A punto de cumplir la mayoría de edad, Shelag Delaney sorprendía a propios y extraños con la escritura de una obra teatral que llevaría por título A Taste of Honey, representada por primera vez sobre las tablas en 1958 en el Theatre Royal Stratford East, sito en la capital inglesa. Desconozco cuáles habían sido los referentes de Delaney a la hora de conformar una historia que, en primera instancia, la idearía como novela, pero no me extrañaría que supiera el relato de la vida de Cleo Laine y Johnny Dankworth, dos jóvenes nacidos en el mismo año —1927— en el que el jazz ejerció de «maestro de ceremonias» y puso la banda sonora de fondo de una unión que tan sólo se quebraría hace unas cuantas semanas con la muerte de éste último. Como se describe en la obra de Delaney, la relación interracial que comprometía a Cleo Laine y Johnny Dankworth no sería demasiado bien saludada por ciertos sectores de la sociedad británica, pero al cabo los «nubarrones» de la intolerancia empezaban a disiparse en un cielo liberado de determinados prejuicios que se medían, entre otras consideraciones, por el color de la piel de los individuos. Invariablemente, el asentamiento del jazz en determinados círculos de la sociedad civil británica contribuiría a derribar esos tabúes edificados sobre el odio racial por el componente de mestizaje que lleva implícito este género musical. No en vano, Dankworth, quien se convertiría en uno de los «hijos pródigo» del jazz en las Islas Británicas había visto la luz cuando tuvo ocasión de asistir a una velada musical donde resonaba el saxo alto del gran Charlie «Bird» Parker. A partir de entonces, ese mismo instrumento acompañaría a Johnny Dankworth, pese a que su silueta en nada se asemejaba a la robustez de Parker. Al tiempo que «Bird» se abandonaba a su suerte después de su célebre tour europeo, y concluiría su ciclo vital a los treinta y cuatro años, a esa misma edad Dankworth trazaba una trayectoria inversamente proporcional a la de su ídolo. El jazzman londinense había saboreado las mieles del éxito sobre los escenarios —al frente de su Dankworth Seven— con piezas de su propia cosecha —Experiments with Mice (1956) y African Waltz (1960)— y el cine empezaba a llamar a su puerta. De manera indirecta, Dankworth participaría en el «acta fundacional» del free-cinema a través de una serie de programas con una asistencia masiva de público, que incluía pases del cortometraje We’re the Lambeth Boys (1958), una de las primeras producciones del cine británico en cuya pista de sonido se adivinaban acordes jazzísticos. Tony Richardson se encargaría de manufacturar este corto, volviendo a confiar en Dankworth —tras una serie de proyectos, entre los cuales figuraba un montaje en Broadway de la obra A Taste of Honey— para la elaboración de la partitura de Sábado noche, domingo mañana (1960), en la que el primero oficiaba de productor. En los happy-sixties Johnny Dankworth concentraría su significativa aportación a la música de cine, en una época en la que productores y directores parecían complacidos con ese maridaje entre jazz e imágenes. Bien es cierto que otros compositores del mundo anglosajón adscritos al celuloide en los sesenta y en adelante habían tenido una formación jazzística —sus tocayos John Barry, Johnny Mandel y John Scott, entre otros— pero Johnny Dankworth fue el que hizo una mayor contribución a este género musical desde diversos frentes: el estrictamente cinematográfico —El criminal (1960), Darling (1965), Modesty Blaise (1966), etc.—; el televisivo —la sintonía de la archipopular serie Los vengadores (1961)— y la composición para las diversas formaciones en las que participó activamente, sobre todo a partir de haber sufrido un cierto «desencanto» con la gran pantalla iniciada la década de los setenta.
Figura reconocida, que gozaba de una cierta popularidad en Gran Bretaña —compartida con su esposa, ahora viuda, Cleo Laine, una jazz-singer de la que me ocuparé en un futuro post—, Johnny Dankworth apenas ha tenido eco en las páginas impresas o ediciones digitales de los diarios —dando por descontado la ausencia de referencias en otros medios— de nuestro bendito país. Por lo que concierne al Séptimo Arte, se le suele ligar al free-cinema pero, en realidad, su aportación fue más bien limitada a un par de títulos —la citada Sábado noche, domingo mañana y Morgan, un caso clínico (1966), ambas dirigidas por el checo Karel Reisz— si dejamos al margen el mencionado corto con el que debutaría en el medio y excluímos Darling, un título que en modo alguno sigue los postulados del movimiento auspiciado por los angry young men al tratar un tema de infidelidad conyugal en el seno de la clase media inglesa. Pero ya se sabe que llega un punto que para algunos todo cobra un sentido homogéneo, uniforme como el pensar que el jazz sigue patrones musicales que se repiten n veces o de los que derivan bucles melódicos que solo el coineusseur de las esencias del género sabe distinguir. Es por ello que cabe agudizar el oído para dejarse llevar por la sabiduría musical de prohombres del jazz como Johnny Dankworth, en la que el apreciar los matices revelan el amplio contenido compositivo de su obra pautada para la gran pantalla y fuera de la misma. Descanse en paz, Mr. Dankworth.
Invitación a escuchar en Youtube el tema Tomorrow's World en homenaje a Johnny Dankworth
Invitación a escuchar otros temas de Dankworth en YouTube de la parte izqda. del blog
Invitación a escuchar otros temas de Dankworth en YouTube de la parte izqda. del blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario