En plena promoción de su libro Cannibals and Missionaires (1979) Mary
McCarthy (1912-1989), en una de sus raras comparecencias en los medios de
comunicación, aprovechó la ocasión para «ajustar
cuentas» con Lillian Hellman (1905-1984) en el
programa de audiencias millonarias The
Nick Cavett Show. El rubio presentador se quedó estupefacto cuando McCarthy
dijo de su colega de profesión que «todo lo que escribe Hellman es mentira». Para muchos de los jóvenes telespectadores del programa de la
ABC la sentencia de McCarthy debió sonar exabrupto propio de un carácter que
con el paso de los años se irían agriando y no le importaba arremeter a tumba
abierta contra aquellas personas con las que había intercambiado reproches desde
sus respectivas trincheras ideológicas
aun permaneciendo ambas al espectro de izquierdas en el seno de la sociedad
norteamericana. Resulta especialmente irónico que semejante descalificación fuese
expresada en boca de Mary McCarthy, una escritora que se había procurado gran
parte de la popularidad que arrastraba consigo gracias a una serie de «ficciones»
literarias que fueron construidas sobre la base de experiencias propias en
distintos ámbitos y/o etapas de su vida. Dos de estas piezas literarias han
encontrado cobijo en el sello
editorial Impedimenta, en primera instancia El oasis
(1949) en 2018 y desde hace unas semanas El
grupo (1963) con traducción a cargo de Pilar Vázquez. Ciertamente, sendas
novelas están interconectadas por el hilo
de la realidad vivida por McCarthy y por unas dotes de observación sobre su
entorno que hacen pensar, a bote pronto, que la escritora estadounidense debió
llevar un diario que la sirviera de guía de cara a mostrarse, ya en el plano de
la «ficción»,
sumamente detallista en la recreación de determinados ambientes y situaciones,
a la par que radiografiaba a personajes que se movían en los intersticios de la
intelectualidad de su país de origen en el periodo de entreguerras.
Al correr de la lectura de las páginas de El oasis hace un par de años pude medir el alcance de la fortaleza literaria de McCarthy residente en esa mirada precisa y detallista que denota sus excelentes dotes de observadora y su capacidad por desnudar ese juego esnobista que se procuran gran parte de los representantes de una elite intelectual. De ahí que el anuncio de Impedimenta en el más crudo invierno pandémico que saldría al mercado editorial El grupo me apremié a reservar horas para la lectura de la que sin lugar a dudas deviene la Opus magna de Mary McCarthy, título insoslayable a la hora de encabezar aquellas novelas que marcaron un hito en la forma de retratar las vidas de (ocho) mujeres cuyo paso por la Vassar College —la misma universidad a la que había acudido la escritora oriunda de Seattle— marcó una voluntad de emancipación, una necesidad de dinamitar los convencionalismos enquistados desde tiempos inmemoriales en los que se daba por sentado comportamientos gregarios en relación a la sacrosanta institución patriarcal. En el tiempo de su publicación en los Estados Unidos la novela generó una notable polémica alimentada —como en tantas otras ocasiones— por el fuego de la intolerancia proveniente de instituciones que siguen velando por la salvaguarda de la moralidad y de la perpetuación de una tradición secular. Visto en perspectiva, cabe poner en valor el arrojo de Mary McCarthy de narrar una historia que para infinidad de mujeres de su época supuso una auténtica revelación, un despertar sobre todo lo que conlleva la sexualidad desde el prisma femenino. Pero más allá de estas cuestiones El grupo puede ser evaluado conforme a un fresco histórico que envuelve la realidad de ocho mujeres en un mundo que, si bien muy alejado de la noción de aldea global, sí permitía ampliar el foco hacia lo vivido en suelo europeo con alguna que otra alusión a la realidad de nuestro país a través del personaje de Gus (quien encarga «una antología de poesía republicana, un ensayo con fotos sobre las Brigadas Internacionales, una nueva traducción de El Quijote (…)»). Sería precisamente su profundo conocimiento sobre las estrategias políticas que se dirimían en el viejo continente en los prolegómenos y durante la Segunda Guerra Mundial lo que condujo a Mary McCarthy a mostrarse muy crítica con el estalinismo, marcando así un enconado debate con aquellos intelectuales estadounidenses que, como Hellman, defendían la política del dictador soviético. Asuntos políticos que se filtran en subsuelo de una narración de suprema importancia en lo sociológico y en lo estrictamente literario a través de sus más de cuatrocientas cincuenta páginas por lo que concierne a la edición de Impedimenta con una portada —la instantánea The Debutante Who Wait to World (1950) convenientemente coloreada— extraída del legado como fotógrafo de Stanley Kubrick en la revista Look Magazine. En uno de los mayores elogios que ha leído proveniente de un colega de profesión, Sidney Lumet expresó que «cada mes que pasa y Kubrick no rueda una película es una gran pérdida para el cine». Para alguien acostumbrado a rodar si no cada mes, cada año de una manera continua durante varias décadas, Lumet dirigió la adaptación cinematográfica de la novela El grupo contando con varias debutantes entre su equipo artístico. En nuestro país se produjo su puesta de largo una vez concluida la dictadura franquista, a mediados de una década en que Mary McCarthy seguía mostrándose una voz disidente del stablishment y, en singular, de la Administración Nixon. No obstante, sería su producción literaria librada en el periodo anterior a la llegada de Richard M. Nixon a la Casa Blanca la que la procuró un reconocimiento a nivel mundial que a día de hoy sigue resonando gracias a iniciativas como las de Impedimenta, en que vuelve a colocar en la bandeja de novedades un título definitorio de una escritora avanzada a su tiempo.
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