Al fallecer hace unos pocos días Paul
Auster (1947-2024) me preguntaba, entre otras cuestiones, el porqué ninguno de los
principales integrantes de una excepcional generación de escritores estadounidenses
ha obtenido el Nobel de Literatura hasta la fecha. En nuestro país podemos
calibrar la importancia de la aportación a la Literatura de algunos de los
integrantes de esta excelsa generación como John Irving (n. 1948), Stephen King
(n. 1947), James Ellroy (n. 1948) o el propio Auster, dado que sus respectivas
obras llevan tiempo circulando en el mercado nacional en lengua española. En
cambio, Thomas Coraghessan Boyle (n. 1947) ─en arte, T. C. Boyle─ apenas había
asomado, a nivel editorial, en el estado español en periodo finisecular con su
voluminosa novela El balneario de Battle Creek (1993), a rebujo del
estreno de la adaptación cinematográfica llevada a cabo por el inglés Alan
Parker, cuyo relato pivota sobre el pintoresco doctor Kellogs. Pero a partir de
la segunda década del siglo XXI el sello Impedimenta ha propiciado una «operación
rescate» de uno de los más distinguidos escritores norteamericanos a través de
la publicación de algunas de sus novelas y, desde la primavera del año en curso
de su prolija actividad en calidad de cuentista. No en vano, presumo que un
considerable porcentaje lectores estadounidenses han entrado en contacto con el
universo literario de Boyle a través de su «especialidad» como cuentista. Al
respecto, hay donde escoger porque, a día de hoy, son diez los volúmenes de
cuentos o relatos cortos que Boyle ha visto publicados. Dos de ellos han
servido de base para los Cuentos incompletos que acaba de ver la luz en
librerías en el estado español con la rúbrica de un neoyorquino ─al igual que
el finado Auster─ que lleva mucho tiempo instalado California, un «punto
caliente» de la geografía estadounidense que sigue sufriendo toda suerte de
calamidades climáticas, en particular una oleada de incendios de gran magnitud por
su virulencia, uno de los cuales llegaría a devastar su domicilio cercano a
Santa Bárbara. Con todo, T. C. Boyle no ha perdido su peculiar sentido del
humor que queda reflejado en no pocos de los cuentos que jalonan el presente
volumen conformado por un total de cuarenta y cuatro relatos extraídos de Stories
(1998) e Stories II (2013). Los mismos basculan entre la decena y la
treintena de páginas, en que Boyle deja al descubierto su proverbial dominio y
riqueza del lenguaje al servicio de historias que, a buen seguro, podían tener
un desarrollo más extenso. Pienso, por ejemplo, en «Después de la plaga»
(1998), en que el lector penetra en un espacio de devastación, el provocado por
una epidemia de naturaleza vírica, dando carta de naturaleza a una historia al
más puro estilo Last Man on Earth. Botón de muestra del humor
(corrosivo) que invade a la escritura de Boyle lo encontramos, por ejemplo, en
un párrafo de este relato cuando razona (en tercera persona) que dos de los
personajes supervivientes de la devastación «… bebían coñac de una bota y
hacían el amor envueltos en propileno, Gore-Tex y nailon». Un modo de
entender la práctica sexual que conecta con el principio vector que rige la
relación entre los protagonistas de «Amor moderno», la primera de las
piezas integradas en este volumen. Al término del relato se hace referencia a
la enfermedad de Lyme. Ironías del destino, el propio T. C. Boyle sufrió dicha
enfermedad muchos años después de escribir esta pieza incluida en Stories.
Una enfermedad que afecta a la piel, endémica de zonas como el sureste de los
Estados Unidos, allí donde sigue dando clases ─en la UCLA─, cuya trayectoria llama
a las puertas de un Nobel de Literatura que se ha resistidos a una
generación excepcional de escritores USA de registros disímiles. De todos ellos
Boyle es quien ha seguido (obstinadamente) dedicado al relato corto, en
paralelo a su quehacer como novelista desde su irrupción a mediados los años
setenta hasta la fecha con su última obra, Blue Skies (2023), ya en fase de
preparación por parte de Impedimenta para su puesta de largo en librerías de
cara al próximo curso. Mientras tanto, podemos deleitarnos con estos Cuentos
incompletos socorridos por una punción humorística que llama a la
desmitificación en el caso de «En lo profundo» (1975), a propósito de la
figura del oceanógrafo Jacques Yves Cousteau o de «Beat» (1997),
colocando en el centro de su trama ─a medio camino entre el homenaje y la
sátira─ a los (Allen) Ginsberg, (William) Burroughs, (Jack)
Kerouac y (Neal) Cassidy. Asimismo, de sus páginas podemos extraer una expresión
─«hypster»─ que hizo fortuna en nuestro país en los años previos a la
irrupción de la pandemia, justo el periodo en que Impedimenta fijó su atención
en T. C. Boyle con el ánimo de dar a conocer su vitaminada obra incompleta…
gracias a su desempeño diario de seguir escribiendo sin parar.