miércoles, 10 de julio de 2013

HARRY HOUDINI. CÓMO HACER EL BIEN EL MAL: LA ILUSIÓN DE LA PALABRA

Una extraña, por improbable, coincidencia se ha dado en el mundo editorial en lengua castellana en los últimos meses. Dos obras de muy distintos sesgo la una orientada hacia el lector infantil y juvenil, y la otra para los abonados al campo del ensayotienen en la relación suscitada entre Harry Houdini (1874-1926) y Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) un hilo en común. Mientras Ana Campoy deja filtrar en su novela El gran truco de Houdini (2013) la quinta entrega de la colección de literatura infantil Las aventuras de Alfred y Agatha una amistad entendida merced a la admiración mútua que se profesaban, el ensayo Harry Houdini. Cómo hacer bien el mal (2013) contiene un extenso prólogo a cuenta del creador de Sherlock Holmes para luego ceder el testigo al denominado «Rey del escapismo». Un volumen que voltea la concepción que podamos tener de antemano sobre Harry Houdini en virtud de su asimilación exclusiva al terreno de la magia y del escapismo. Allí donde se ganaría el favor de un público que no podía dar crédito de las hazañas de un temerario en toda regla como fue Harry Houdini.
   Puede que el primer contacto con el personaje de Houdini provenga de un muy lejano visionado televisivo del biopic parcial acometido por George Marshall, asumiendo el rol protagonista un Tony Curtis en pleno auge. Desde entonces me he dejado acompañar de abundantes lecturas sobre ese fenómeno de la naturaleza que distaba de tener rasgos parejos a los de Tony Curtis, pero pertenecía a un mismo origen común. Al igual que Curtis, su asecendencia judía llevaría al atribulado escapista a cambiar su nombre de origen Erik Weiszy adoptar el que ya nunca más le abandonaría y con el que se hizo célebre. Lo que llama la atención de manera especial de Harry Houdini. Cómo hacer bien el mal es que presenta una colección de textos escritos por el propio Houdini, algo ciertamente inusual al manejarnos con bibliografía en lengua castellana sobre tan ilustre artista. De tal suerte, se nos muestra esa cara mucho menos conocida y reconocida de Houdini, la de escritor que había publicado muchas piezas sueltas en revistas sobre todo especializadas en ilusionismo y magia. La obra que tengo entre manos compila algunos de estos textos en que hace un somero repaso de las distintas formas del «Mal» que se camuflan en nuestra sociedad, con arreglo a prácticas destinadas a desafiar a las autoridades competentes (robos de carteras, pequeños hurtos, etc.), o las que persiguen un efecto ilusorio toda vez que se formulan sobre los escenarios. Para éstos últimos, Houdini dedica unas páginas a la hora evaluar algunos de los nombres propios que, en algunos casos, fueron referentes inexcusables para él mismo —el decano Harry Kellar , así como regar de anécdotas sobre compañeros de profesión (en algunos casos con el fin de desenmascararlos) para esta parte central del ensayo en cuestión. Con todo, lo que en verdad infunde categoría a esta obra se circunscribe al mencionado prólogo treinta y cuatro páginascon la rúbrica de Conan Doyle, y el relato Bajo las pirámides (1917) que Houdini filmaría al alimón con Edgar Alan Poe (1809-1849). Una joya sin desperdicio alguno en que ficción y realidad se confunden bajo un mismo manto literario, erigiéndose Harry Houdini en una víctima de las circunstancias, la de una fama que se cobraría sus peajes. No cabe duda que Poe, al encargarse del texto Under the Piramids, afinaría en los aspectos estrictamente literarios, relativos al estilo, mientras que Houdini aportaría el relato de una experiencia casi sobrenatural y quién sabe si alguna que otra afortunada expresión. Conan Doyle parece soslayar esta aportación fundamental de su coetáneo Poe al escrito en cuestión, y de esta forma, trata de establecer una hipótesis de trabajo en que apunta sobre la existencia de «dos» Houdini escritores. A falta de familiarizarme con más textos elaborados por Erik Weisz con arreglo a su vena literaria encauzada hacia la novela o los relatos cortos, la verdadera magia literaria es patrimonio de Poe en este espléndido Bajo las pirámides. En cualquier caso, la publicación de este texto a cargo de la editorial Capitán Swing eleva la mirada sobre un artista que quiso escapar del encasillamiento a toda costa. Seguir el rastro de Houdini desde que abandonara su hogar, en su Budapest natal, a muy temprana edad es una aventura, un desafío en sí mismo. Parecía guiado por el don de la ubicuidad. Él fue el primero en sobrevolar Australia en avión. Escribió y se empeñó en construir una biblioteca con decenas de libros en sus estanterías. Leyó ingente material sobre ilusionismo y ciencias denominadas esotéricas. Dirigió, interpretó y produjo películas. Combatió a los espiritistas, entre los cuales se alinearía el propio Conan Doyle. La criptografía formaban entre sus entretenimientos, tal como se desprende de uno de sus escriptos, a partir de una anécdota en forma de providencia. 
   La grandeza de Houdini no ha tenido, a fecha de hoy, traducción en la gran pantalla que le haga justicia. Es un proyecto pendiente que tan solo se formula al alcance de cineastas con un pronunciamiento mesiánico en su voluntad por entender la vida. Paul Verhoeven estuvo empeñado en semejante propósito pero claudicó al no encontrar la manera de resolver, a efectos dramáticos, la relación suscitada entre Erik y su madre por la que sentía auténtica devoción y con quien se quiso comunicar en el Más Allá... del bien y del mal. Dos términos antagónicos que se conjugan y conjuran en el título de esta obra que agranda aún más la leyenda de Harry Houdini en sus múltiples derivadas artísticas.     

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