domingo, 18 de julio de 2021

«EL GABINETE DE LOS OCULTISTAS» : El segundo caso de Julius Bentheim (2014) de Armin Öhri: EN LOS DOMINIOS DE UN ESCRITOR DE OTRA ÉPOCA

 

Entre las numerosas peculiaridades que adornan el catálogo de Impedimenta hasta la fecha, con la publicación de cerca de doscientas novelas y cuentos con alguna que otra excepción en forma de diccionario de exquisita subjetividad o atlas que versan sobre el reino animal y el vegetal— encontramos Armin Öhri (n. 1978), el primer escritor oriundo de Lietchenstein traducido al castellano, en concreto, con dos de sus obras, La musa oscura (2012) y El Gabinete de los Ocultistas (2014). Bien es cierto que el príncipe soberano de Lietchenstein desde 1989, Hans-Adam II, vio publicado hace unos años el ensayo multiventas El estado en el tercer Milenio (2009), pero en realidad el que sigue siendo una de las mayores fortunas de Europa nació en la vecina Suiza, allí donde reside Öhri desde hace tiempo, fiado a la idea que su condición de liechenstiano tan solo debería ser observada conforme a una anécdota que no contribuyera a distraer su verdadera importancia como escritor, labrada sobre todo a partir de la concesión de un premio otorgado por la Unión Europea a los autores noveles, merced a La musa oscura. En ésta Öhri inaugura a la manera de Gervaise Fen— el primer caso de Julius Bentheim, dibujante criminalista para más señas, en la Prusia de la década de 1860. Un lustro después de la publicación en castellano de La musa oscura, Impedimenta recupera su inmediata continuación, El Gabinete de los Ocultistas (2021), en que queda patente la capacidad de Öhri por desmarcarse de un modelo de escritura prototípica del siglo XXI, con sus modismos y construcciones de frases inequívocamente “contaminadas” por la influencia de las nuevas tecnologías. Mas, el lenguaje de Öhri gana en consistencia y credibilidad gracias a la asimilación, cuando no “vampirización” de un estilo tejido con el hilo de la elegancia, del preciosismo formal y de lo sutil— que iría cobrando cuerpo a golpe de lecturas de obras de misterio decimonónicas, eso sí, trasladando el marco habitual Gran Bretaña a la Europa Central. De ahí que Öhri cite a la prusiana E(rnst T(heodor) A(madeus) Hoffman (1776-1822), entre cuyos múltiples oficios y disciplinas practicadas se encontraba la de dibujante y caricaturista. Por consiguiente, de entrada Öhri nos ofrece una nota culta, a modo de aperitivo de la decena de nombres propios extraídos de la realidad, entre otros Otto von Vismarck y su esposa Joahanna, y el escritor y editor Sir John Retcliffe que hacen acto a lo largo de una trama detectivesca que se lee con fruición, acomodado a un espacio geográfico y una época poco transitado por la literatura, al menos aquellas que conocemos a través de sus traducciones a la lengua de Dámaso Alonso.

    Al igual que ocurre con La musa oscura, sin restar un ápice el valor de lo estilizado de su prosa exento de ornamentos que hubiesen podido ahogar su rítmica, Öhri no deja en blanco el modus operandi de Peter Nirsch, un asesino del siglo XVI al que hace referencia Bentheim en el curso de su investigación cuando ya se ha consumado un primer asesinato. La superstición y la magia negra atrajeron en su momento a Nirsch, quien según la documentación oficial que obra en poder de Julius Bernheim «Abría en canal a mujeres preferiblemente embarazdas y les extraía los bebés, a quienes también mataba para comerse su corazón después». Más de quinientos veinte asesinatos en el haber de Nirsch llevan a Berthleim a reflexionar sobre la condición humana, aquella presta a buscar respuestas en el Más Allá a través de sesiones de espiritismo que conecten a los mortales con los seres difuntos. Trece súbditos prusianos se constituyen en una sociedad para celebrar sesiones de espiritismo y, a modo de “réplica”, por idéntico número se regirá «El Gabinete de los Ocultistas»  dfunfado por el estudiante de leyes Albrecht Krosick y del que forma parte Julius Bentheim. Pero de aquel bautizo con un propósito lúdico se pasará a tratar de desentrañar la identidad del autor material de la muerte de varios de sus miembros, tomando el mando de la narración la voz singular de Öhri, orientada a la recreación de un mundo que por edad no llegó a vivir pero a efectos de afinidad parece haber viajado en el tiempo para tomar buena nota de lo que acontecía en esos majestuosos castillos donde la opulencia era un signo de prosperidad en lo económico, pero también en lo cultural y lo social. A propósito de todo ello, esperamos con una cierta impaciencia el tercer caso de Julius Berthleim.