A partir
de que Pink Floyd escribiera su «epitafio» con The Endless River
(2014) representa una óptima oportunidad para hacer balance de un legado
musical que arranca a mediados los años sesenta y concluye hasta nuestros días,
con algunos «tiempos
muertos» de por
medio verbigracia de disputas internas que derivaron en una escisión de la
banda británica. En ese camino marcado en una primera etapa por el influjo de
la psicodelia y posteriormente, a raíz de la materialización de una de las Opus magna del grupo inglés, The Dark Side of the Moon (1973), abonados
al concepto del rock sinfónico o progresivo de los que fueron uno de sus
paladines, la historia de Pink Floyd ha sido el «leit motiv» de numerosos libros, algunos concretados con demasiado
adelanto para que fueran evaluados conforme a obras de referencia, y otros
tantos definitivamente deficientes en el análisis de un legado musical capaz de
captar un interés intergeneracional. Todas estas consideraciones no sirven,
empero, al aproximarnos al contenido de Pink
Floyd: La historia detrás de sus 179 canciones, publicado por editorial
Blume en el último trimestre de 2018. Sencillamente, a mi juicio, este volumen
se sitúa entre los tres libros más importantes editados jamás sobre la banda
británica, desde todos los puntos de vista imaginables. El propio título marca
la pauta de un contenido que dedica un par de páginas o cuatro (profusamente
ilustradas con alguna que otra nota a modo de postif para floydianos
fiados al anecdotario) a cada canción, desde cómo se gestó hasta su análisis
musical desde la perspectiva propia de un conocedor de la materia (Jean-Michel
Guesdon, compositor y divulgador de este noble arte), todo ello siguiendo un
orden cronológico con sus correspondientes carpetas
en forma del contenido temático de sus discos. Cabe matizar que no podemos
hablar en sentido estricto de ciento setenta y nueve canciones ya que Pink
Floyd tiene una producción considerable de piezas instrumentales, sobre todo
situadas en una etapa de impasse
situada a caballo entre la década de los sesenta y setenta, en que hubiesen
podido seguir la senda de otras bandas contemporáneas que operaron en el medio
cinematográfico a modo de creadores de partituras de calado sinfónico o
electroacústico sujetas a unas imágenes. De ahí que, en honor del rigor por el
uso adecuado de los términos, sirva para hacer una enmienda al título
consignado en la portada y referirnos, pues, a «Pink Floyd: la historia detrás de sus 179 temas». Salvada esta consideración, encuentro
pocos placeres para un floydiano que
se siente en la comodidad de su sofá con los cascos puestos para saborear la
música del cuarteto británico, reformulado en trío en su última etapa —la que comprende
los discos A Momentary Lapse of Reason
(1987), The Division Bell (1994) y la citada The Endless River—, dejarse acompañar por la lectura de esta
monumental obra escrita al alimón por Guesdon y Philippe Margotin con conocimiento y una
pasión bien dosificada. De la misma podemos extraer diversas conclusiones,
entre las cuales figura que la salida de Syd Barrett de Pink Floyd afectó en el
ánimo sobre todo de Roger Waters, con quien había larvado una amistad desde
temprana edad. Ciertamente, el primer pensamiento al respecto nos retrotrae a
cada uno de nosotros a los compases de "Shine
On Your Crazy Diamond", pero “Brain Damage”, por ejemplo, computa entre los
títulos inspirados en la figura «espectral» de Barrett. Entre la infinidad de anécdotas que pueblan esta inmaculada está el hecho
que “Brain Damage” originalmente iba a obtener el título de “The Dark Side of
the Moon”, o bien que para el tema “The Show Must Go On” —perteneciente a The
Wall (1979), la otra Opus magna indiscutible
bajo la denominación de origen Pink Floyd aunque el concepto basal computa en
la persona de Roger Waters— los Beach Boys declinaron participar salvo en el
caso de Bruce Johnson por considerar que podría erosionar su imagen. Asimismo,
al adentrarnos en las páginas de la presente monografía, podemos apercibismos
que ciertas apreciaciones razonadas desde la lógica devienen erróneas, caso de
la lectura supuestamente mística que encierran las letras del tema “What Do You
Want from Me?”, cuando en realidad sus coautores Polly Samson y David Gilmour
describen un sentimiento en torno a sus experiencia vital tras pasar una crisis
de pareja.
Mención aparte merece el despliegue
fotográfico de Pink Floyd: La historia
detrás de sus 179 canciones, en que no tan solo se circunscribe al álbum familiar de la banda inglesa sino
que trata de cubrir todos los flancos, ilustrando, por ejemplo, el apartado
dedicado a “The Childhood’s End” —una pieza poco conocida en el abecedario floydiano— con el aporte de una
fotografía de Arthur C. Clarke, el autor de la novela homónima que sirvió de
fuente de inspiración. Nada extraño, pues, los componentes de Pink Floyd —Roger
Waters, Syd Barrett, David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright— cultivaron
el arte de la lectura de piezas pertenecientes a la literatura fantástica, al
tiempo que iban dejado probadas muestras de una excelencia creativa que les
convirtió en auténticos perfeccionistas, ya sin la presencia (física, que no espiritual) del alma del grupo en su
fase iniciaría, caído en desgracia a causa de sus adicciones a las drogas que
derivaron en un cuadro de esquizofrenia aguda antes de que su rastro se
perdiera de manera definitiva en 2006. Una noticia que llamó al valor de la
reflexión y, a posteriori, al de la reconciliación sobre todo entre Roger
Waters y David Gilmour, en lo que vino a ser, a la postre, un gesto que dejó
satisfecha a la amplísima comunidad de fans de Pink Floyd. Un nombre sinónimo
de leyenda, al que editorial Blume ha hecho su particular tributo con esta obra
maestra de la edición, imprescindible en la biblioteca particular de cada uno
de los seguidores de Pink Floyd, en especial del estado español y los países de Latinoamérica, sendos "caladeros" de fans de este grupo adscrito al rock sinfónico y al rock psicodélico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario