Stray Gators, un grupo creado en el marco del sinfín de sinergias que se dieron en la ciudad de Nashville a finales de los años sesenta, con toda probabilidad no pasará a los anales de la historia de la música como tal. Pero no puede decirse lo mismo de algunos de sus miembros, en especial para un par de ellos que fueron vitales para el desarrollo de la carrera artística de Neil Young: Jack Nitzsche y Ben Keith. Nacidos ambos en 1937 —algún día se debería hacer un pormenorizado estudio estadístico que dejaría este año, a buen seguro, como uno de los más productivos en cuanto a alumbramientos de artistas en los USA en la pasada centuria—, lo paradójico del caso es que Nitzsche, el pianista de la banda, había sido el principal «benefactor» de Young cuando éste trataba de trazar una carrera en solitario fuera de los dominios de Buffalo Springfield, una formación de vida efímera que podría decirse, murió de éxito. Pero antes de «expirar» BS dejaría joyas del calibre de Expenting to Fly —incluída en el álbum Buffalo Springfield Again (1967)— para la que Young contaría con la inestimable colaboración de Nitzsche en calidad de arreglista, quien no cejó en su empeño hasta dar la forma y ofrecer el tono justo a una canción que ha resistido como pocas de la cosecha de la banda californiana las embestidas del paso del tiempo. Otra cosecha, la del ‘72, sería la que marcaría el punto de partida de una larga y prolija asociación entre Ben Keith, steel guitar de los Gators, y el «canadiense de oro». Presumiblemente concentrado en menesteres que no pasaban por seguir al dedillo la ejecutoria profesional de los front man o «espíritus» musicales en alza de la costa Oeste de los Estados Unidos, Keith acudió a la cita de las sesiones de grabación de Harvest con la certidumbre que Neil Young no había acumulado trabajo alguno como solista, y su conocimiento sobre él lo fiaba a los ecos que le llegaban en torno a la superbanda Crosby, Stills, Nash & Young. Por aquel entonces, Ben Keith trabajaba en una longitud de onda distinta a la que se cocía en las soleadas costas californianas, habiéndose forjado al frente de la banda de nombre tan poco sofisticado como A Team, en consonancia directa con las hechuras de cuarteto que aspiraba a modelarse en la tradición del blues y del jazz, a modo de bastiones de la música que se estilaba en los locales de Nashville. Para Keith, el primer golpe de suerte había llegado tiempo atrás cuando participó en la elaboración del tema I Fall to Pieces, cantado por Patsy Cline, convirtiéndose de la noche a la mañana en un hit casi con la misma celeridad que lo haría treinta y cuatro años más tarde cuando produjo el álbum de debut de Jewel, Pieces of You (1995), encaramado en las listas de obras musicales más vendidas a las pocas semanas de su presencia en tiendas. Su puntual unión con Cline le abriría las puertas del sector musical y le retuvo durante toda una década en Nashville. Pero la entrada de Young en su vida personal y profesional trastocó todos los planes de Keith por echar raíces en la tercera ciudad que había residido, descontando su Fort Riley (Kansas) natal, y Kentucky. La siguiente y definitiva parada sería a unas decenas de kilómetros de San Francisco, donde Neil Young concibió el rancho Broken Arrow, su comunidad orlada de hippies, pero con los bolsillos bien llenos merced al aclaparador éxito de Harvest y lo que estaría por llegar. La resaca de aquel éxito condujo a operaciones que desataron todo tipo de excesos y de la que resultó especialmente damnificado el tour de Time Fades Away (1973-1974), en el que tuvieron parte activa los Stray Gators. De aquella pesadilla de gira quien saldría reforzado sería Ben Keith, quien acabaría convirtiéndose en uno de sus más fieles colaboradores de Neil Young. Citar la lista de álbumes o CD’s de Mr. Young en los que aparece en los créditos principales Ben Keith es tanto como reseguir lo más granado del canadiense en el curso de cuatro décadas, con especial distinción para Old Ways (1985) y Silver & Gold (2000), dos de las obras que reivindico sin ambajes en el libro que escribí el año pasado con un subtítulo, La leyenda desconocida, que podría extrapolarse a esta figura señera de la música llamado Bennett Keith Schaeufele, artísticamente, Ben Keith.
La escasez de perfiles o reseñas que ha generado la muerte de Ben Keith no puede por menos que moverme a la desazón por cuanto la importancia de éste ha sido considerable en la evolución de la obra de uno de nuestros —me refiero a efectos de la humanidad— grandes nombres de la música contemporánea: Neil Young. Bien es cierto que esa condición de multiinstrumentista de Keith quedaría eclipsada al afrontar el puesto de «lugarteniente» de Young en una lista amplia de piezas grabadas en estudio y, de esta forma, dejar poco espacio para sus «creaciones» personales —To a Wild Rose (1984) y Seven Gates: A Christmas Album by Ben Keith and Friends (1994), una relectura de temas tradicionales y mainstreams relacionados con el motivo navideño— o quedar en un segundo término sus contribuciones para estandartes de la música como Ringo Starr, J. J. Cale, Emylou Harris, Linda Ronstadt o Todd Rundgren. Ese «comodín» del que Young extrajo el máximo partido, le valdría para amueblar sus propuestas creativas con el sonido de la pedal steel, instrumento del que Keith era un consumado especialista, sin menoscabo a su dominio de la steel guitar, y los respetos que merecía cuando se colocaba frente al piano o incluso cuando no tuvo reparos en tocar el saxo alto en la grabación con los Blue Notes de This Note's for You (1988), que representaría una vuelta al pasado, rememorando su paso por A Team.
Presumo que el deceso de Keith ha despertado en Neil Young una tristeza tan honda como la que le había generado en su día la pérdida del productor David Briggs. Winnipeg, la ciudad de adopción de Neil Young, sirvió de marco para calibrar la toma de temperatura de ese corazón nuevamente herido del canadiense. Su Old Man tocado en fechas recientes no tuvo el propósito de acudir a la memoria de su vecino de Broken Arrow Louis Avella, para quien había escrito las letras de esta emotiva canción; lo hacía desviando el pensamiento para ese músico con mayúsculas que supo de motu proprio que la vida tiene fecha de caducidad. Su contribución, como la de tantos músicos anónimos, no puede por menos que estamparse en un visado para la eternidad. Gracias Ben, Old Man. Descanse en paz.
1 comentario:
Me ha gustado tu entrada/homenaje al gran Ben Keith. Quien nos iba a decir que el concierto del primavera sound de Bcn y el de Donosti, serían los últimos en nuestro país, de este gran músico. El cielo se está llenando de grandes músicos...Hasta siempre.
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