempo de una dinámica que se dio en otras latitudes, aquellas ociosas de ocultar la autoría de una mujer bajo el disfraz de un nombre de pila masculino. Un ejemplo paradigmático de ello lo encontramos en la persona de Mary Ann Evans (1819-1880), del que se acaba de cumplir el bicentenario de su nacimiento. Mary Ann Edwards debió emplear el seudónimo de George Elliot para intentar prosperar en el campo de la literatura y de la poesía. A fe que lo consiguió con la publicación de El molino del Floss (1860), Silas Marner (1861) o Middlemarch (1872), entre otros escritos que en lengua castellana tiene en el sello barcelonés Alba Editorial su ángel custodio. No debe extrañar la inclusión de algunas de las piezas literarias más destacadas de Mary Ann Edwards AKA George Elliot en el catálogo de un sello que sigue poniendo el acento en la literatura británica ligada a la época victoriana con la reciente publicación de Cuentos de brujas de escritoras victorianas (2019). Se trata de un texto fechado en origen (en Inglaterra) en 1971, en que el editor de la New England Library, Peter Haining (1940-2017), recopiló relatos breves de casi una veintena de autoras fruto de una labor que obtuvo su recompensa al cabo de varios años de investigación. Por regla general, la publicación de los mismos no requirió del subterfugio de utilizar álias o seudónimos masculinos, pero sí en las primeras etapas de la época victoriana la identificación de un determinado texto ligado a temáticas esotéricas, sobrenaturales y/o invadidas de misticismo no llevaban rúbrica alguna o bien quedaba consignado únicamente las iniciales del nombre de pila y del apellido. Este sería el caso del relato que apenas ocupa cuatro páginas titulado El anillo mágico (1839)  firmado con las iniciales H. L., al parecer las correspondientes a la esposa de un médico del condado de Essex— que sirve de pórtico de entrada a la segunda parte de la monografía Cuentos de brujas de escritoras victorianas, aquella consagrada a reproducir en el papel un total de una docena de relatos. Cada pieza literataria viene acompañada de un párrafo introductorio sobre la escritora de turno, que sirve al lector de toma de contacto con una dama cuyo nombre no despierta ningún sentimiento de familiaridad, salvo para aquellos bregados en el profundo conocimiento de la literatura fantástica de la época victoriana y, en particular, de la brujería, una rama de un género troncal que sería cultivado en el Reino Unido de manera mayoritaria por féminas. Previo a la lectura de este bloque es aconsejable dejarse seducir por el contenido de la Primera Parte, en que concurre un póquer de escritos de carácter historicista segmentados por territorios —Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales— y, a renglón seguido, un relato denominado Poseídos por demonios de Catherine Crowe (1800-1870), que documenta un episodio de posesión demoníaca incluido en su momento en el libro The Night Side of Nature (1848). Un relato, en esencia, que nos sirve para empezar a sumergirnos en historias trenzadas en ocasiones con cierto tono burlón, en otras a la búsqueda de un potente efecto dramático que trata de sobrecogernos y en la mayoría de las ocasiones con una voluntad por sacar a la palestra temáticas que la moralidad de la época sojuzgaba perniciosas, tan solo recomendables conforme a elementos de distracción, pero alejadas a la hora de medirse con los grandes obras literarios de un periodo de más de ochenta años. En los estertores de este largo periodo encontramos el relato La bruja del agua (1920) de H(enrietta) D(orothea) Everett incluido en la antología The Death Mask and Other Ghosts, que sirve de cierre a un volumen que desde su fecha de edición –octubre de 2019— debería ser bendecido por bibliófilos como un tesoro al que volver sobre sus páginas cuando cae la noche, a poder ser, a la luz de una vela que sirva para iluminar nuestros pensamientos y hacer volar nuestra imaginación con invocaciones, entre otras, a las Brujas de Salem que encuentran asidero en el breve relato principe du siècle La pequeña doncella de Salem (1901) de Pauline Mackie (1859-1919). Una de tantas escritoras que ha sacado del anonimato para los lectores en castellano— esta obra encuadernada en tapa dura con el exquisito gusto al que nos tiene acostumbrados el sello Alba.                                      

martes, 3 de diciembre de 2019

«DAMAS ASESINAS» (2019) de Tori Telfer: HISTORIAS CRIMINALES EN FEMENINO




  
No nos debería extrañar que al cierre de 2019, cumplida una docena de años en el mercado editorial, el sello Impedimenta publique dos novelas que llevan la rúbrica de sendas mujeres, a saber, Iris Murdoch (Monjas y soldados) y Tori Telfer (Damas asesinas; mujeres letales de la historia). Más que esperada deviene la edición en castellano de la voluminosa novela escrita por Murdoch ya superada la cincuentena precisamente en el año de la celebración del centenario de su natalicio. Por el contrario, a priori la obra de Telfer hubiese podido encajar en otro perfil de editorial, pero una vez más Impedimenta, haciendo acopio de una voluntad por escapar de la clasificación de «sello elitista» se aviene a que el lector descubra una nueva voz de la literatura en femenino que razona sobre una temática muy poco tratada, incluso dentro del campo de los ensayos en torno a la actividad criminal de mujeres a lo de la historia. Los siete años transcurridos desde que Tori Telfer presentó su proyecto de post-grado hasta la publicación en inglés de Lady Killers Deadly Women Throrough History (2017) dan fe de la complejidad de un proyecto que sumió a le periodista y escritora en infinidad de lecturas mientras escuchaba música de Henry Purcell, Gregorio Allegri, Leonard Cohen, Jay Hawkins, The Cure o Jimmi Hendrix. Una variopinta selección de temas musicales —así se detalla al final del presente volumen— que sirvieron para digerir mejor el proceso de investigación de la vida y obra (sic) de féminas que, por distintos motivos, se dedicaron a una actividad criminal presta a competir con las atrocidades cometidas incluso por celebrities varones. A buen seguro, Telfer hubiese podido concebir un volumen similar en número de páginas algo más de trescientas en torno al proceso de escritura de Damas asesinas: mujeres letales de la historia (2019), reservando unos cuantos capítulos a dejar constancia de la existencia de mujeres de distintas nacionalidades del sur de Europa, de México, Japón o Tailandia, por citar algunos países, que por un factor idiomático y/o por la parca información sobre las mismas llegó a la conclusión de dejar en suspenso. De ahí que la selección final tenga su razón de ser en personajes suficientemente documentados a través del acceso, entre otras fuentes, a diarios personales, recortes de prensa, ensayos y extractos judiciales. Esta última fuente, por ejemplo, sirvió a la causa de la parte dedicada a Okum-El-Hassen apodada «El ruiseñor», acusada de diversos crímenes y sentada en el banquillo en un juicio que conmocionó a la sociedad marroquí de los años 30, llegando incluso a presenciar el mismo la famosa escritora Colette. Inmediatamente antes de proceder a la lectura de esta parte del libro servido en un contexto de cierto exotismo, di cumplida cuenta del capítulo dedicado a Anna Marie Hahn conocida con el álias de «Anna Témpano de hielo», un sobrecogedor relato en que el personaje en cuestión transiciona de la bondad a la maldad a consecuencia de un desengaño amoroso. Al calor de la conmoción que la provocó su primera frustración de calado a nivel sentimental, Anna Marie Hahn viajó hasta los Estados Unidos, llegando a sus costas en barco prácticamente coincidiendo con el crack del 29, en que la bolsa de Nueva York registró un desplome sin precedentes hasta entonces. Hahn tuvo casi diez años por delante para conquistar el corazón de hombres atraídos por sus armas de seducción y que todos ellos corrieron idéntica suerte al morir envenenados. Anna Marie Hahn representa un ejemplo paradigmático de la tesis que sostiene la autora del presente ensayo de corte periodístico (abordado, en ocasiones, con un cierto tono desenfadado) sobre el temor que experimentan mujeres capaces de cometer auténticas atrocidades ante la perspectiva de morir. Hahn acabó siendo ejecutada en la silla eléctrica en 1938, y en el último párrafo de este segmento del libro Telfer remata (valga la expresión) el escrito: «El alacaide comentó que, en toda la historia de la prisión, no había habido ningún convicto que se mostrara tan aterrado como Anna Hahn cuando se enfrentó a la silla eléctrica».
    Bien es cierto que el hecho de ser norteamericana y moverse por el territorio facultó a Telfer para referirse quizás con mayor detalle a la historia criminal de (siniestros) personajes como la citada Hahn (aunque de origen teutón) o Kate Bender —el arma ejecutora de un siniestro clan familiar conocida con el sobrenombre de «La bella rebanadora de pescuezos», coprotagonista de una aterradora historia circunscrito al territorio de Kansas que hubiese podido servir de referencia a Robert Bloch para su novela Psicosis. No obstante, el presente volumen ha sabido mostrar otras realidades más allá de las fronteras estadounidenses merced a un extraordinario ejercicio de investigación que nos ha llevado por los confines del Londres de mediados del siglo XIX, el París de la segunda mitad del siglo XVII Marie-Madeleine, Marquesa de Brinvilliers («La reina de las envenenadoras»), a la que la autora pone rostro en el Q&A (en la parte de apéndices del libro), el de Marion Cotillard, en una hipotética adaptación cinematográfica)— o en la Irlanda rural de las postrimerías del siglo XIII Alice Kyetler«la hechicera de Kilknenny»— en que la brujería sirve de caldo de cultivo para llevarse a cabo actos horripilantes que tienen en los varones sus víctimas propiciatorias. En definitiva, asistimos a la lectura de una obra exenta del peso de lo solemne, pero detallista en su voluntad por recrear episodios diseminados a lo largo de un extenso periodo temporal y en distintos ámbitos geográficos, sobre todo localizados en el hemisferio norte. Historias para no dormir que activan en el lector el hemisferio derecho de nuestro cerebro, aquel que despierta el sentido de la imaginación al recrear en nuestros subconscientes actos más propios de varones con pedigrí de serial killers. La historia (esta vez criminal), nuevamente puede reescribirse a través de los libros y, a fuer de ser sinceros, Tori Telfer ha contribuido a ello con su espléndida pieza bautismal, a la espera de ser saludada algún día con los honores propios de su colega Iris Murdoch.