domingo, 17 de abril de 2011

JOHN BRAINE (1922-1986): UN LUGAR EN LA CUMBRE… LITERARIA


En función de la admiración que sigo sintiendo por la corta pero sugerente obra de Jack Clayton, desde hace tiempo quise leer la novela Un lugar en la cumbre (1957) que dio pie a la opera prima del director y productor británico. Semanas atrás he podido cumplir este modesto propósito merced a la edición que Impedimenta sacó al mercado hace tres años y que pasó un tanto desapercibida por las librerías de nuestro país. Su lectura lo ha hecho para quedarse grabada en mi memoria por tiempo indefinido, en una nueva muestra de que una opera prima —en correspondencia con el texto fílmico de Clayton— puede ser sinónimo de una elevada calidad en el uso del lenguaje, de la sintaxis gramatical y del buen oficio de relatar una historia con una diáfana mirada sobre unos personajes y un contexto social determinado. John Braine (1922-1986) consiguió publicarla a los treinta y cinco años, casi por la puerta de atrás una vez superado el obstáculo del rechazo de algunas editoriales y viendo un resquicio a la esperanza en una empresa que confiaría en las virtudes literarias de Room at the Top. En buen lid, del personaje central de Joe Lampton (en la pantalla, Laurence Harvey, el hombre de los perfiles a cámara) se intuyen trazos biográficos del propio Braine, quien anduvo resuelto a ocupar plaza de empleado en una tienda, en una fábrica y de bibliotecario, espacio que daría cabida a su pulsión lectora luego ampliada al espectro de la escritura de novelas de ficción, relatos cortos y ensayos. En su particular cuaderno de bitácora, Braine tomaría apuntes del natural de esa cruda realidad de postguerra que alentaría aún más esa falla existente entre la working class y las clases privilegiadas de Inglaterra. En paralelo, Braine echaría mano de sus propias experiencias personales en el ámbito de las relaciones sentimentales para ir cuadrando una historia titulada Un lugar en la cumbre, expresión que deja al descubierto ese runrún de fondo temático, el del arribismo, que se encuentra en multitud de piezas literarias provenientes de las Islas Británicas. Pero, a diferencia del grueso de las mismas, Braine abona el relato hacia una ficción orwelliana en que la sociedad está ligada a unas relaciones humanas de conveniencia en función del puesto —grados— que ocupen en la misma. No existe un determinismo eugenésico si no más bien la confección de una sociedad que atienda a relaciones de pareja en justa correspondencia a unos parámetros que inviolablemente tengan en el factor económico su punta de lanza. En ese microcosmos marcado por los intereses pecuniarios habita Alice (no pudo tener mejor traducción en pantalla que Simone Signoret), esa clase de mujer que corta el aliento a Joe y hace replantear a éste su vida en común con Susan. En ese juego de equilibrios emocionales reside uno de los mayores atractivos de la primera novela de John Braine, pero sin perder la perspectiva de ese retrato de un tiempo y de una época en que se iban apagando los ecos de una tradición literaria abocada al romanticismo desaforado para dar fuelle a ficciones confeccionadas por los representantes de los angry young men. Casi coincidiendo con el bautizo del free cinema, Un lugar en la cumbre pasaría de un lacerante anonimato a situarse en el box-office de los libros mejor vendidos de Inglaterra. Pero ese longseller quedaría como un fenómeno fundamentalmente anglosajón. Por fortuna, Impedimenta ha logrado rescatar este tesoro literario que se coloca, en determinados pasajes, en el umbral de la excelencia narrativa. Y no es casualidad que haya sido este sello madrileño capaz de desenterrar del olvido el texto de Braine, ya que Enrique Redel, su editor, lleva tiempo porfiado en dar a conocer al lector en castellano obras que han quedado arrinconadas, a pie de playa fruto de un naufragio literario provocado por un fuerte oleaje en un mar poblado de obras que se imprimen para crear artificiales necesidades en un mercado acomodado a las modas de principio, fin o de entretemporada. Seguramente, Redel ya habrá visitado el catálogo de House of Stratus para proseguir su enmienda a sacar del ostracismo a autores como John Braine. Queda en el tintero de la edición en suelo español la plana mayor de la obra de Braine, compuesta en su globalidad por una docena de novelas —entre las cuales figura Una vida en la cumbre (1962), continuación de las andanzas del arribista Joe Lampton—, un retrato biográfico sobre J. B. Priestley y Writing a Novel (1974), ensayo colectivo en el que ofrece su experiencia a la hora de urdir la obra por la que sería conocido y reconocido en su Inglaterra natal. Seguramente, Redel lo tendrá en cola de publicación una vez haya dado cancha a otros autores —Stella Gibbons, Stanislaw Lem, Muriel Spark, etc.— que van vistiendo una de las editoriales que mejor lucen en las librerías de nuestro bendito país. El tacto áspero, rugoso de las portadas de Impedimenta ya nos invita a deslizar nuestros dedos por sus páginas y abandonarnos a una suerte de territorio soñado, imaginado o deseado nacido del talento de creadores de distinta nacionalidad que ha ido agrupando para la dicha de aficionados a la literatura con letras mayúsculas. Un lugar en la cumbre cumple con creces este propósito a lo largo de sus trescientas setenta páginas alineadas con pulso firme por ese hombre sencillo que después de su pieza bautismal empezaría a descender por la ladera de la montaña haciendo bueno (o malo) el aforismo que reza que un autor va ligado a una sola obra. Gracias Enrique y personal de Impedimenta por darnos a conocer esta y tantas obras de un catálogo que empieza a provocar vértigo por la suma de talentos que lo jalonan.

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