En el
verano de 2022 tuve ocasión de ver el documental Amando a Highsmith (2022), dirigido y guionizado por Eva
Vitija-Scheidegger. A lo largo de su casi una hora y media de metraje el
documental de marras desvela cuestiones poco conocidas o desconocidas sobre la
vida de la escritora oriunda de Texas incluso para los admiradores de su prosa
literaria. Amén del testimonio aportado por familiares, colegas de profesión y
amigos de Patricia Highsmith (1921-1995), Vitija-Scheidegger debió tener acceso
a (buena) parte de los diarios y cuadernos que la escritora sureña empezó a dar
forma una vez cumplidos los veinte años y que se prolongaría en el tiempo hasta
el fin de sus días. Al cabo de unos meses del visionado de este “revelador”
documental el sello Anagrama publicó dentro de la colección «Panorama de Narrativas» lo que podríamos colegir
una autobiografía «en tiempo real» de Patricia Highsmith,
esto es, la compilación de los diarios y de los cuadernos de la autora de El talento de Mr. Ripley en un volumen
de mil doscientas cincuenta páginas (!!). El apéndice de la presente monografía
da la medida de la dimensión de un proyecto que llevó años tomando cuerpo con
el fin de sumarse al tributo a la figura de Patricia Highsmith en el
cumplimiento del centenario de su nacimiento. Sin lugar a dudas, un trabajo
monumental que partió de ocho mil páginas de manuscritos de diarios y cuadernos
con la rúbrica de Mrs. Highsmith, en un registro propio de alguien afectado de hipergrafía.
Semejante enfermedad de raíz neurológica contiene en su propia definición un
proceso febril de escritura esquivo a
la (auto)imposición de un horario de trabajo. Mas, Patricia Highsmith dejaría
anotados en sus diarios y cuadernos las horas intempestivas en que procuraba su
particular sesión de psicoanálisis a través de la escritura, despojada de
cualquier filtro que pudiera dar lugar a conjeturas, interpretaciones o
suposiciones una vez leídos por otras personas. Poseída de un carácter
autodestructivo con arreglo a una compleja infancia marcada por la ausencia de su
padre biológico, Patricia Highsmith deja patente asimismo su errática vida
amorosa en que su condición de lesbiana dificultó sobremanera su relación con
un entorno social a menudo hostil fuera de determinados círculos alternativos
de la ciudad de Nueva York. En estos ambientes Highsmith deja anotadas sus
visitas al tablao donde actuaba la bailaora Carmen Amaya en la Ciudad de los Rascacielos, puro exotismo localizado
cronológicamente en los años cuarenta, la década del amanecer de su condición
homosexual que había quedado reprimida en su adolescencia y del
(auto)descubrimiento de su pasión por la literatura, a modo de “terapia” para dar
cabida al orden dentro de su caótica e itinerante existencia, con plaza final en
Suiza, al país en el que residió desde los años setenta. Asimismo, de este
periodo queda “registro” en esta mastodóntica obra, conteniendo una escritura
cada vez más deslizada por la pendiente del resentimiento y el
desánimo, dejando entrever una cierta pulsión misántropa en su fuero interno. El
4 de febrero de 1995, a los setenta y tres años, fallecería Patricia Highsmith
en el hospital de Locarno —sito en el cantón italiano del país helvético—
víctima de un cáncer de pulmón —consecuencia directa del tabaco que consumió
con avidez desde su juventud—, asociado a una anemia. Highsmith legó su
patrimonio a la Escuela de Artistas de Yaddo, la que había sido su residencia
durante el periodo de gestación de su primera novela publicada (sin seudónimo),
Extraños en un tren (1951), traducida
en imágenes a renglón seguido de su salida al mercado por Alfred Hitchcock, el
genio nacido en Inglaterra, un país que la escritora norteamericana frecuentó a
lo largo de su intensa existencia con la intención de vivir su particular «sueño europeo», en que los restaurantes y
las cafeterías con aroma propio de algunas de las viejas ciudades del viejo
continente están bien presentes a lo largo y ancho de sus diarios y cuadernos,
buena parte de los cuales podrían ser calificados de «microrelatos» desde la óptica del siglo
XXI. Una centuria que avanza camino de cubrir una cuarta parte de su recorrido sin dejar muestras de un
progresivo olvido de una escritora que cultivó con gran destreza la novela
negra en sus múltiples derivadas.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
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