De manera sistemática, cada película producida
en el mundo anglosajón que hoy en día merece la consideración de clásico lleva
aparejada una “intrahistoria” ya sea en relación a la elaboración de guiones
que pasaron por distintas manos, cuestiones relativas al rodaje o la elección
de determinados intérpretes para los roles principales. En este último apartado un ejemplo paradigmático de cómo podría cambiar nuestra valoración sobre un
determinado largometraje sería El hombre
que pudo reinar (1975), para la que el director John Huston había pensado en primera
instancia en Humphrey Bogart y Clark Gable como pareja protagonista. Más de treinta
años después de aquella primera tentativa de adaptar el relato de Rudyard Kipling,
Huston llevó a buen puerto el proyecto con Sir Sean Connery y Sir Michael Caine
encabezando el reparto. Difícilmente podemos imaginarnos dos intérpretes más
acertados a la hora de dar vida en la gran pantalla a Daniel Dravot y Peachy
Carnehan en un film que, huelga decir, se sitúa entre lo más granado de la
filmografía de John Huston al encarar éste su recta profesional y vital. Un tanto de lo mismo sucede
en el espacio televisivo, en que las series despiertan un interés añadido en
virtud de la necesidad de conocer detalles sobre una determinada producción más
allá de lo que podemos observar en pantalla.
Sin
duda, John Huston figura en un lugar de honor en una eventual lista de
realizadores que consignaron en el celuloide diversas producciones que han
generado ríos de tinta en relación a sus “interioridades” y que incluso han
comportado la publicación de monografías para dar cuenta de sus rodajes. Entre
éstas figura Shooting Montezuma: A Hollywood
Monster Story (2001), en que su autor Jan Merlin, entre otras cuestiones,
nos coloca sobre la pista de un proyecto sobre el célebre conquistador que
quedó abortado. Cincuenta y cinco años después de aquella tentativa que no
prosperaría —de ello se lamentaría el resto de su existencia Huston—, Steven
Zaillian perfiló un guión en aras a servir de base para una producción
auspiciada tras las cámaras por su tocayo Spielberg. Una propuesta esperada para
todos aquellos especialmente conmovidos por la historia de La lisla de Schindler (1993), la que representó la primera
asociación entre Steven Spielberg y Zaillian, y que más tarde se repetiría de manera “extraoficial”
al ejercer de script doctor este
último para Amistad (1997). En ese
hiato que separa su contribución en la
sombra en Amistad de su
colaboración en el proyecto de Montezuma
Zaillian ha compaginado su habitual quehacer en calidad de guionista y/o script doctor con la dirección de
largometrajes y producciones televisivas. En sintonía con otros guionistas que,
como David Mamet, han querido alternar la escritura de guiones con la dirección
merced a querer controlar el proceso creativo hasta el final, Zaillian encontró
el campo abonado a satisfacer sus aspiraciones “autorales” con The Night Of, una miniserie
producida por la HBO, que adapta una serie británica titulada Criminal Justice (2008-2009). Pocos años
después de concluir el último y décimo episodio de la serie inglesa, HBO parecía predispuesta a financiar una versión norteamericana con la participación de James
Gandolfini (Los Soprano) desdoblado
en productor ejecutivo e intérprete, quedando confinado al papel del abogado
defensor John Stone. Su inesperada muerte a los cincuenta y un años dejó el
camino expedito para que Robert De Niro atendiera al requerimiento de
participar en The Night Of, pero al
parecer ya tuvo comprometida su presencia en el reparto de otra propuesta (en
el ámbito cinematográfico) que encierra una doble curiosidad. Por una parte, en
su título lleva incorporado el vocablo Stone –Hand of Stone (2016), en alusión al apodo del campeón mundial de boxeo Roberto Durán— y entre su nutrido reparto figura John Turturro, el que se
postularía, a la postre, para ocupar la “vacante” dejada por Robert De Niro.
Así pues, al igual que ocurrió con la dupla Connery-Caine en relación al film
dirigido por Huston, resulta harto complejo imaginarnos The Night Of sin el concurso de John Turturro, encarnando a una
atípico abogado afectado de un eczema en sus pies, que hace de la soledad su
mejor compañía y que practica relaciones sexuales con una mujer de raza negra.
Un personaje pintoresco, pues, cercano al universo de los hermanos Joel y Ethan Coen –el tándem
que propició la eclosión profesional de John Turturro a finales de los años
ochenta— que atiende, entre otras de sus peculiaridades, al cuidado de un gato…
que merodeaba en la escena del crimen acaecida en una noche de octubre de 2015
en el distrito 87 de Nueva York. En la senda de los police procedural de los años setenta se acomoda la estética visual
y narrativa de The Night Of, una
producción de una robustez a prueba de bomba, que a lo largo de sus quinientos minutos de duración traza una panorámica sobre la realidad del único encausado de
homicidio Nasir Khan (impecable Riz Ahmed), el hombre que pudo reinar en presidio, y de su familia de origen pakistaní,
mientras en paralelo asistimos a las dinámicas cotidianas de John Stone, el
agente a punto de jubilarse Dennis Box (Bill Camp, trasunto de Humphrey Bogart del siglo XXI: cínico, taciturno, con la coraza incorporada) y la fiscal Helen Weiss
(Jeannie Berlin, mostrando un rostro andrógino que arroja sombras de duda sobre
su sexualidad natural). Todos ellos hacen del ejercicio de su profesión el
centro de sus vidas, una manera de aplacar un sentimiento de soledad que les
embarga por igual fuera de su jornada laboral. Pero mientras Dennis tiene una presencia intermitente en el
relato y Helen Weiss va ganando peso con el devenir de los capítulos, John Stone supone un personaje
plenamente asentado en la narrativa construida por Zaillian —en coalición con
Richard Price (otro guionista con galones, que se mueve como pez en el agua en
el lenguaje de los bajos fondos de su ciudad, Nueva York)—, en dura pugna con
Razid, cuya noche más oscura asimismo
fue la que más luz aportó a su ideal de amor al entrar en contacto con la
horas más tarde vilmente asesinada Andrea Cornish (Sofia Black-D’Elia). La escena que clausura
esta modélica miniserie, una auténtica obra maestra en su campo, hubiera podido ser planificada por Michael Mann: Razid rememorando sus instantes de gloria junto a
Andrea, envuelto de un manto de nocturnidad, al borde del río Hudson con el
puente de Brooklyn al fondo del encuadre final, en plano general. Una lección de
savoir faire evaluada en ocho
episodios por parte de un equipo de trabajo liderado por Zaillian y Price, que
pasan a buen recaudo en la memoria de un servidor. Presumo que no faltarán las
tentativas de abordar la confección de una segunda temporada, en que John Stone vuelva a las
andadas. Better Call John en la jungla de asfalto, territorio
propicio para esos losers que otro John (Huston) tantas veces dio cancha en multitud de historias servidas para el celuloide.
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