Desvelada en uno de los postreros episodios de la primera temporada de Fargo una “misteriosa” conexión con la
producción cinematográfica epónima que atañe a los personajes Stavros Milos
(Oliver Platt) y del locuaz Carl Showalter (Steve Buscemi), respectivamente, en
la ubicación temporal del año 1987, para la segunda temporada de la serie el showrunner Noah Hawley traslada la acción
ocho antes de la fecha indicada. Un salto temporal hacia atrás de veintisiete
años — de 2006 a
1979— en relación a los acontecimientos que toman lugar en la first season (salvo momentos puntuales) que
representa un viaje en el tiempo, no así por lo que concierne a su espacio
geográfico, el propio de Minnesota, epicentro de las distintas historias que se
dan cita en Fargo. Echando mano una
vez más de un inveterado sentido del humor negro, los hermanos Joel y Ethan Coen, de común acuerdo
con Hawley, apelan a la realidad de los hechos narrados en el encabezamiento de
unos títulos de crédito iniciales de la segunda temporada que siguen la tónica en
cuanto a su tono austero, sin una carátula que sirva de sello distintivo más allá
de la tipología y el cuerpo de letras utilizado para el título de la serie,
calcado a la de su ascendente cinematográfico. En ese año-visagra que marca el
final de una década (el constante uso de la split screen es un claro homenaje a este periodo por lo que respecta a su producción cinematográfica) especialmente aleccionadora de la fractura sociocultural
que experimentarían por aquel entonces los Estados Unidos, se localiza un
relato inventado que los Coen y Hawley tratan de recubrir con una pátina de épica
verídica: la masacre de Sioux Falls. Con la salvedad de la fugaz aparición de
uno de los personajes secundarios de la temporada de arranque de la serie, el
reparto de la segunda temporada de Fargo
se renovaría de arriba abajo, pero manteniendo la orientación coral perseguida
desde que se maquinó la serie. Ciertamente, la segunda temporada adolece de un
personaje dotado del enorme carisma de Lorne Malvo (Billy Bob Thornton), aunque
para muchos de los seguidores de la serie tenga en el taimado Mike Milligan (Bokeem Woodbine)
un digno antecesor, un personaje que parece extraído de las viñetas cinematográficas articuladas por
Quentin Tarantino. A propósito de Milligan y los gemelos Gale Kitchen —sus auténticas sombras—, Hawley se cobra
uno de los private jokes que se
deslizan a lo largo de la decena de episodios que conforman la segunda
temporada de Fargo, esto es, el que
hace referencia a un grupo de delincuentes y asesinos a sueldo que podrían ser
conocidos como si fuera una banda de rock progresivo (Mike Milligan and the
Kitchen Brothers). Puntos de humor en el océano
de un relato teñido de sangre, a costa de un encadenado de asesinatos que tiene
su punto álgido en el penúltimo episodio, “The
Castle”. Floyd (Jean Smart), la matriarca de los Gerhardt, parece mirarse
frente al espejo de Emma Small (Mercedes McCambridge) en Johnny Guitar (1953), en su asimilación de un personaje que reviste
autoridad en un mundo de hombres de comportamientos primitivos. Un grupo salvaje que, como en la cinta homónima
dirigida por Sam Peckinpah cabe el tema de la amistad traicionada, provocando
así el “descabezamiento” de un clan familiar afinado en el comportamiento propio
de unos terratenientes del viejo Oeste. La visualización de esos ecos westernianos pueden detectarse en el
episodio en que el agente Lou Solverson (Patrick Wilson) accede a los dominios
de los Gerhardt, enfrentándose cara a cara con el primogénito Dodd (Jeffrey
Donovan), cuyos impulsos salvajes
parece controlarlos telepáticamente Floyd. Dodd será uno de las piezas básicas
que entra en juego en el tablero de Hawley para el tramo final de la segunda
temporada, convirtiéndose en la moneda de cambio para la pareja Peggy (Kirsten
Dunst) y Ed Blumquist (Jesse Plemons, revestido en un personaje de pocas luces empleado en una carnicería),
situados en una constante montaña rusa desde el primer episodio que compromete
a una serie de asesinatos en el interior de la cafetería Wafle Hut y en los aledaños de
la misma. A propósito de la manera en que trata de entretenerse la fabuladora Peggy cuando su
marido se ausenta de la cabaña que les sirve de refugio, Hawley se cobra un
guiño a la película seminal cuando la esteticien aporrea el aparato de televisión,
cuyas imágenes se ven un tanto borrosas. Una “anomalía” acaso derivada de
presencias extraterrestres en ese enclave gélido de los Estados Unidos, en un
año especialmente proactivo en presuntos avistamientos de OVNIS desde un
planeta en que día tras días los periódicos recogían en sus páginas de sucesos
casos de asesinatos de muy distintas naturaleza. El de la masacre de Sioux
Falls sería uno de ellos, aunque solo operara en la imaginación de los traviesos hermanos Coen, alineados con
el pensamiento de Noah Hawley a la hora de “transgredir” el modelo de serie afianzado
en el principio de continuidad, en que necesariamente cada temporada debe
contar con un reparto similar. Todo parece indicar que esa forma de “transgredir”
sigue vigente de cara a una tercera temporada cuya emisión está prevista para
la primavera de 2017.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
jueves, 6 de octubre de 2016
«FARGO» (2015): SEGUNDA TEMPORADA: LA MASACRE DE SIOUX FALLS
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