A medida que Barcelona y su área metropolitana asistía a una progresiva desaparición de los denominados cines de barrio, en el último tramo del siglo XX la Ciudad Condal registraba la apertura de salas dedicadas a la versión original. Ciertamente, existía un déficit de salas que ofrecieran versiones en las lenguas para las que fueron concebidas un sinfín de producciones de múltiples nacionalidades, máxime en una ciudad cada vez más cosmopolita donde el tránsito de turistas se contabilizaba ya en aquellas fechas por millones. Quizás ese ímpetu por corregir una auténtica anomalía enquistada en el sistema de la exhibición y de la distribución española por mor del franquismo se debió a la celebración del centenario del cine en 1995. Sea como fuere, los que amamos la versión original podíamos elegir entre las recién creadas Icaria Yelmo (a día de hoy, un total de diez salas de distintas proporciones) en el epicentro de la zona olímpica donde se alojaron los deportistas años atrás, el nuevo complejo de Salas Verdi que daban a la calle Castillejos, y los cinemes Méliès, en la céntrica calle Villaroel (nº 102), una de las más largas de la Ciudad Condal. Afortunadamente, el parque de la versión original se ha ido ampliando de un tiempo a esta parte conforme a iniciativas que han ido arraigando en localidades adyacentes a Barcelona como Sant Cugat donde Cinesa ha aparcado la política de la exhibición de películas dobladas, a modo de prueba piloto de lo que nos puede deparar el futuro a corto y medio plazo. Asimismo, Phenomena favorece la VOSE con una oferta generosa de propuestas que viajan en el tiempo a los años de esplendor del Movierecord y que alcanzan hasta nuestros días con proyecciones de producciones que arrastran consigo una importante afluencia de público. Un cine, Phenomena, acondicionado con los ropajes propios de las salas de los años 70, ubicado donde estaba el cine Nápoles, cerca de la Sagrada Familia. Allí estuvo empleado durante unas temporadas Daniel Cantón. Lustros más tarde, Daniel Cantón se ha significado como la cara visible de los cines Méliès, que en diciembre de este año cumple su veinte aniversario. Lo hace con una programación guiada por la calidad, compaginando estrenos de la semana con la recuperación de películas en tránsito de salir de la cartelera u otras con la voluntad de encontrar su "sitio" y que el boca-oreja juegue a su favor. Cierto que, de vez en cuando los Méliès han programado en lo que llevamos de siglo XXI diversos clásicos o títulos de culto, sobre todo concentrado en los periodos estivales, una dinámica que había sido el leit motiv de las primeras etapas de la sala barcelonesa creada por Carles Balagué (posterior a su etapa igualmente vinculada a los cines Nápoles donde trabajó durante un periodo con el propio Daniel Cantón), cineasta, escritor y crítico cinematográfico, al que muchos estamos en deuda por esa valentía a la hora de enfrentarse a un negocio tan incierto nacido de una pasión desbocada por el Séptimo Arte. Solo así se entiende que Balagué ideara un hall habitado por los rostros de numerosos directores en fotografías en blanco y negro, la emulsión predominante en la primigenia programación de los Méliès de la que fui un devoto seguidor. Centauros del desierto, Winchester 73, El hombre del Oeste, América, América, Atrapa a un ladrón, Noches blancas... y así hasta completar una lista de casi cien títulos serían los que, calculo, haber visto en los Méliès en aquel periodo finisecular. Copias inmaculadas extraídas del catálogo de Cooper Films que disfruté en aquellas tardas aptas para saciar mi amor por el cine clásico. Un templo para la cinefilia del que sigo disfrutando con producciones recientes, pero presididas por el buen gusto de Carles Balagué y su reducido equipo del que forma parte Daniel Cantón, una de esas personas excepcionales que tan caras son de conocer a lo largo de la vida. Larga vida es la que deseo a los Méliès, al que contra viento y marea, sigue aferrado a su voluntad por ofrecer un cine distintivo de calidad con precios acomodados a los bolsillos de espectadores de clases, en su mayoría, azotadas por una crisis que parece perpetuarse. Sirvan estas líneas de modesto homenaje a estas pequeñas grandes salas de cine de nuestra querida Ciudad Condal, situada, como diríamos los catalanes, en el rovell de l'ou de Barcelona, a escasos tres minutos de la línea 1 del Metro Urgell.
http://www.meliescinemes.com/