Para la inmensa mayoría de
lectores de nuestro país la literatura alemana sigue siendo una auténtica
desconocida más allá de la obra de algunas personalidades bien significativas a
escala mundial. A las puertas del siglo XXI, Günther Grass recibió el Premio
Nobel de Literatura y con ello el repunte de ventas de determinados textos
suyos cumplió, una vez más, esa inveterada tradición
no escrita. Mas, su muerte acaecida en 2015, devolvió a la figura de Grass a un
plano de actualidad, yendo de la mano de una polémica por su presumible pasado
vinculado al nacionalsocialismo mucho antes de convertirse en un literato de
fama mundial. En cambio, la noticia del deceso un año antes de Siegfried Lenz
había pasado absolutamente desapercibida en los medios de comunicación
españoles, en cuyas redacciones debían fruncir el ceño al unísono cuando aparecía
en alguna página de un diario digital allén de nuestras fronteras su nombre. Esta
realidad sería bien distinta en Alemania, ya que Siegfried Lenz se le relaciona
sobre todo por haber escrito Deutschstunde
(1968), novela de lectura obligada en las escuelas germanas de grado medio. A
modo de aperitivo, el sello Impedimenta había publicado en 2014 El barco faro (1960), cuya adaptación a
la gran pantalla, como detallo en mi escrito para el portal www.cinearchivo.net (ver enlace), fracasó
en taquilla pese a lo atractivo de su reparto y de un director, el polaco Jerzy
Skolimowski, con pedigrí de cineasta de culto. Con el apoyo del Ministerio de
Asuntos Exteriores Alemán para su traducción —una labor titánica a cargo de Ernesto Calabuig— Impedimenta ha acometido en el otoño de este 2016
la publicación de la Opus Magna de Lenz, Lección de alemán, en una firme voluntad
por otorgarle el rango de importancia que no pudo merecer en vida, cuanto menos,
desde la perspectiva de la edición en lengua castellana.
“Eterno” aspirante al Premio
Nobel de Literatura —distinción que, además de Grass,
recibió HeinrichBöll en 1977, para los que fueron dos de sus compañeros de
generación integrados en el denominado Grupo
47—, Lenz demuestra con una sola
pieza literaria, Lección de alemán,
el alcance de su maestría en una narración extremadamente detallista, precisa,
llena de brillo en el uso de las expresiones que inflexiona hacia lo alegórico
(un trazo distintivo de El barco faro)
y que convierte, en definita, la escritura en arte. Lo hace a través de un
personaje, Siggi Jepsen, recluído en un reformatorio durante veinte años de su
existencia, quien al cabo de los años —1953— vuelve la mirada hacia ese periodo oscuro, que
arranca en pleno desarrollo de la Segunda
Guerra Mundial. Sin duda, este efecto de flashback responde bien a los estímulos de un relato cinematográfico,
pero la dificultad estriba en reproducir ese puzzle de mil piezas que incrimina
a una compleja telaraña de de sentimientos, pensamientos, reflexiones
contraidos por ese narrador omniscente que es Siggi Jepsen, implicando no tan
solo a su entorno familiar (su hermano Jasp, su padre, un policía de la
localidad de Rügbull, etc.) sino al conjunto de individuos que forman parte del
reformatorio y asimismo el pintor Max Ludwig Nansen, a quien las autoridades
nazis confiscan su obra y le privan de seguir ejerciendo su trabajo diario. Inapelablemente,
tamaña decisión define el rumbo que persigue una novela manufacturada cuál
orfebre por Lenz, con una capacidad “sobrenatural” por trascender la fotografía de un preciso instante y
capturar cualquier partícula en suspensión
que implique al alma de unos
individuos que, al fin y al cabo, nos sirven para medir sus sufrimientos, sus anhelos, el alcance de sus
frustraciones y sobre todo, desde un plano sociológico, identificar los puntos de sutura de un cuerpo, el de la Alemania de postguerra,
que conllevó un desgarro generacional y que afectaría al sentido de la
identidad nacional. Tras la edición de Lección
de alemán no cabe otra que seguir apostando por la publicación de textos
escritos por un prosista de primera división, entre otros, la que se adivina su
opera prima Der Überläuter (El desertor, en su traducción al
castellano), obra desconocida hasta este año que hecha el cierre con la buena
nueva de haber corregido un deber histórico para con la obra de Siegfried Lenz.
Pasos necesarios para dar luz a una obra equiparable, desde el punto de vista
de la calidad literaria, a la de Günther Grass, cuya El tambor de hojalata (1959) ejerció una notable influencia sobre Lección de alemán. Sendas piezas
literarias que participan de la condición de Clásicos de las Letras Alemanas.
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