Ese mismo año que Joaquín Rodrigo, uno de los ilustres
compositores españoles del siglo XX, fallecía —1999— quedaría sembrado de
noticias luctuosas en torno a realizadores y técnicos cinematográficos de
verdadera enjundia —Stanley Kubrick, Charles Crichton, etc.— que se quedarían a las puertas del nuevo
milenio. Por aquel entonces, el otro Joaquín Rodrigo con el primer apellido "intercalado", el de Vallet, se situaba en la frontera de publicar sus primeros
artículos o reseñas críticas en un medio que le diera las tablas necesarias
para seguir prosperando en el ejercicio de una afición que trataría de
reformularse en una profesión. El portal Miradas de cine se lo brindaría y
desde entonces Vallet no ha abandonado su dedicación por la escritura sobre temas
cinematográficos, avivando una pasión que se tornará, a buen seguro, “eterna”.
Conocí a Joaquín Vallet Rodrigo (Cullera, Valencia, 1978) en persona hace unos años cuando él empezaba a velar sus primeras armas
en www.cinearchivo.com. Hubo circunstancias
complejas por aquel entonces y, sin duda, Ximo fue uno de los baluartes de un
portal llamado a convertirse en un referente de las publicaciones on line con una base de datos por lo que
concierne al estado español realmente potente. Después de pasar por un periodo
rodeado de personas que, en realidad, el cine les importaba un bledo o, cuanto
menos, los contenidos de ese portal les resultaban indiferentes, encontrar a una
persona como Ximo Vallet resultó un efecto balsámico por el severo contraste
entre ambos mundos, esto es, el del pasotismo y el de la pasión, el de la indiferencia y el del compromiso. Fue un placer
discutir o intercambiar opiniones sobre este noble arte con una persona que, al
margen de su enciclopédico conocimiento, transmite un amor por el cine que no
tiene límites. Echo de menos a veces esas charlas telefónicas que, a la par de
ir al encuentro de nuestros directores e intérpretes predilectos, encontraba el
aliento de un amigo en tiempos en que trataba de borrar de la memoria las
sombras de un pasado referidas a unas personas que dejaban tanto que desear. Vallet fue el
hombre clave para entender que hoy en día, tras el naufragio, cinearchivo.com sea el portal de referencia que
anhelamos cuando el proyecto arrancó en 2001 en esa odisea por el espacio de
internet. Una docena de años on line de la que me enorgullezco sobre todo por
el hecho de haber entrado en contacto con personas de la calidad humana y de la
pasión cinéfila de Joaquín Vallet. Sentí como propio el alumbramiento de su primera obra
cinematográfica relativa al realizador norteamericano Joseph Losey. No es por
casualidad que sea uno de los mejores libros —de los que conozco, que son
bastantes— de la colección “Signo e Imagen
/ Cineastas”, de Editorial Cátedra, con esa capacidad de combinar un tono
ameno y didáctico con una información milimetrada que le llevaría a visionar
cada uno de los largometrajes del ex blacklisted,
una misión ciertamente encomiable por la dificultad de recopilar una lista cercana a los cuarenta títulos. Semejante dedicación de Vallet por rastrear
cada rincón posible en el espacio de internet y en el mundo de las ediciones
digitales, valdría para su siguiente libro, Diccionario
de películas. El cine de terror (2012)
de T&B Editores. Empero, me entristecí que Vallet ni tan siquiera citara en la
solapa de su segunda monografía el nombre de cinearchivo al enumerar los
distintos medios en los que ha ido forjando su categoría de crítico e
historiador cinematográfico. En esa decisión adoptaba por Vallet tomaba la
palabra la voz de la frustración, alimentada por una serie de equívocos y porqué
no decirlo, por la combustión inherente a un sentimiento de lo que hubiera podido ser y no fue. No
resulta fácil permanecer por tiempo indefinido en ese "nido de víboras", en ese
espacio donde los silencios de unos expresan la idea que los otros también
merecen atención, y así hasta crearse un círculo vicioso retroalimentado por la
envidia y el complejo de superioridad o inferioridad, según sea el caso. A sus treinta y cinco años Vallet Rodrigo rubrica su tercer libro —dedicado
a su admirado Terence Fisher—, el
segundo para Cátedra, que refuerza su dimensión de analista de primer
nivel, en que vuelve a asomar su capacidad por expresar su visión sobre una
determinada obra sin obviar la carga de emoción que implica la misma, a menudo,
a través de unos maximalismos “marca de la casa”.
Hace tiempo que
debía este escrito a Ximo, quien lleva camino de ser saludado como el «otro» maestro Rodrigo de ascendencia valenciana, de primer apellido Vallet y residente Over the Rainbow, allí donde el Séptimo
Arte adopta sus mejores ropajes de la mano de una infinita nómina de
realizadores, técnicos e intérpretes por los que él sigue sintiendo (una enorme) devoción.
Gràcies Ximo per a la teva amistat i la teva passió. Tots, d’una manera o
altre, t'ho seguim agraint.
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