Mientras en el
estado español, a las puertas del verano de 2012 se empezaba a evidenciar que
las promesas de bajada de impuestos propagadas a los cuatro vientos por el PP
(Partido Popular) caían en saco roto, asumiendo una vez instalados en el poder
con mayoría absoluta precisamente lo contrario, un catalán ilustre llamado Jordi Savall recibía el premio Léonnie Sonning
Music por el conjunto de su trayectoria profesional. Aún afligido por la reciente pérdida
de Montserrat Figueras, su
colaboradora y compañera sentimental por espacio de más de cuarenta años, Savall,
a instancias de un periodista de El País
que le realizó una entrevista telefónica acertó a mostrar su gratitud para con
los organizaciones del prestigioso premio instaurado en Copenhague y, a renglón
seguido, reflexionar en torno a la importancia que se concede hoy en día a la
creación artística en el marco de sociedades teóricamente avanzadas como la
nuestra. Así pues, el violagambista Savall sentenciaría que «el peor enemigo del ser humano es la ignorancia», una frase que bien hubieran podido suscribir otros
ilustres premiados con el Léonnie Sonning Music en ediciones anteriores, como Benjamin Britten, Leonard Bernstein o Daniel
Barenboim. Esa misma ignorancia que llevaría a un pueblo o más bien dicho al crisol de pueblos que conforman España a dar por bueno que los programas
electorales de los partidos políticos representan una suerte de Sagradas
Escrituras con apelación a ser cumplidas a rajatabla una vez alcanzado el poder
sopena que en los siguientes comicios les pase una factura prácticamente
imposible de asumir.
Desde entonces han pasado muchas cosas en el estado español (incluida la renuncia del propio Savall en 2014 a recibir el Premio Nacional de la Música por parte del gobierno español al entender el poco valor que se le sigue concediendo a la cultura, reflejado en las partidas presupuestarias), pero la ignorancia sigue siendo
el principal aliado para que el miedo penetre en la corteza cerebral de
millones de personas que siguen a pies juntillas el mantra de que al partido que antaño confiaron su voto —el PP, of course— representa la salvaguarda de
la «certidumbre, la moderación y la
seguridad frente a los radicales y extremistas» (Mariano Rajoy dixit),
amén de ser los principales valedores de la preservación de la unidad del
estado español con permiso de Ciudadanos (C’s). Por arte de magia, Jorge Moragas, el director de campaña
del PP de cara a las elecciones generales del 26-J (toda vez que se evidenciaría el
fracaso de los comicios del 20-D a la hora de articular una serie de alianzas que dieran
como resultado de la ecuación la formación de un gobierno más o menos estable), ha evitado que la
palabra corrupción se cuele en los discursos preceptivos de los hombres y
mujeres que lideran un partido carcomido por la misma. Sus dirigentes tienen la
certeza que la bandera de la ignorancia ondeará con fuerza en ese 26 de junio marcado en
azul por parte de simpatizantes que impelidos a evitar un avance inexorable del
enemigo a batir en esta ocasión –Unidos Podemos (una vez llegado a un acuerdo con Izquierda Unida / IU)— depositarán
su voto con o sin la pinza puesta. Aquella pinza que cabría llevar guardada en
el bolsillo de un pantalón o de una falda si vieran más allá de esas imaginarias orejeras
que les han hecho comulgar con esas ruedas de molino en forma de manifestaciones
de la cúpula del PP y subalternos —adscritos a los medios de comunicación,
entidades bancarias y demás—, dando a entender explícitamente que Unidos
Podemos, de llegar a presidir el gobierno, podría suponer un peligro para la
democracia (sic). Acorralados por los casos de corrupción que afectan al PP y saltan
a los medios de comunicación todas las
mañanas del mundo —tomando prestado el título de la
película francesa cuya música nos revelaría a muchos de nosotros el
conocimiento del nombre de Jordi Savall— desde hace años, la estrategia diseñada
en la sombra por Moragas y Pedro Arriola,
el asesor principal de Mariano Rajoy, parece clara. Puede que el PP gane los próximos
comicios del 26-J porque juega con las cartas marcadas verbigracia de esa píldora de la ignorancia que inhibe la
capacidad de reflexión de gran parte de un electorado ubicado en la franja de
la (ultra)derecha. Pero espero y deseo que la capacidad de reflexión se apodere de una
izquierda (Unidos Podemos) y de un
centroizquierda (PSOE) para llevar a
cabo unas políticas capaces de satisfacer a la inmensa mayoría de la población
española (con sus distintas identidades nacionales) y por ende, contribuir a
revertir las políticas de la Unión Europea
dictadas desde las cancillerías alemanas que han sido ajenas al sufrimiento de
tanta gente, sobre todo del sur del viejo continente. De no ser así, vaticino que será el principio del fin del PSOE en su definición "totémica", un
partido que debe soltar lastre si
quiere sintonizar con un electorado joven que sí ha conquistado Podemos con un
programa elaborado por personas que se sitúan a las antípodas de la ignorancia,
aunque sus propuestas no resulten del agrado de muchos de mis paisanos.
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