domingo, 23 de enero de 2011

«ESTAMPAS DEL FÚTBOL ESPAÑOL EN EL SIGLO XXI (I)»: PRECIADO VOLÓ SOBRE EL NIDO DE MAREO

Nuevo Campo de Esport de El Sardinero. Tarde de domingo del 9 de enero de 2011. Minuto 89 del partido que enfrenta a Racing de Santander y Sporting de Gijón en el campeonato liguero de la Primera División del fútbol español. Manuel Preciado (El Astillero, Cantabria, 1957), el entrenador del equipo visitante se sabe destituido... pero el «milagro» llega en forma de gol in extremis a cargo del mediocampista y capitán Diego Castro. Hijo de entrenador —Fernando Castro—, Diego sabe quizás más que nadie de la plantilla astur el sentimiento de angustia por el que está atravesando Preciado. El abrazo entre ambos encierra un caudal de emociones imposible de transcribir en palabras. Además de haber experimentado en carne propia los sinsabores del oficio de entrenador, Diego conoce al detalle la tragedia familiar de ese «obrero de los banquillos» —en feliz definición de Javier Dale en su artículo para La Vanguardia—, cuyo primer capítulo teñido de negro se escribió con la muerte de su esposa —víctima de un cáncer— y el segundo, si acaso aún más funesto, el de su hijo adolescente Raúl, por culpa de un accidente de motocicleta.
En ese partido en que la sentencia parecía dictada para Preciado en la ciudad que le vio crecer deportivamente —recuerdo tenerlo en cromos, ocupando plaza de lateral izquierdo cuando la numeración de los equipos iba del 1 al 11—, hubo un detalle de la voluntad del cántabro por «morir con las botas puestas»: Nacho Cases, surgido de la cantera de Mareo, debutaba en Primera División, a los veintitrés años. La valentía y el arrojo de Preciado no tiene límites; otro técnico hubiera optado por parapetarse en jugadores más bregados, algunos de ellos provenientes de ligas tan exóticas o ignotas como la de Escocia —el gallego Nacho Novo— o la de Chipre —el argentino Gastón Sangoi—. Jugadores con oficio, en todo caso. Pero Preciado no es de esos entrenadores que se arrugan y su determinación ejemplificada con la presencia de Cases en el once habla de su inquebrantable voluntad por hacer de la cantera el principal activo de los dos únicos clubs —los que se dieron cita sobre el césped del Nuevo Sardinero en esa tarde nublada a orillas del mar cantábrico— en los que ha tratado de diseñar un proyecto deportivo. El Racing de Santander le dio la alternativa en dos etapas distintas, la primera formando tándem con ese fino centrocampista, Quique Setién —el director deportivo—, alma mater del equipo cántabro cuando esa división de Oro, allá por los años ochenta, atendía a unos criterios más democráticos en la formulación de una liga donde las sorpresas estaban a la orden del día. Pero aquello no cuajó porque arribó a las costas santanderinas un personaje de infausto recuerdo —Herr Dimitri Piterman, con el don de la ubicuidad (en los banquillos y en el palco) por montera—y ya en una segunda etapa, su honradez le hizo descabalgarse antes de tiempo, preso de un sentimiento de impotencia y saber que el equipo de su vida se iba a pique con él asumiendo el timón de la nave.
A mediados de la pasada década, El Molinón, ese estadio que había visitado en numerosas ocasiones cuando participaba de la plantilla encabezada por la abeja reina Setién secundado por una tropa de obreros, se convertiría en la nueva casa para Preciado. Sumido en la Segunda durante nueve eternas temporadas, el Sporting reflotaría en la división que nunca debió abandonar tras su etapa de oro de la mano de Preciado. De aquel comeback a la Primera División del Real Sporting una imagen quedaría grabada en la retina de todo aficionado astur que tuviera un mínimo conocimiento sobre las vidas de Quini —otro Castro en la nómina de mi segundo equipo favorito— y Preciado. A pie de césped, mientras la marea roja rugía, Preciado unía sus brazos; una señal percibida desde la corta lejanía por «El brujo», sito en el palco, quien le correspondía con un gesto idéntico. «El obrero de los banquillos» y la leyenda asturiana creaban ese espacio telepático donde discurrían un sinfín de sentimientos encontrados... Y en el fondo de todo ello, el valor relativo del éxito deportivo cuando la vida golpea con dureza... El casillero de las desgracias de Preciado parecía abultado, pero el de Quini no se quedaba corto, a propósito de la muerte de su hermano menor Jesús Castro —en un acto de puro heroismo del que fuera guardameta del gran Sporting—, de su secuestro durante su paso por el FC Barcelona —donde dejaría una huella imborrable— y del cáncer de garganta que, por ventura, ha superado. Casi cuatro años más tarde de aquel histórico ascenso, Preciado y Quini siguen aferrados al mástil de la salvación de un equipo que perservera en echar mano de la cantera cuando la cartera ya no da más de sí. Bien lo sabe Don Manuel Vega Arango, el presidente del Sporting, que mantuvo contra viento y marea a Preciado cuando hace un par de temporadas ya se le había colgado la soga al cuello. Esperemos, que en el futuro sople un viento favorable para ese Sporting de mis entretelas y la marea troque su última letra por la «O» de Mareo, símbolo de orgullo de un club modesto. Si es así, la perserverancia de Preciado habrá valido la pena, allá donde esté. Un ejemplo a seguir para venideras generaciones este currante del fútbol hispano llamado Manuel Preciado, que ha sabido convivir con las adversidades y darnos una lección de honestidad, gallardía y coherencia.
Nota bene: Este post está dedicado a Manuel Preciado, y dos sportinguistas-cinéfilos de fuste, Adrián Sánchez y Alejandro Díaz (con acompañamiento musical al margen superior derecho del blog del celebérrimo tema creado por Johann Pachenbel, que sirvió de leit motiv para Volver a empezar, dirigida por José Luis Garci, con Mareo y el Sporting de Gijón como guest stars

3 comentarios:

alejandro d.c. dijo...

hola, Christian.
gracias por la dedicatoria y por el post. es emocionante leer a un sportinguista de corazón. como sabes, en mi caso es al contrario: mi segundo equipo más querido es el Barça. pero primero está el Sporting, claro está..
espero que en lo personal todo vaya bien y te deseo lo mejor en todos tus proyectos.
un fuerte abrazo!

Christian Aguilera dijo...

Hola Alejandro:

lo mismo te deseo para tí, amigo.

Puxa Sporting!

Un abrazo,

Christian

Jordi Marí dijo...

De veras emotivo artículo.