Entre
editoriales que operan desde un agudo sentido de la ética suele establecerse un pacto tácito de respetar, en la medida de lo posible, que un autor/a quede
vinculado a un determinado sello. No es menos cierto que Impedimenta, a los
largo de sus más de una docena de años de existencia, ha hecho bandera de su
anglofilia, sin menoscabo a ir sembrando su catálogo de piezas literarias
provenientes del continente europeo, de Sudamérica, Centroamérica, los Estados
Unidos, Canadá y Australia, entre otros espacios de la geografía mundial. Una
bandera, la de la anglofilia, que corre pareja a dar voz –quizás más que ningún otro sello, dejando al margen aquellos
que practican sistemáticamente la discriminación positiva a favor de un
determinado género identitario—a escritoras con mayúsculas. En esta tesitura,
tarde o temprano debían ganar presencia en el excelso catálogo de Impedimenta
las hermanas oriundas de Yorkshire que en cierta manera marcaron el camino a
seguir a escritoras pertenecientes a generaciones venideras. Bien es cierto que
las obras más relevantes de las Brontë han sido publicadas por distintos sellos
con mención especial al desempeño profesional de Alba Editorial y Mondadori
dentro de su desafortunadamente desaparecida colección consagrada a los
clásicos. Asimismo, cabe destacar que algunas de las obras de adolescencia y de
juventud de las hermanas Brontë se han dado por desaparecidas, estrechando de
esta forma aún más si sabe el margen de maniobra para que Impedimenta
contemplara en algún momento de su historia
la recuperación de textos que llevaran la rúbrica indistintamente de Charlotte
(1816-1865), Emily (1818-1848), Anne (182’-1849) e incluso del único hermano,
Brandell Brontë (1817-1848). Llegados a este punto, presumo que devino providencial la
propuesta formulada por Isabel Greenberg al sello inglés Jonathan Cape y a
Impedimenta —operando en ámbitos geográficos y lenguas distintas— para publicar un libro
ilustrado que cubriera uno de los aspectos más desconocidos de los Brontë,
aquel centrado en la construcción de un mundo imaginario que responde al
genérico «Glass Town». Al tirar del hilo de ese
universo nacido a partir del regalo que hizo el patriarca Patrick Brontë —una
docena de soldaditos— en diciembre de 1826 a sus vástagos, encontramos algunos
de los elementos que, años más tarde, contribuyeron a configurar relatos como Cumbres borrascosas, Jane Eyre o La dama de Widfell. De ahí la importancia que cobra el volumen La ciudad de cristal, desplegando a lo
largo de sus doscientas veinticinco páginas una aproximación a ese espacio tan poco
transitado en cuanto a ediciones en papel pero también a nivel cinematográfico
–pienso en la propuesta llevada a cabo por André Techiné a finales de los años
setenta, en que el foco temporal se sitúa cuando los hermanos Brontë se sitúan
en la franja de la mayoría de edad, aunque ninguno de ellos alcanzó los
cuarenta años (Charlotte se quedó a las puertas)— hasta la fecha. Vestida con los colores propios esa época —o la idea que podemos extraer de los mismos a
través de los daguerrotipos, lienzos o cuadros que aún se siguen conservando—,
con predominios de los tonos terrosos y azules que contrastan con los que
podemos observar al mirar al cielo en un día soleado, la obra Isabel Greenberg
expresa a cada página que pasamos la noción de (rei)vindicación del legado de
los Brontë y, al mismo tiempo, sirve a la causa para ir sumando potenciales
lectores en prosa y en verso. Se trata de uno de los principios activos en esa «casa Madre» de la excelencia, del buen
gusto como deviene Impedimenta, aquella de índole educativo/formativo capaz de
no descuidar la necesidad de atraer la atención de lectores entre los más
jóvenes, una vez liberados, ni que
sea por unas horas de asueto durante la semana, de las garras de una tecnología que todo lo puede. Si es así, con la nueva
propuesta de Impedimenta para el primer trimestre de 2020 —coincidiendo con el
doscientos aniversario del nacimiento de Anne Brontë, relegada a la sombra de
sus hermanas mayores Emily y Charlotte— podemos penetrar en el país imaginario
de Glass Town, al que le saldría la competencia de Angria y Gondal. En los
mismos Charlotte, Branwell, Emily y Anne encontrarían en los dominios del monte
Atos sus avatares en Tallis, Brannio, Emmio y Annio, respectivamente. Meses
antes de fallecer Branwell y Emily en 1847, cesó la actividad de la «ciudad de cristal». Charlotte Brontë, la
autora de Jane Eyre, pasó los últimos seis años de su vida sin la compañía de la totalidad de sus hermanos. Ella protagoniza las
últimas páginas de esta preciosa obra ilustrada antes de ceder el testigo a un
epílogo manuscrito, invitación expresa a seguir alimentando el interés por los
Brontë, ya en su formato de piezas literarias que siguen ganando terreno a la
inmortalidad.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
jueves, 5 de marzo de 2020
LA CIUDAD DE CRISTAL» (2020), de Isabel Greenberg: EL UNIVERSO ILUSTRADO DE LOS HERMANOS BRONTË
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