sábado, 17 de octubre de 2009

ANDRÉS MONTES (1956-2009): «THE UNFORGIVEN»

En el pasado Europeo de Básket ‘09, celebrado en Polonia, Andrés Montes describía con el título de una de las piezas esenciales de la discografía de Yes la situación por la que atravesaba el equipo de la selección española liderada por Pau Gasol: «Estamos, como diría Yes, Close to the Edge, al borde del abismo». La mayoría de la audiencia que seguía las retransmisiones de la Sexta debió interrogarse para sus adentros a cuento de qué venía citar ese grupo que se debía localizar en el pleistoceno del rock. Pero sabiéndose que lo importante es vivir el momento y expresar aquello que dicta un corazón que late al compás del sonido Motown o del rock progresivo, a Montes no se le encogió el pensamiento y lanzó al aire una muestra más de esa sapiencia cultural, de esa querencia por el buen gusto que ha ido esculpiendo hasta el fin de sus días una imagen de bon vivant, pero al mismo tiempo la de un incomprendido, un unforgiven en su acepción hustoniana.
Supe de Andrés Montes a mediados los años ochenta, cuando el baloncesto en nuestro país experimentaba un inusitado auge, sembrando de pistas los anexos a esas plazas duras de concepción socialista a la par que la ACB nacía con la voluntad de profesionalizar todos los estamentos que comprometían a este bendito deporte. Montes interpretó como pocos que si se quería enterrar la imagen de país de futboleros para que que enrraizaran otros deportes en un terreno ocupado prácticamente en toda su extensión por el deporte rey, había que introducir un cierto sentido del show-business. Aún recuerdo aquellas retransmisiones en directo en las que José María García cedía el micro a Montes en las canchas de básket diseminadas a lo largo y ancho de la geografía española. La hinchada de Estudiantes bautizó al periodista de ascendencia cubana «Manute» Montes, en una diáfana muestra de simpatía, al colocarle el apodo referido al nombre de pila de aquel pivot de más de 2,20 cm, de figura filiforme con pasaporte sudanés —Manute Bol— que aterrizó en la NBA en la era de dominio de Los Angeles Lakers. Sin perder el rictus de seriedad que solía asomar en su rostro, Montes era aclamado por la demencia del Ramiro de Maetzu cuando entraba en directo para entrevistar a alguien que le sobrepasaba varios palmos. Por aquel entonces, el cronista deportivo empezaba a emerger/ejercer de personaje mediático, aunque hubo un tiempo que su estela se apagó. No obstante, Montes no perdería ripio de una actividad periodística que le llevó por distintas emisoras públicas y privadas.
Para un deporte en constante evolución en la aplicación de un sinfín de reglas es necesario contar con la aportación en la retransmisión de profesionales capaces de explicar al oyente/espectador el cómo y el porqué, además de manejarse con suficiencia en conceptos tácticos y en saber de que pie cojea o que atributos adornan a uno u otro jugador. Así lo entendieron los responsables del área de deportes del ente público y de los canales autonómicos en los años noventa. Sigo considerando a Mario Pesquera el mejor maestro en estas lides, aunque no se queda rezagado el gran Joan Creus o Nacho Solozábal, sendos bases de enjundia. Pero para una generación que hemos ido imprengándonos del conocimiento del básket que nos brindaban estos ilustres profesionales, quizás ya estábamos preparados/adoctrinados en este menesteres y veíamos con buenos ojos ese comeback de Don Andrés Montes para dar cancha a su peculiar show time. Con el cabello rasurado y tocado por una pajarita que transitaba por todos los colores del arco iris en función de su estado anímico, Montes entraba al ruedo de las retransmisiones de básket de la Sexta —sin descuidar su participación (en compañía de Julio Salinas), en el fútbol, del que asimismo era un consumado especialista— con ese sello inconfundible rebosante de cinefilia, de melomanía y, en contra de lo que se puede pensar, de modestia. Porque Don Andrés no hacía uso de los tiempos de posesión de micrófono a la que su pedigree mediático le hubiera correspondido; lo que sí dejaba entrever era una complacencia por sentirse rodeado de aquellos gigantes del básket que admiraba: Juan Antonio San Epifanio, álias Epi, Juan Manuel López Iturriaga y José Manuel «Mr. Catering» Calderón. Ellos no podían por menos que sorprenderse del pozo de conocimiento que se extraía de la mente de Montes, dispuesto a imbocar a personalidades, grupos, canciones o películas periclitadas en el nuevo orden cultural-comercial que se adivinaba en el horizonte del siglo XXI. Valor-refugio de una incomprensión que no perturbaría el ánimo de Montes; más bien le ayudaba a reafirmar una personalidad sobre la que gravitaba un legado cultural impresionante. Prefiero recordar a este hombre ilustrado que me hizo esbozar una sonrisa mientras me recreaba en un mate estratosférico, un lanzamiento de tres o una perfecta definición práctica de la eficacia del corte de UCLA. Su toque personal quedará impregnado para siempre más en la historia de este maravilloso deporte que es el básket, al que uno de los más bajos integrantes del «circo del balón naranja» en nuestro país ha contribuido a que sea tan grande. En la que se correspondería con su postrera etapa profesional, Montes hizo de conductor del programa No sabes cuanto te quiero, consagrado a su gran pasión por la música en las sobremesas de Radio Marca –la misma franja escogida por Ramón Trecet, otro periodista adscrito al básket con debilidades melómanas y amigo de las onomatopeyas para regar de (sin)sentido sus locuciones—. En este templo al «sibaritismo» musical hubiera tenido cabida ese I’ve Seen All Good People, una canción de Yes escrita por Jon Anderson y Chris Squire que nos habla de la bondad, cuando no bonomía, de personajes como Mr. Montes. Va por tí, Andrés, el gran Andrés... Unforgiven Montes. Descanse en paz.


1 comentario:

Antònia Pizà dijo...

No me gustaba Andrés Montes, mejor expresado, no me gustaba Andrés Montes como comentarista. Eso no significa que no valorara su cultura ni sus conocimientos.

Igualmente reconozco que no me gustan los comentaristas deportivos de la SER ni los de Cuatro (muy bien valorados por los aficionado). Pero no es que no me gusten como comentaristas, sino que únicamente hablan de fútbol (bueno también de tenis cuando juega Nadal y de motor cuando corren Alonso -menos ahora que no gana- y Lorenzo, pero en menor medida).

Montes con su estilo, "popularizó" un deporte que considero mucho más emocionante que el balonpié... pero insisto... no me gustaban sus comentarios... descanse en paz.

Creo que el fútbol está sobrevalorado... simplemente es un deporte... nada más.