Al calor de las noticias surgidas en los últimos días,
buceando en la memoria sobre la primera imagen mental que conservo de Jordi
Pujol i Soley (n. 1933) es la de un dibujo que realicé con diez u once años. En
el mismo aparece, a toda página, Jordi Pujol vestido de Sancho Panza, a los lomos
de un burro, y Josep Tarradellas ataviado con el traje de Don Quijote, tratando
de fijar la posición de un equino. Desconozco si ese dibujo fue producto de la
imaginación o simplemente me serví del modelo de una publicación en papel. En cualquier
caso, ambos llegarían a compartir una idea similar de país y ocuparon, de manera
sucesiva, el puesto de President de la Generalitat de Catalunya. A finales de una década
que dejaría atrás por fortuna una época de oscuridad en la Tierra Media del estado español
sometida a una Guerra Civil y la posterior etapa franquista, Jordi Pujol i Soley
accedería al Trono de la
Generalitat para quedarse por espacio de veintitrés años.
Durante ese periodo no tan solo Jordi Pujol era el personaje de largo más
popular de Catalunya sino que llegó a convertirse en una presencia diaria en
los Telenotícies y, en general, en los medios de comunicación. Recuerdo que hacía broma al respecto, diciendo que en el
estudio de TV3 donde se emitía el Telenoticies debían tener el retrato colgado
de Jordi Pujol y, en un momento dado, la cámara enfocaba la imagen del "Molt
Honorable". Para medir el alcance del conocimiento que podría tener la gente de
Catalunya sobre Jordi Pujol el anecdotario nos ofrece una “foto” instantánea plenamente
ilustrativa al respecto, más allá de lo que se relata en las notas biográficas
publicadas en un sinfín de sitios, incluido la wikipedia. Catalunya tiene
censados casi mil municipios. Pues bien, el ex President de la Generalitat presumía
de haber estado en todos estos municipios, con alguna que otra salvedad presta
a ser corregida. Además, Pujol se dejaba “querer” en los pueblos, hablando de
manera distendida con sus habitantes y preocupándose por cuestiones que podrían
evaluarse “menores” a los ojos de un político residente en una gran urbe. Sí,
para muchos Pujol era Dios bajado a
la tierra prometida en cuyo horizonte muchos querían ver y siguen viendo una
idea de país emancipado del todopoderoso estado español. No lo sería para un servidor, manteniéndome
durante todo este tiempo receloso sobre un personaje que parecía
situarse por encima del Bien y del Mal, llegando a hacer célebre una frase, «Ara no toca», a partir del instante que un periodista le debió
importunar con alguna pregunta fuera de la agenda de ese día. Calibré que ese
era el típico gesto altivo de alguien que se siente legitimado por la púrpura
del Poder, ejerciendo el «ordeno y mando» con firmeza. Pero no es menos
cierto que en su última legistatura, desde sus propias filas de Convergència (el partido que cofundaría) i
Unió se dejaron sentir las voces que abogaban
por un relevo generacional. En el banquillo de CIU dos nombres se postularían
con fuerza para sustituirlo: Josep Antoni Durán i Lleida, y Artur Mas. Finalmente,
Artur Mas tomaría el mando de la dirección de CIU y después del experimento que
supuso el tripartito (ERC + PSC + IC, una ecuación difícil de digerir), el delfín
de Pujol ganaría la plaza de President de la Generalitat en 2010. Por
aquel entonces, Jordi Pujol parecía pasar a la Historia de Catalunya
conforme a una figura incuestionable, un referente inexcusable y un luchador
por una patria que algunos empezaban a acariciar con la mirada puesta en la
asunción de una serie de competencias en distintas materias, es decir, una
mayor cuota de antonomía que diera alas a un anhelado estado independentista. En su
calidad de pensador, estadista y hombre de estado, Jordi Pujol se plegaría a
escribir por entregas sus memorias, eso sí, convenientemente pasadas por la destilería cuando tocaba evaluar los
negocios familiares, excepción hecha del capítulo dedicado a su padre Florenci
Pujol, perteneciente a la burguesía e impulsor de Banca Catalana, que generaría un proceso judicial cuando se liquidaría la sociedad, convenientemente tapado por espúreos intereses. Al margen de borrar cualquier sombra de duda en torno a la presunta gestión fraudulenta del caso Banca Catalana que le llegaría a colocar en el ojo del huracán en un determinado punto del proceso judicial, muy pocos
repararon en el momento de la salida al mercado de las publicaciones de estos
volúmenes las lagunas referidas a los
negocios familiares gestados y consolidados durante el largo mandato del patriarca Pujol. Una de estas voces disidentes con el relato vital y
profesional oficial de Jordi Pujol i Soley se llama Albert Boadella, fundador y
director de Els Joglars. Él había sido vetado por diversos medios catalanes, al
parecer, porque dijo verdades difíciles de escuchar en tiempos del pujolismo, y su representación sobre los
escenarios de Ubú President, provocaría
un terremoto de baja intensidad entre la clase política afín al ideario de
Convergència i Unió. No obstante, el terremoto que sí haría trontollar (tambalear) los cimientos de
CIU se produjo el pasado 25 de julio de 2014 cuando Jordi Pujol daba a conocer
a la prensa un escrito de un folio que trata de exculpar a su familia sobre el asunto de
una presunta herencia de su padre no regularizada durante más de treinta años.
En ese paraíso fiscal andorrano, al parecer, Jordi Pujol guarda un tesoro que se ha transformado en una
bomba con efectos retardados. Una bomba que después de tres décadas seguía
intacta y ha acabado explosionando en las manos de Jordi Pujol i Soley. Prisionero
de sus asesores durante tres días para consensuar una estrategia, Artur
Mas comparecería ante la prensa para adoptar una serie de medidas, previo
acuerdo con el Consell Directiu del Govern, que pasaban por eliminar una serie
de privilegios heredados por Pujol en función de su cargo de President de la Generalitat y, de
paso, lanzar el mensaje que la consulta del 9 de noviembre cara al
independentismo seguía su curso sin alteración alguna, argumentando que «el país está por
encima de las personas. Y así debe ser». Según
sus propias palabras, Mas sentía dolor, pena y compasión por Jordi Pujol,
reduciendo el asunto a un tema personal y familiar. Cuando la oposición reclama
una Comisión de Investigación para esclarecer el «caso Pujol», CIU y su socio de gobierno en la
sombra, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) con Oriol Junqueras al frente, niegan la mayor. Ni tan siquiera CIU expresa
su voluntad porque Jordi Pujol se explique en el Parlament ante unos hechos
de una gravedad que no admite disculpas. Al escuchar las respuestas de Mas y la posición
adoptada por CIU y ERC para evitar llegar al fondo del asunto conforme a un
acto de higiene democrática (saben que la vía judicial puede eternizarse y así
ganar tiempo cara a las metas fijadas), siento vergüenza de estos políticos
incapaces de leer lo que el sentido común pide y exige. De aquí hasta principios de
noviembre nos aguarda un vendaval de noticias referidas al clan Pujol,
refrendando lo que en su día dijo Albert Boadella: «son como una familia siciliana, próxima a los Corleone». Mas ha acabado transformándose en ese personaje
cervantino que lucha contra los Molinos de Viento en forma del estado español
que representa la culpa de todos los males de la nació catalana. Y a su lado le
acompañará para siempre ese Sancho Panza que dibujé en mi infancia, el de un
ser afectado de una arrogancia mórbida, esposo de Marta Ferrusola (su apariencia de ama de casa volcada en la jardinería contrasta con su pérfida imagen reproducida por la mujer despechada, Victoria Álvarez, la ex del primogénito y pieza clave a la hora de destapar las corruptelas de la Sociedad Ilimitada de los Pujol) y padre de familia de siete hijos, buena
parte de los cuales deberían ser perseguidos por la justicia hasta acabar en el
precipicio. Otro precipicio nos aguarda si seguimos creyendo que esos "salvadores
de la patria", ahora instalados en el poder (CIU) o en la antesala de poder
(ERC), nos guían hacia su particular Shangri-La por el camino del independentismo. Los
mismos que hacen caso omiso a un pueblo que exige luz y taquígrafos sobre un
caso, el que incrimina a Jordi Pujol y el de su prole que, a efectos monetarios
(por ejemplo, para blanquear tres mil millones de dólares en activos
mobiliarios se requiere una lavadora
del tamaño de un edificio de varias plantas), deja en un juego de niños el «caso Bárcenas».
Limosna la que atesora el ínclito ex tesorero del PP en manos de esos sinvengüenzas llamados Oriol, Oleguer i Jordi (noms
ben catalans, sí senyor) que lucían no hace demasiado tiempo con orgullo los
apellidos Pujol i Ferrusola.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
martes, 29 de julio de 2014
ARA SÍ TOCA. EL «CASO PUJOL»: SECRETOS Y MENTIRAS EN EL «OASIS CATALÁN»
miércoles, 16 de julio de 2014
«HISTORIA Y DESVENTURAS DEL DESCONOCIDO SOLDADO SCHLUMP» (1928) de HANS HERBERT GRIMM. UN RELATO DE «TERROR» DESDE LAS TRINCHERAS
En un margen de
poco más de dos meses de diferencia la ciudad de Praga —perteneciente a la región de Bohemia, inscrita
en el Imperio Austrohúngaro— vio nacer a Franz Kafka (1883-1924) y a Jaroslav Hasek
(1883-1923). Ambos acabarían convirtiéndose en escritores de renombre
internacional, siendo sus trabajos más destacados materia de obligado
cumplimiento en el programa escolar de los estudiantes checo(eslovacos)
preferentemente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Hasek,
a buen seguro, sea el menos conocido de los dos, pero El buen soldado Svejk
(1920-1923) (editada en lengua castellana en 2010 en DeBolsillo) sigue siendo considerada
una novela de referencia dentro de las obras literarias ambientadas en el campo
de batalla durante la Gran Guerra.
Lo sería desde una vertiente satírica-picaresca que entronca con la tradición
de algunos clásicos británicos del estilo de Las aventuras de Barry Lyndon (1844) de William Makepeace Thackeray
o Tom Jones (1749) de Henry Fielding.
Desde su propia experiencia, Hasek expresaría en una serie de relatos por
entregas —siguiendo idéntica fórmula empleada por
Thackeray, Fielding y tantos otros autores provenientes de las Islas Británicas— una mirada acaso desprejuiciada sobre
la sinrazón de los conflictos bélicos a través de un díscolo personaje que
aparece en el título de su relato más célebre. Por su parte, Franz Kafka,
debido a su frágil salud, quedó exento de participar en la contienda bélica. Los
destellos del genio de Kafka ya se advertían en sus escritos seminales, siendo
Kurt Wolff (1887-1963) el editor que sacaría a la luz los relatos del que luego
ganaría a la celebridad gracias a El
proceso (1925). El mismo Wolff se responsabilizaría de publicar Schlump (1928), cuya narración se solapa
en algunos pasajes con El buen soldado
Svejk, y que tenía todas las prerrogativas para acabar siendo saludada conforme
a una de las novelas antibelicistas por excelencia aparecidas en el primer
tercio del siglo XX. La dicha del autor
del relato, Hans Herbert Grimm (1896-1950), pronto se transformaría en desdicha
cuando el nacionalsocialismo llegaría al poder en 1933. Un lustro no
representaría, por tanto, tiempo suficiente para que la novela se diera a
conocer ampliamente entre la población germana. Schlump sería, pues, pasto de las llamas, en lo que podríamos “visualizar”
una situación análoga a lo expresada en la novela de anticipación Fahrenheit 451 (1955), de Ray Bradbury,
traducida en la gran pantalla de manera magistral por François Truffaut. Al
igual que el bombero Montag (Oskar Werner), Grimm escondería un ejemplar de Schlump en su propia casa, pero en su
caso en el hueco de una pared que tapiaría convenientemente. Ese operativo
comportaría que Schlump pudiera “sobrevivir”
a una cruda realidad, en sintonía con lo que ocurre al ingenuo soldado alemán
enrolado en el ejército de su país a los diecisiete años. Toda vez que se dio
por cerrado un nuevo capítulo (sangriento) de la Historia de la primera
mitad del siglo XX en agosto de 1945, Grimm retomaría su condición de profesor,
pero las autoridades de Alemania Oriental le vetaron seguir impartiendo clases.
Posiblemente ese fuera el detonante de su suicidio acaecido a pocos meses de
cumplirse el ecuador de la centuria, sin obviar el sentimiento de frustración
que le generaba la problemática referida al ostracismo de Schlump. Solo el paso del tiempo corregiría tamaña anomalía merced
a la perseverancia de Völker Weidermann por rescatar del olvido obras
destruidas por los nazis. De ahí que ochenta años después de su primera
publicación, Schlump regresara a la
luz con los honores que se merecía, en lo que convendríamos en señalar un
tributo a título póstumo de su autor.
El sello Impedimenta no tan sólo se
alimenta de su vena anglófila. Prueba de ello es que, por ejemplo, la literatura alemana
vuelve al excelso catálogo de la editorial madrileña con la publicación de Historia y desventuras del desconocido
soldado Schlump (2014), en que el lector puede advertir lo justificado de
una decisión nada baladí. A través de sus doscientas setenta y cinco páginas
(descontado un prólogo clarificador escrito por el propio Weidermann), Schlump cubre sobradamente las expectativas que me había generado
al conocer la noticia de su publicación. Al ir pasando las primeras páginas del
libro, Shlump advierte en mi fuero
interno que hubiera podido ser un material que ganara a la influencia de
escritores como Joseph Heller y Kurt Vonnegut para armar Trampa 22 (1962) y Matadero
Cinco o la cruzada de los niños (1969), respectivamente. Evidentemente, ese
escenario no resultaría posible, pero en mi apreciación personal considero que Schlump se alinea a la perfección en esa
dialéctica propia de Kessel y sobre todo de Vonnegut a la hora de plantear un
relato desde la óptica de un mundo absurdo que tiene en la guerra la máxima
expresión de semejante concepto. En modo alguno Schlump cae en las zanja de
una escritura afinada en lo escabroso, lo tremendista; más bien asistimos a un
ejercicio de prosa de la que podemos extraer la visión de un humanista, incapaz
de comulgar con unos principios patrióticos que alientan al sacrificio del
individuo como una pieza subsidiaria a la voz del pueblo. A partir de ahora
pienso que deberíamos incluir Historia y
desventuras del desconocido soldado Schlump entre las obras antibelicistas
de verdadero empaque. De esta forma, Hans Herbert Grimm, el autor de este
cuento de “terror”, se uniría a los nombres de Stephen Crane (La roja insignia del valor), James
Langdale Hodson (Return to the Wood),
Erich Maria Remarque (Sin novedad en el
frente) y el citado Hasek en sus respectivas prospecciones por la realidad
de una Primera Guerra Mundial que el 28 de julio cumple el centenario de su proclamación, punto de partida de las aventuras y desventuras del desconocido soldado Schlump.
martes, 8 de julio de 2014
PODEMOS, UNA CONCIENCIA EN FORMA DE PARTIDO (I)
Prácticamente desde
el desmantelamiento de UCD (Unión de Centro Democrático), la Democracia española se
ha asentado sobre la base del bipartidismo, el procurado por el PP (Partido
Popular) y el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Los votos a sendos
partidos han copado un porcentaje elevado de los que han participado de esta manifestación
de la democracia por espacio de más de treinta años. Pero es una realidad en vías de
sufrir un cambio de orientación harto significativo debido a una serie de
factores del que no cabe excluir la incorporación de parte de esa población “silenciosa”
incapaz de sintonizar con el programa de ningún partido, llevando a máximos esa
expresión de real abolengo que «todos los políticos son iguales». Por consiguiente, desde los tiempos de Felipe González hemos asistido a participaciones del 50 al 65%, mereciendo muy poco análisis
el porqué hasta un 50 % de la población no ha acudido a la cita con las urnas
cada cuatro años. En noviembre de 2012 estuve en una mesa
electoral de las municipales catalanas y me entretuve en las horas muertas —las del mediodía— a tratar de buscar un perfil común entre los que no ejercían el
derecho a voto. Al finalizar la maratoniana jornada llegué a la conclusión que
no existe un perfil de “no votante”. Es por ello que el fenómeno de Podemos no
puede analizarse exclusivamente en clave de un trasvase de votos de partidos “tradicionales”
de la izquierda o del centro-izquierda, sino que debe observarse conforme a un
movimiento aglutinador de un descontento social “transversal”, en el que se
incorpora el voto de estudiantes universitarios pero también de ese sector receloso
desde hace bastantes años de la clase política a la que ha negado con la
participación en las elecciones la posibilidad de que en su nombre cometan toda
clase de tropelías, corruptelas y demás hechos delictivos con la aquiescencia de un sistema sobreprotector (allí están los 10.000 aforados que tiene el país,
un porcentaje considerable de los cuales pertenece a este colectivo) en torno a
estas prácticas que erosionan la esencia misma de la Democracia.
Una vez conocido el sorprendente éxito en
las pasadas elecciones europeas de Podemos con un total de más de un millón
doscientos mil votos, la campaña de desprestigio, el alud de acusaciones sobre
los adalides del partido de nuevo cuño no han cesado. Intentan colocar el miedo
en el cuerpo a través de una serie de ataques sin otro fundamento que la descalificación gratuita; hablan de una ideología de extrema izquierda, de importar un
modelo de chavismo y de los vínculos con colectivos cercanos a ETA. Una cadena de palabras que, agitadas,
parece ofrecer un cóctel difícil de digerir para aquellos instalados en la
tradición de un sistema democrático que ha sido incapaz, por ejemplo, de poner
coto a la corrupción política, al punto que tenemos en el gobierno del PP
algunos dirigentes, incluido su presidente Mariano Rajoy, con una sombra de
duda más que razonable de que ampararon prácticas irregulares de muy baja
catadura moral y que incluso se llegaron a beneficiar de las mismas según las investigaciones judiciales aún en curso. Así lo denunciaría el partido en la oposición, el PSOE, que
trata de rearmarse de cara a los próximos comicios electorales con la
mirada puesta en el horizonte de finales de 2015. Paradojas de la vida, todos
aquellos prestos a acusar desde las trincheras de la izquierda o del centro
izquierda "tradicional" al partido liderado por el profesor de Ciencias Políticas
Pablo Iglesias deberían, cuanto menos, reconocer que la irrupción de Podemos ha
servido para espolear prácticas que demandaba el sentido común en Democracia, dando
la opción que la ciudadanía conozca el parecer de distintos candidatos en un
debate como el celebrado este lunes día 7 de julio, aunque de momento tan solo sea un simulacro. Asimismo de justicia es
señalar el desempeño que UPyD a la hora de denunciar la corrupción política,
personándose en la parte acusatoria de procesos abiertos, el más notorio de los
cuales sigue siendo el caso Würtel. Pero UPyD ha visto cerrado de momento el
cumplimiento de un nuevo techo electoral con la llegada de Podemos y con ello
el nerviosismo se ha enquistado en su líder Rosa Díez, con exabruptos del
estilo de comparar a la formación abanderada por Pablo Iglesias con el Partido
ultraderechista francés de Marie Le Pen. Una estrategia de descrédito que ha salido a
Rosa Díez el tiro por la culata en ese fuego cruzado procedente de las trincheras de la izquierda y de la
derecha que, lejos de dañar a Podemos refuerza su carácter de partido
alternativo, al punto de que algunos sondeos lo destacan como tercero en la lista de los más votados en las próximas elecciones generales.
Semanas atrás decidí votar a Podemos después de haber confiado sistemáticamente en el PSOE/PSC. Lo
hice una vez di cumplida cuenta de la lectura de su programa electoral. Para mí
Podemos más que un partido representa un estado de conciencia, el que ampara la
legitimidad de un pueblo para hacer valer sus derechos, de no estar secuestrada
por una clase política que sistemáticamente protege los intereses de una banca —clave para entender el descalabro económico
que ha padecido este país en los últimos años— y de unos grupos de poder financiero que acaparan gran parte de la
fortuna del estado español, entre otros muchos otros temas que abordaré en un
posterior post. Sin duda, la
naturaleza humana comportará que, tarde o temprano, las discrepancias internas
(máxime al tratarse de una formación que se rige por principios asamblearios;
no en vano, uno de sus focos de alumbramiento fue el 15-M) afloren en el seno de
Podemos, provocando disidencias, escisiones, etc. Pero solo el paso de los años
calibrará la importancia de la entrada de Podemos en la esfera parlamentaria,
agitando ese árbol que ya no daba más
frutos que una desigualdad social cada vez más acentuada, un empobrecimiento de
las clases medias, un sistema sanitario que camina hacia un concepto mixto
entre lo público y lo privado, unas coberturas para los más desfavorecidos que
ponen en tela de juicio el derecho irrenunciable de una vida digna para las
personas en plural... Podemos puede representar una ventana a la esperanza para jóvenes y
mayores en un mundo cada vez más desigual, en que comunismo, socialismo,
liberalismo y conservadurismo han perdido buena parte de su sentido. En el
mundo que nos ha tocado vivir, la defensa del interés de las personas con lo
que ello comporta (educación, cultura, sanidad, etc.) pasa por delante de los
intereses de esos grupos de poder incapaces de aplicar esos principios de solidaridad
más que para sus familiares y la cuerda de influyentes personajes que han
levantado imperios, en ocasiones, merced a la pura especulación. Y puestos a
especular (en la otra acepción del término), prefiero hacerlo en el sentido de confiar en que mi voto para
Podemos contribuirá a una regeneración democrática de nuestro país
y quizás dentro de unos decenios podremos decir que la corrupción política, los
desahucios y otras lacras que afectan a nuestra sociedad forman parte del
pasado.
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miércoles, 2 de julio de 2014
«HUIDA DEL CORREDOR DE LA MUERTE» (2014) de Edward Bunker: «AL MARGEN» DE LA VIDA
En este mismo espacio concluía hace algo más de un año un
escrito harto elogioso sobre Little Boy
Blue (2012) (ir a enlace), de Edward Bunker, destacando sobremanera la capacidad de
equilibrar un texto en que parece converger lo áspero y el valor de la
nostalgia, la dureza y el aliento de esperanza. Un efecto dual que apenas tiene
recorrido en Huida del corredor de la muerte
(2014), una de las obras póstumas de Bunker ya que con anterioridad Sajalín, en su colección Al Margen, había
publicado Stark (2010), que permaneció
inédita en vida del escritor. Posiblemente, el título escogido para la edición
en castellano de Death Row Breakout and
Other Stories (la italiana, la primera de las llevado a cabo, está fechada en 2010) juegue al despiste porque no se trata de un único relato sino
de un compendio de varios que Bunker guardaba en la recámara a la espera que
alguno tuviera viera visos de alcanzar la categoría de novela. Su
fallecimiento, empero, truncó semejante opción, siendo los depositarios de sus
bienes artísticos los que dieron luz verde a la publicación de una amalgama de
textos susceptibles de mejora, quedando unas cuantas de sus historias de ámbito
carcelario sostenidas por unos pilares literarios un tanto endebles en su
entramado narrativo, no así en esa capacidad para hilvanar diálogos extraídos
de la matriz de una realidad penitenciaria de la que fue (a la fuerza) un gran
conocedor. Ante la disyuntiva de editarlos o no, Sajalín pareció dispuesta a
jugar la carta del “completismo” a modo de justificación de una obra que rebaja
ostensiblemente el nivel de calidad de títulos anteriores publicados por el
sello barcelonés. El propio Edward Bunker deja entrever sus dudas sobre el
material en cuestión en una carta enviada a su editor Nat Sobel, “albacea” de
una obra literaria que ha ido ganando adeptos en los últimos lustros a pasos gigantesos,
y que ha significado un auténtico descubrimiento en nuestro país verbigracia de
la pericia y del buen olfato de Sajalín. El contenido de esta misiva sirve para
abrir el fuego de la presente edición, en que a lo largo de seis relatos, a
saber, La justicia de Los Ángeles, 1927,
Entra en la Casa de Drácula, Mía es la venganza, Muerte de un soplón, Huída
del corredor de la muerte y La vida por delante, el escritor angelino traza
una panorámica sobre la realidad de recintos penitenciarios norteamericanos
distantes de cualquier ideal sobre el carácter redentivo de los mismos para sus
moradores condenados por penas de distinta gradación.
Implacable en ese
dibujo humano que trata de explorar en la conciencia de individuos out-system, sojuzgados por el color de
su piel en numerosos casos (el racismo aflora de manera pertinente en el título
de cabecera y en La vida por delante)
y/o por una adolescencia y juventud en que un desliz en forma de hurto
o agresión les conduce hacia una espiral de odio retroalimentado por el dolor y
el desapego familiar, en Huida del
corredor de la muerte (traducida por Zulema Couso) Bunker habla desde la distancia de la tercera persona
pero, al mismo tiempo, desde la cercanía de un submundo donde forjaría su carácter
a golpe de aprender lecciones. Esas lecciones vitales que le impelieron a
escribir conforme a una tabla de salvación cuando la desesperación estuvo a
punto de hacer mella en su persona. Entre punzada y punzada de dolor, Bunker
arrancaría páginas de un brillo muy especial, desgarros emocionales
perfectamente canalizados merced a ingentes horas dedicadas a la lectura. Como
el grupo de presos que tratan de escapar de la prisión de San Quintín, Edward
Bunker hizo de las huídas una especialización, lográndolo en pocas ocasiones, las suficientes, en todo caso, para dar fe de la dificultad de la empresa. En esta obra “de
despedida” el lector encontrará referencias a figuras históricas como Sacco e
Vanzetti —La justicia de Los Ángeles, 1927— o Huey Newton, cofundador del
Partido Pantera Negra—Mía es la venganza— y
criminales del espectro demoníaco que marcarían sus propias reglas en el seno de
una comunidad carcelaria donde la homosexualidad, el racismo y la radicalización
ideológica solían llamar a la puerta de una realidad opaca al conocimiento de
la inmensa mayoría de nosotros. Cierto que el cinematógrafo y la televisión han
explorado estos submundos con especial atención, pero también la letra impresa
puede hablarnos al oído de una existencia infrahumana, tal como expresa Edward
Bunker en este cierre, en forma de coda, de una obra literaria de una extraordinaria
calidad en su conjunto.
Etiquetas:
EDWARD BUNKER,
HUEY NEWTON,
HUIDA DEL CORREDOR DE LA MUERTE,
LITTLE BOY BLUE,
NAT SOBEL,
PANTERAS NEGRAS,
SACCO E VANZETTI,
SAJALÍN EDITORES,
ZULEMA COUSO
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