Hace aproximadamente cien años el
escritor checo Karel Kapek
(1890-1938) utilizó por primera vez el término Robot, a propósito de la obra teatral R. U. R. (1921) que concibió con tan solo veintidós años. Declinación del vocablo checo Robota
que significa en la lengua eslava Estatua humana, a partir de la tercera década
del siglo pasado la expresión Robot quedó fijada a la piel de innumerables
relatos o novelas de autores de ciencia-ficción, desde la «A» de (Isaac) Asimov a la «z» de (Roger) Zelazny, pasando
inexcusablemente por la «L» de (Stanislaw) Lem. Nacido el mismo año
que Kapek dio acomodo a su visionaria pieza teatral, Lem no tardó en
familiarizarse con aquellas historias de «máquinas seudohumanas» que atraía a
un público lector de Centroeuropa, a modo de válvula de escape de la triste y
gris realidad que les envolvía en los tiempos de postguerra. Ya instalado en
los años sesenta su febril actividad de escritor dio carta de naturaleza a «hibridar» distintos
géneros literarios tan del gusto de Lem, valiéndose en ocasiones del relato
corto para urdir pequeñas piezas hiladas bajo
la noción de «fábula». Campo
abierto, pues, para hacer volar una desbordante imaginación que parece —parafraseando
el subtítulo de la biografía de Lem elaborada por Wojciech Orliński— que no es
de este mundo. A diferencia de muchos escritores de su generación y sobre
todo de posteriores, Stanislaw Lem (1921-2006) no parecía cómodo autocensurándose temas o diversas
cuestiones que hubiesen podido acarrearle un progresivo escoramiento hacia lo
marginal, quedando reducido su campo de influencia a estudiosos de su prolífica
obra. Muestra inequívoca que su imaginación no parecía conocer de límites,
autoimponiéndose –eso sí—un conocimiento previo en múltiples disciplinas
inherentes a la ciencia —en consonancia con su coetáneo Isaac Asimov— apto para ser repercutido en sus textos literarios,
deviene Fábulas de robots. Una
quincena de relatos cortos que oscilan ente las siete páginas —«Los tres electroguerreros»— y las dieciocho
páginas —«Los consejeros del Rey Hidropsio»— conforman este
volumen editado por el sello Impedimenta —con traducción de Jadwiga Mauritzio— que tiene un encaje fácil dentro de la cosmogonía del
escritor de origen polaco. Lo es por su desbocado sentido de la inventiva, por
el contorsionismo de una narración
que rehúye de los moldes del cánon,
por una voz que resuena con un velo de humor (más irónico que mordaz) y una mirada
que sirve del concepto de fábula para tejer un manto de historias que socavan una
perspectiva humana de la vida, cediendo el testigo a robots que habitan, por lo
general, en espacios palaciegos en tiempos remotos. Más que aplicarse a un
proceso creativo en que cada expresión, cada palabra, cada frase debe ser medida y sometida a una perenne revisión antes de ser librada al
editor de turno, Stanislaw Lem concibió la escritura (casi) como un acto de pura
combustión, en que las ideas debían quemarse para adoptar una forma
(indefinida) sobre el papel. Ciertamente, la voz anárquica de Lem se puede sentir en cada párrafo de Fábulas de
robots, al tiempo que habitan reflexiones de carácter filosófico y humanista en
su núcleo duro, aquel que parece
inexpugnable a los ojos de lectores prestos a acercarse a un universo literario
de unas proporciones gigantescas. Quizás Fábulas de robots no sea la mejor
puerta de entrada principal al mundo de Lem, pero si una trampilla por la que se puede acceder al mismo y, una vez superada
la experiencia lectora, tener el convencimiento que la sed de conocimiento
sobre uno de los grandes pensadores del siglo XX no ha sido saciada en absoluto.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
martes, 8 de noviembre de 2022
«FÁBULAS DE ROBOTS» de Stanislaw Lem: CÁPSULAS (LITERARIAS) DEL TIEMPO EN ESPACIOS REMOTOS.
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