No tengas un éxito
demasiado temprano, puede ser contraproducente para tu carrera. Este consejo o advertencia se
elevaría a la categoría de aforismo, en especial, entre la comunidad de
artistas que alumbrarían con sus obras el espacio de la música, del cine, de la
literatura y demás disciplinas encardinadas en la cultura. Abril de 1967. Gary
Brooker, ex Paramount, vuelve a probar fortuna creando un grupo cuyo nombre viene
sugerido por el manager Guy Stevens, al toparse con el gato de Keith Reid, el
que se vislumbra el artífice de las letras en su condición de poeta en ciernes.
Procol Harum es lo suficientemente llamativo y, a la par, misterioso para ganar
el consenso del quinteto de nuevo cuño. Un halo de misterio asimismo envuelve
las letras de “A White Shade of Pale”,
el tema por el cual Procol Harum se le asociará por los tiempos de los tiempos.
Ninguna otra canción de la banda inglesa llegaría a eclipsar ni tan siquiera a
aquel tema de cuatro minutos surgida merced a una conjunción de “astros”
favorables bajo la constelación del rock progresivo que iniciaba su particular
singladura por aquel entonces, del r&b
y de la música clásica, dos focos demasiado potentes de los que Gary Brooker
quedaría deslumbrado mientras cultivaba una ecléctica formación.
Me dejo llevar por el vuelo de la imaginación
atendiendo a la circunstancia que la fecundación del óvulo materno para
engendrar a un servidor coincidiría en el tiempo —abril de 1967— con otra creación, la de una pieza musical cuyas escuchas no
parecen tener fin. Una pieza de alto voltaje hipnótico. En esa ecuación
participada por Brooker, el teclista Matthew Fisher y Reid en la escritura de
sus crípticas letras, la música de Johann Sebastian Bach (1685-1750) se extendería
conforme a una alfombra melódica
donde se depositan sobre la misma figuras compositivas propias del rythm & blues y el rock progresivo
en su definición más psicodélica. Ésta hubiera sido una canción que calzaría a la perfección en forma de colofón, de fin de fiesta, de un disco que no sobrepasa los cuarenta minutos de duración. El alma de la canción rezuma un sentido de
despedida; visualizamos esa sala de baile a altas horas de la madrugada,
desnuda de participantes pero con el recuerdo de una pérdida, de una
oportunidad perdida, de un desencuentro que se anuncia a la manera de
despedida. Allí radicaría el quid de la cuestión sobre la intemporalidad de “A White Shade of Pale”, el título que
acompañaría al álbum epónimo para su edición discográfica en los Estados
Unidos.
Más allá de la sombra más pálida que el blanco, en Procol Harum (1967) interfieren igualmente distintos (sub)estilos operados por una formación de combo con el añadido del órgano Hammond comandado por Fisher capaces de actuar en armonía. En el fuero interno de los miembros de la banda
parecía habitar una impostura un tanto lúdica para el bautismo discográfico.
Por momentos, se crea la sensación que asistimos a distintos “palos” del blues: ora contorneándose hacia el que
responde a estímulos más atemperados (“Something Following Me”), sin desgarros
vocales que valgan y con algún que otra requiebro psicodélico que orbita en el
planeta Pink Floyd; ora unos devaneos hacia la bluegrass (“Mabel”) con apremio al sentido lúdico —que asimismo computa en el tema “Good
Captain Clark”— anteriormente
señalado; ora fusionándose con el paisaje rock modelado por las guitarras “conjuntadas” de David Knights al bajo y Ray
Royer.
Procol
Harum se cierra con un tema instrumental en el que resuena con brío el
ascendente “bachiano” localizado en la
pieza mayor del disco. Un fondo musical que parece proyectarse en la luz de los
tiempos del prog rock, buscando en
sus pliegues “metamorfearse” en las construcciones musicales inherentes a una
superbanda del calado de Emerson Lake & Palmer, cuya armadura también estaría
forjada por un órgano del cual se extraían de sus entrañas la fuerza de un demiurgo como Bach. Con estos dos temas situados en ambos “extremos” del disco se mostraría a las claras que la
modernidad de Bach no pasaría inadvertida para varias generaciones de músicos. ELP, Walter (Wendy) Carlos, Hans Zimmer... pero también Procol Harum, instalados, a
las primeras de cambio, en el Olimpo de los custodios de un cancionero
celestial que se mece al compás de las almas dolientes de los habitantes del planeta tierra allá
donde se encuentra una chica más pálida
que el color blanco en el interior de una sala de fiesta.
Invitación a escuchar el álbum completo
Procol Harum (1967) en Youtube
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