Caer en el desánimo y la resignación parece moneda de
cambió común entre aquellas personas o grupo de personas dedicadas a labores culturales, algunos
desde una vertiente profesional y otros desde una óptica puramente amateur. Hemos conocido a lo largo de
2013 noticias sobre cierres de salas cinematográficas, sobre todo localizadas
en pequeñas o medianas ciudades del territorio español porque, calculadora en
mano, sus gestores han visto inviable seguir manteniendo un negocio cuyo IVA se ha encaramado hasta el 21%, además de requerir de un «plan renove» en forma de reconversión de lo
analógico a lo digital, que deben asumir en su mayoría por el propio
empresario. Ante semejante realidad, éstos han tratado de revertir la situación
con iniciativas de descuentos en la entrada tras la excelente respuesta
obtenida con el día del cine que superaría las expectativas incluso más
optimistas. Rebajar el precio de las entradas puede suponer un arma de doble
filo al “acostumbrar” al espectador a una determinadas tarifas que no
sobrepasan los 6 € por visionado de película, pero al menos sirve de «dique de contención» a expensas que el sector acabe regulándose con unos criterios al
dictado de la lógica, y no del afán recaudatorio mórbido de un gobierno que ni siente ni padece cuando se trata de
prender fuego a una cultura patrimonio de la humanidad, la que nos hace mejores
como individuos, la que alienta nuestra capacidad de razonar y, por
consiguiente, de crear un tejido humano entre personas de distintas
“sensibilidades”. Ese mismo tejido humano que ha hecho posible y viable un
“pequeño milagro” en las Islas Baleares, y más concretamente en Palma de
Mallorca al levantar un proyecto del que las autoridades locales, a priori, se
mostrarían cuanto menos escépticas. Se trata del desempeño de un grupo de
apasionados del cine que unirían esfuerzos para sacar a flote unas salas
comerciales pertenecientes a la cadena Renoir hundido en unas turbulentas aguas
donde la luz de los proyectores se ha apagado y el patio de butacas ha quedado
huérfano de público. Dar la vuelta a esta desasogante realidad no ha sido fácil
para estos voluntariosos aficionados, pero una vez más el tesón y el sentirse
partícipe de un proyecto común de una manera solidaria han llevado a saludar,
un año y medio después de una junta que marcaría un punto de inflexión en el
desarrollo del mismo, la consolidación de Cineciutat Palma de Mallorca conforme
un hecho sobradamente probada su eficacia. Una modélica gestión amparada en un
concepto cooperativista que había tenido un fuerte arraigo en los años 70, ha propiciado este
pequeño “milagro”, con una programación estable que no descuida el valor de los
clásicos a través de la celebración de ciclos retrospectivos. Un “caldo de
cultivo” imprescindible para fomentar una cinefilia que no sea esclava de una
modernidad más como pose que como verdadera fuente de conocimiento y
aprendizaje. Así pues, el equipo que forma parte de CineCiutat (fonéticamente
con resonancias a Cinecittà, los estudios italianos que dieron cobertura, entre
otros muchos, a los sueños de Federico Fellini) Palma de Mallorca toma el
relevo a Enrique Redel de Editorial Impedimenta en la distinción anual en este
veterano blog de personas o grupo de personas que contribuyen a dinamizar el
parque cultural de un país que cada vez debe fiar más su suerte al ingenio, la
habilidad, la perspicacia y la constancia de sus ciudadanos. Mil cuatrocientos
de estos ciudadanos han sido los que han avalado un proyecto que nacía cuál
entelequia y que hoy en día deviene el espejo con el que mirarse esas
localidades del estado español que resisten a quedarse sin salas de cine. La
ciudad de Majadahonda, localizada en las cercanías de Madrid, esperemos
que sea una de tantas que persiguen emular la iniciativa de Cineciutat de les
Illes Balears con similares resultados. Gratitud infinita, pues, a esos rostros
anónimos que nunca abrirán los telediarios por una obra realizada que debe
merecer el aplauso de todos los interesados en la cultura. En todo caso, las
compensaciones ya llegan al ver un patio de butacas lleno y una pantalla en que
vuelve a cobrar vida a través de historias que nos emocionan, nos provocan
reflexión y/o nos llaman a esbozar una sonrisa. Ahora toca perseguir nuevas
ilusiones. Mi más sincera enhorabuena.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
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1 comentario:
Muchas gracias, Christian, por esta distinción, en nombre de todo el colectivo que formamos CineCiutat. Esperamos verte alguna vez por el cine, si vienes por Palma.
Salut
Pedro Barbadillo
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