En el otoño
de 2020 el sello Impedimenta publicó Los
viejos creyentes de Vasili Peskov, cuya historia tiene como protagonistas a
una familia que vive en condiciones extremas en un lugar recóndito de la Taiga,
un espacio «salvaje» sin apenas contacto con la
civilización. Durante la pandemia la novela en cuestión que tiene en el
personaje de Agafia una «antiheroína» por excelencia —la única
superviviente del clan familiar— pasó a ser uno de los más leídos del catálogo
de Impedimenta en aquel periodo. Siendo una editorial con un diáfano acento
anglófilo, ya sea de manera consciente o inconsciente, cabía encontrar por
parte de Impedimenta un «equivalente» de Los viejos creyentes por lo que concierne a una narración que
ofreciera voz a los más desamparados
del Sistema en el marco del otrora Imperio Británico e igualmente en un entorno
natural, salvaje. No hubo que
remontarse a la era del thatcherismo para
dar con una novela de semejantes características. El Costa Novel Award, en su
edición de 2021, había recaído en Unsettled
Ground de Claire Fuller (n. 1967), publicada en el Reino Unido por el sello Fig Tree
y meses más tarde en los Estados Unidos por el gigante Penguin Books. En determinados círculos literarios Claire
Fuller no era una desconocidam ya que había visto publicadas tres novelas con
anterioridad a la aparición de Unsettled
Ground, a saber, Our Endless Numbered
Days (2015), Swimming Lessons
(2017) y Little Orange (2018). Como
la propia autora británica manifestó a Eric Karl Andersson en el curso de una
entrevista difundida en el canal de YouTube de este último, una de las
constantes de sus novelas deviene el desarrollo de historias en entornos
naturales, prestos a condicionar o moldear
—en verbo especialmente pertinente para alguien formada en el arte de la
escultura— unos personajes que irían creciendo
en la mente de Claire Fuller a medida que tomaba cuerpo el proceso
creativo. En el caso de Tierra inestable el protagonismo recae en los gemelos Julius y Jeannie, que van de la mano de
Claire Fuller a nivel generacional, en atención a que cuando la escritora
empezó a vestir la historia (en lo
que podríamos colegir un primer borrador) contaba con cincuenta y un años. Por
consiguiente, idéntica edad al de los hijos de Doty, la mujer septuagenaria que
fallece al correr de las primeras páginas de Tierra inestable, título que sirve de metáfora de la realidad por
la que transitan dos hermanos sin apenas recursos económicos, abandonados a
suerte en una esquina de la campiña
inglesa, en un periodo reciente en que se deja sentir los ecos del BREXIT. Una
referencia que queda impresa al superar el ecuador de una novela con escasos
personajes en liza, pero de una enorme riqueza fijada a su suelo narrativo, abonado
a un humanismo que trasciende a cada
página. Tierra inestable encuentra en
esos detalles de calado humanista su mejor refugio
para que el lector cree una «conexión emocional» para con los personajes
basales del relato, en especial con Jeannie, sobre quien recae buena parte del
protagonismo en el tramo final de una pieza literaria de una innegable calidad
literaria. Un personaje pegado a la
tierra, desprovisto de cualquier ornamento
que hubiese podido tener un mal encaje en una historia propia de unos desarraigados, Jeannie muestra, eso sí,
unos fundamentos musicales que a Claire Fuller la fueron «revelados» a través del conocimiento
de la cantante folk estadounidense Peggy Seeger —afincada en Inglaterra— y de su
propio (segundo) marido, guitarrista vocacional. «Revelaciones» que Claire Fuller comparte
con Eric Karl Andersson y sus seguidores de YouTube, en un canal apto para dar
a conocer novelas de interés y, a la vez, servir de ventana para escritores o escritoras que, como la británica –coetánea
de un servidor— dejan patente su necesidad de emplear las nuevas tecnologías
para difundir sus trabajos literarios sin menoscabo a seguir utilizando unas
viejas máquinas de escribir —cedidas por una vecina de su madre Ursula
(Pitcher), a quien va dedicada su cuarta novela, junto a su progenitor Stephen
Fuller—, en un desempeño artesanal que la transporta
a su primigenia faceta de escultora.