Viajero
impenitente, incansable conversador, militante de izquierdas y escritor
convulsivo, como define E. L. Doctorow a propósito de su extenso prólogo para
la edición de Paralelo 42 (1930) —la primera parte de la denominada «Trilogía USA»— John Dos Passos (1896-1970) no era «nada dado a la estética del hombre duro, como Hemingway, ni tampoco al
romanticismo de la autodestrucción, como Fitzgerald». Todos ellos pertenecían a
la denominada «Generación perdida», una generación anterior a
la de Edgar Lawrence Doctorow que sembró de
publicaciones a lo largo de la primera mitad del siglo XX y que, hoy en día,
devienen auténticos clásicos de la literatura norteamericana y, por ende, de la
literatura universal. Pero mientras F. Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway,
allén de las fronteras estadounidenses, siguen siendo escritores de cita
recurrente en tertulias literarias o, a propósito de algunas de las
adaptaciones de sus novelas o relatos cortos al cinematógrafo, el conocimiento
de la obra de John Dos Passos sigue quedando en una zona de penumbra, a la que tan
solo una minoría (en el mejor de los casos) lo relacionan con una determinada
pieza literaria. En este escenario, pues, resulta encomiable que el sello
Impedimenta haya reparado en una novela de John Dos Passos para incorporarla a
su catálogo con el propósito que el enunciado de su argumento reclame la
atención de potenciales lectores pegados a
una actualidad –como en su tiempo lo habían hecho los integrantes de la «Generación perdida», dejando constancia de
ello una proverbial actividad epistolar— capaz de proclamar el «reinado» —léase presidencia de los
Estados Unidos— de individuos sin escrúpulos (a todos los niveles) con el fin
de lograr sus objetivos. El epítome de este perfil de personaje lo encontramos
en Donald J. Trump, a quien en su propósito de instaurar un «nuevo Orden» para los Estados Unidos,
haciendo del populismo bandera y degradando el valor de sus instituciones,
reclama ciertos paralelismos a nivel literario con Berzebus «Buzz» Windip —Eso no
puede pasar aquí (1936)—, Willie Stark —Todos los hombres del presidente
(1946)— y Homer T. Crawford —El Número Uno (1943)—, «criaturas» nacidas de la pluma de
Sinclair Lewis (1885-1951), Robert Penn Warren (1905-1989) y el propio Dos
Passos, respectivamente. De manera harto significativa todos estos personajes comparten
una misma raíz a efectos de «inspiración» cara a sus propios escritores,
la que corresponde a Huey Pierce Long
Jr. (1893-1935), quien sin haber cumplido los cuarenta años se perfilaba
para «asaltar los cielos» de la presidencia de los
Estados Unidos desde su feudo en Louisiana donde fue gobernador y
posteriormente senador del estado sureño. Tocado por una vanidad y una
egolatría mórbida —comparable a la de Donald Trump—, Long Jr. dejó por escrito
una suerte de autobiografía —Every Man is a King (1933)— que sirvió
en bandeja el conocimiento «por dentro» de la psique de un
personaje que hizo del populismo una forma de vida durante un considerable
periodo de su corta existencia. Un auténtico «manjar», en definitiva, para
escritores con el propósito de trascender
a través de historias que pivotan sobre una figura de sesgo mesiánico que
interpela directamente a sus potenciales votantes, dejando que la corrupción
sacuda los cimientos de una Democracia que, en determinadas ocasiones de la
Historia, puede adoptar formas inherentes a una dictadura. Esta resulta la
tesis de It Can’t Happen Here, una
novela revestida de sátira social cortesía de Sinclair Lewis mientras que El Número Uno sirvió a un propósito más
escorado hacia una narración que si bien caricaturiza al personaje —Hank Crawford—
no lo despoja de su humanismo. Tres años más tarde, Penn Warren recogió el
testigo de John Dos Passos para armar su pieza más célebre, Todos los hombres del presidente, una
monumental novela que el cinematógrafo se encargó de adaptar al cabo de unos
años de la mano del director y guionista Robert Rossen. Mérito del escritor de
ascendencia lusa fue ofrecer algunas pinceladas de un personaje poliédrico —el que
surge del molde de Huey Long Jr.— que encontraría
un mayor desarrollo en una obra que sobrepasado con creces las setecientas
páginas. Con una tercera parte del número de páginas de la novela del premio
Pulitzer, Dos Passos se las ingenió para elaborar una novela de una exquisita
calidad, una pequeña joya encofrada en la editorial Impedimenta, que puede
presumir de haber incorporado el nombre de un escritor fundamental de las Letras
Estadounidenses del siglo pasado a su impresionante catálogo.
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