domingo, 29 de abril de 2012

PEP GUARDIOLA, EL SENY I LA RAUXA


El dramaturgo William Inge dijo en cierta ocasión que «los halagos astutos complacen más a quienes lo realizan que a sus receptores». Para un país en que la envidia es el combustible dispuesto a revolucionar el motor de las vidas de buena parte de su población, escuchar over and over a Pep Guardiola elogiar al contrario, ensalzar sus virtudes pese a que se tratara de un equipo modesto condenado a bregar por salvar la categoría— y deshacerse en parabienes con sus colegas de profesión ha sido uno de los aspectos que me han ganado sobremanera y me han hecho sentir próximo a la forma de pensar del carismático entrenador del FC Barcelona. En su nueva etapa en el club barcelonés, Guardiola, paradigma del seny y de la rauxa catalana, ha sabido asimismo manejar un vestuario en que se eliminara de raíz cualquier factor desestabilizador, transmitir esa pasión por el juego que debe o debería ser la práctica del fútbol. Cuatro temporadas de gloria, de excelencia sin sacrificar un ápice un sentido del equilibrio y de la mesura que ha guiado la manera de ser del que antaño se había convertido en uno de los estandartes del barcelonismo sobre el terreno de juego. Pep Guardiola deja tras de sí un proyecto sólido, rocoso, pero del que se advierten pequeñas fisuras si el recambio de algunos jugadores no llega a tiempo debido, en buena lid, a ese intangible llamado “servicios prestados” (hay decisiones que se toman desde el corazón), un aval difícil de soslayar cuando esas tardes o noches de blanco satén se agolpan en la memoria. Según mi juicio, este ha sido uno de los elementos clave para entender el porqué Pep Guardiola ha decidido no renovar su contrato con la entidad blaugrana: hay “sentencias” que uno se niega a firmar. Especialmente dolorosa hubiera sido la imagen de Pep acompañando en la rueda de prensa de despedida de Xavi Fernández, la brújula que da sentido y orientación (además de gol) al equipo, por mor de una lesión cronificada. A su estela le hubiera llegado el turno a Carles Pujol, otro de los capitanes cuyo compromiso prorrogado con la selección española no fue del agrado de Guardiola sabedor que el físico del defensa blaugrana pudiera estar al borde del colapso.
   Podemos llegar a razonar de que Pep Guardiola es una pieza más dentro de un engranaje deportivo ideado para crear un estilo de juego reconocible y admirado en todo el mundo a través de labrar un trabajo al largo plazo desde la cantera. Sin la aportación en su momento de los holandeses Johann Cruyff y Frank Rijkaard, la suerte de Guardiola hubiera sido bien distinta. Los fundamentos estaban ahí para que Guardiola diera ese paso al frente con la insolencia y el arrojo propio de alguien que sabe aprovechar la confianza depositada por un cuerpo técnico (Txiqui Beguiristáin, luego otro vasco, Andoni Zubizarreta con la llegada de Sandro Rosell a la presidencia de la entidad blaugrana) que comulga con sus principios futbolísticos. Y la rueda no se detendrá con la salida del noi de Sant Pedor: ahí está Tito Vilanova (su amigo del alma desde los tiempos de la Masia) presto a tomar el relevo y proseguir por el mismo camino. 
   Todos sabemos que el éxito une y el fracaso nos aleja de esos “socios” de la vida. Pero también tomamos conciencia de que los fracasos no forman parte del “programa de actos” de los equipos estelares (léase Madrid y Barça) del balompié de nuestro país, sopena que la cuerda vuelva a romperse por el sitio más débil, el del banquillo. En cualquier equipo de tabla media para abajo, la conquista de una Copa del Rey equivale a la gesta de una década, quizás de un siglo; en esas dos entidades que figuran a perpetuidad (junto al Athletic Club de Bilbao) en la Primera División desde su arranque, puede traducirse en un balance tirando a discreto. La medida de ese cambio operado por Pep Guardiola y su equipo ha hecho posible un pequeño milagro cuando, una vez el niño Fernando Torres se reivindicaba con un gol al contraataque al más puro estilo de ese Atlético de Madrid del que formaba parte antes de emigrar a las Islas Británicas no sin antes haber sido sondeado por el club blaugrana, la puntilla definitiva a la eliminatoria de semis a favor del Chelsea, el público, puesto en pie, ovacionaba a su equipo. Entonces, Pep respiró tranquilo, aliviado y mirando al cielo. Él ha contribuido a cambiar una mentalidad que rehuye al simple acto-reflejo de la ecuación victoria-aplausos/derrota-silbidos. Un espíritu importado de las Islas Británicas, el espacio donde aguarda a Pep Guardiola después de tomarse un año sabático. Pero no me cabe duda que Guardiola regresará algún día a la entidad que le vio crecer como persona y futbolista. Solo entonces la ovación que le tribute el Camp Nou pueda ser comparada con la que reciba el próximo día 5 de mayo frente al RCD Español en el partido de cierre de la Liga BBVA 2011-2012. Trocando el pronombre de la canción de su admirado Coldplay que, a buen seguro ha sonado en sus oídos en la previa de tantos partidos, You Never Change. Gràcies, mestre.


En homenaje a Pep Guardiola, invitación a ver y escuchar en Youtube el videoclip de la canción We Never Change, perteneciente al álbum Parachute (2000) del grupo Coldplay, uno de mis favoritos del panorama musical actual.






domingo, 22 de abril de 2012

ELLA BAILA SOLA: MARTA, MARILIA... Y ROCÍO «AL DESNUDO»


Echando la vista atrás, solemos preguntarnos qué fue de aquellos artistas capaces de despuntar en un periodo determinado y luego perdemos su rastro para siempre. La “memoria” de Internet permite, sin embargo, saber que esas ausencias siguen siendo presencias pero a una escala, a menudo, infinitesimal en relación a la repercusión cosechada en su momento. En tiempos en que se impone el «sistema del malestar», donde los mercados financieros dictan las políticas a seguir por parte de los gobiernos y se dinamitan toda una serie de logros que costaron decenios en conquistar, en el interior de nuestro hogares abrimos aquellas ventanas selladas durante un largo tiempo en estancias en las que acumula el polvo, perfumadas de olor “a viejo”. Nuestras vidas precisan de esas ventanas que miran al pasado, quizás con el palpito que el esplendor de la civilización contemporánea ya nunca más regresará. A tenor de las noticias que asaltan de continuo los telediarios, la decadencia del Imperio Europeo parece más que una realidad y en ese valor refugio que representa, amén de la compañía de nuestros seres queridos, la lectura, la música, el deporte, el cine, el arte en general, muchos de nosotros encontramos un propósito de enmienda a saber encarar el futuro con unas ciertas dosis de esperanza. En ese baúl de los recuerdos, no demasiado lejanos pero tampoco tan recientes para que ocupen algún recuadro de esa estancia en que las partículas de polvo danzan al filtrarse los rayos solares, encuentro esa música de Ella baila sola. Anglófilo por la gracia divina, pocos han sido los grupos o solistas latinos o españoles que sitúo en mi particular dial de ese pretérito balsámico. Aspectos insondables concurren en mi estima por Ella baila sola, ese dúo formado por Marta Botía (1974, Madrid) y Marilia Andrés Casares (1974, Cuenca) que irrumpió con fuerza a mediados los años noventa después de ir forjándose en el mundo de la música con el grupo The Just, entre cuyos covers figuraría "They Dance Alone" de Sting, puerta de entrada para reformular el dúo al amparo de otro nombre. Con el apoyo del productor Gonzalo Benavides, ellas crearon un sello distintivo merced a una sincronía vocal exquisita, unas construcciones melódicas definidas por un pop aterciopelado en su superficie pero cautivo de una amargura al bucear en el contenido de sus letras. Marta & Marilia construyeron, a modo de leit motiv, distintos temas que apelan al concepto de starting over («comenzar de nuevo») después de un desengaño amoroso, una llamada a reinventarse, una terapia para combatir el tedio de una existencia uniforme o una ruptura repentina. Este último escenario se daría en el seno de la «sociedad limitada» Marta Botía & Marilia Andrés, con un balance de tres discos Ella baila sola (1996), E. B. S. (1998) y Marta y Marilia (2001)— cuyas cifras de venta irían en sentido decreciente. La marea de los triunfitos hizo estragos en ese arranque de siglo, cubriendo de mediocridad el panorama musical español. Entre sus “damnificados” se localizaría Ella baila sola. Tocaba arrebato frente a esa lacra musical que todo lo invadía (la de la franquicia Operación Triunfo)  y Marta y Marilia, por separado, decidieron cruzar el Atlántico para situarse en Los Ángeles y Nueva York, respectivamente. En cierta manera, ellas se situaban en el epicentro de sus propias canciones. Tras ese Claro que hace falta hablar, y a renglón seguido expresar No está todo perdido vino Cómo nos repartimos los amigos y Despídete. Presumiblemente, si esa amistad se hubiera labrado en la infancia, Marta y Marilia hubieran acordado un retorno conjunto en algún punto de sus vidas. Pero éstas no se cruzaron y la oportunidad llegaría para la Eva Harrington de Madrid, Rocío Pavón. Rocío al desnudo u All About Rocio (Joseph L. Mankiewicz dixit): de su condición de groupie, fan de primera fila (pancarta incluida), a sentirse y sentarse junto a Marta para dar forma a un disco en estudio. El CD en solitario de ésta, Cumplir lo prometido (2002), tocaría fondo en las listas de ventas y como Dolores O’Riordan por lo que atañe a The Cramberries y lo sucedido con tantas otras artistas, recuperaría el grupo que le había dado verdadera proyección en diversos países (sobre todo de habla hispana). Marilia, desde California, negaría la opción de que su antigua compañera se apropiara del nombre Ella baila sola y el proyecto se “refundiaría”, pues, a partir de las siglas EBS.  Con disco en el mercado, con apremio al socorrido starting over Despierta (2009)— y un segundo macerándose en los estudios de grabación, EBS parece destinado a convertirse en un pálido reflejo de ese éxito artístico y comercial finisecular. Una lástima porque entre canciones de aire juguetón e indolente, se detecta el savoir faire de unas solistas y compositoras que se inspiran en una realidad cotidiana trenzada de sentimientos que tocan la fibra, erizan el vello y aceleran los latidos de nuestros corazones. Gracias, Marta, Marilia y Rocío por esas canciones que regaláis a nuestros oídos.

Invitación a escuchar en Youtube Cuando los sapos bailen flamencouno de mis temas favoritos de Ella baila sola:



domingo, 15 de abril de 2012

CAZA REAL: SAFARI MONÁRQUICO


Al tirar del hilo de cómo y dónde se produjo la fractura de cadera de Juan Carlos I hemos sabido que el monarca español no fue a Botswana a solidarizarse con un país con una tasa de paro pareja a la nuestra, en torno al 20-23 %. Más bien, se trataba de participar de una cacería de elefantes. Caza mayor la de paquidermos sin atender a la sangría de matanzas que ha experimentado este mamífero en el curso de las últimas décadas. A Don Juan Carlos tal cuestión le debe traer al pairo y ni tan solo debió reparar en la circunstancia de que aún sigue siendo Presidente de Honor de la World Wide Fund for Nature, cuyo principio activo deviene velar por  la conservación de la diversidad biológica. Pelillos a la mar, él debió razonar, con esa monarquía en franca descomposición, sálvese quien pueda y a disfrutar al máximo de una jubilación costeada por el erario público.
   En la era de Internet, los ebooks, los móviles y las mal llamadas redes sociales, las Monarquías europeas de real abolengo dejan a las claras que precisan de un plan «renove» o bien están condenadas a desaparecer. La nuestra desempeñó un papel mal que les pese a algunos— destacable en la Transición Democrática, pero da síntomas de languidecer a golpe de escándalos que han acabado por afectar a su núcleo duro. Y es un escándalo que el jefe de gobierno del Estado español se vaya de cacería mayor sin ofrecer “parte” a la Moncloa y más aún si cabe a costa de una especie en vías de ingresar en la casilla de extinción en los próximos decenios. Gratificante ha sido la declaración de Tomás Gómez, en representación del PSOE de la Comunidad de Madrid, en que ha retado al monarca a que si vuelve a incumplir sus obligaciones de Jefe de Estado abdique. Unos podrán argüir tacticismo por parte de Gómez de cara a reconciliarse con un sector de la izquierda que "acusa" al PSOE de mostrarse beligerante solo con su “eterno rival”, el PP. Sea como fuere, algo parece moverse al atreverse una porción de la clase política a poner en entredicho actitudes y aptitudes de esa monarquía borbona de la que hasta hace no demasiado tiempo representaba todo un tabú referirse a la misma en los medios de comunicación. Esos representantes políticos a los que el pueblo les ha depositado su confianza tienen "órdenes" concretas de que no se puede defender lo uno y su contrario y que, por tanto, se apliquen en un razonamiento dictado por el sentido común y la coherencia. Tomás Gómez ha entendido el mensaje y no se ha andado con medias tintas. Seguramente, la Casa Real pagará con el silencio, en sintonía con esa cúpula del PP en que su máximo dirigente, el presidente del gobierno Mariano Rajoy, espera reunirse con su pool de asesores para determinar a que burladero se encomiendan. Alguien mueve los hilos en esa Moncloa tapizada de azul, en que Rajoy se muestra bravo con unos y manso con otros. En su fuero interno el mandatario gallego debe meditar la idea de no meterse en una nueva zanja esta no arada por el PSOE que, dicho sea de paso, dejó el huerto hecho unos zorros, la que compromete a la Monarquía española en su particular Annus horribilis. Las desgracias nunca vienen solas, por su parte, debe cavilar un convaleciente Juan Carlos I. Le aguarda un periodo de reposo en que presumiblemente no tendrá entre sus lecturas La soledad de la Reina (2011, Le esfera de los libros) de Pilar Eyre, y el seguimiento informativo, con riqueza tipográfica, de las andanzas judiciales de su yerno Iñaki Urdangarín en el «caso Nóos» y derivados. A buen seguro, le salvará la chequera imperial al ex jugador de balonmano de un eventual ingreso en prisión. Demasiadas facturas por abonar y demasiadas fracturas que debe soportar un maltrecho cuerpo para retomar el empeño de la caza mayor. Ahora asiste a una caza real, la de un sector de la clase política escorada a la izquierda que ha encontrado una improvisada “alianza” en su voluntad, al medio plazo, de retornar al poder. Con las Infanta Cristina y Elena mudas y la Reina Sofía aferrándose a sus creencias religiosas para pasar el trago en soledad  Eyre dixit, todas las miradas se conducen hacia el príncipe Felipe. O le vemos reinando en breve (no nos esperemos cambios de tono ni salidas de pata de banco: es el formalismo elevado a la enésima potencia) o este país ya no está para soportar otro mensaje navideño con el renqueante monarca leyendo el teleprompter y apelando nuevamente a tomar ejemplo y a estrecharnos el cinturón. Pues eso, con una nación al borde del rescate Su Majestad no pudo elegir mejor "ocurrencia" que coger los bártulos y visitar a sus amigos de Botswana en aras a “regular” el “tráfico” de paquidermos a golpe de escopeta. A este paso quedarán menos juancarlistas librados al "Partido" presidido por Jaime Peñafiel que elefantes blancos en el continente africano.       

lunes, 9 de abril de 2012

ESTAMPAS DEL FÚTBOL ESPAÑOL (II): JAVIER CLEMENTE, EN ALGÚN LUGAR DEL TIEMPO... PASADO

Hasta no hace demasiado tiempo, los directivos de los equipos en apuros en la tabla de clasificación de la División de Honor de la Liga Española de Fútbol presentaban como recambio de entrenador una terna de futuribles en que generalmente siempre sonaba el nombre de Radomir Antic. Habitual colaborador radiofónico, con una voz inconfundible (pasto propicio para imitadores en tiempo de juego), a medida que el entrenador serbio iba perdiendo protagonismo en esas quinielas, algunas de las cuales se improvisaban en el antepalco de estadios mientras se escuchaba un runrún de fondo de desaprobación de la afición, Javier Clemente (Baracaldo, País Vaco, 1950) parecía dispuesto a retomar su actividad de entrenador «de club» tras su etapa de seis años al frente de la Selección Española. Clemente cosecharía buenos números con la roja, pero sin dejar de evitar mostrarse como un Miura en esa sacrosanta casa de la Federación Española, con Ángel María Villar (su presidente) ejerciendo de principal avalador. El de Baracaldo no rehuía al cuerpo a cuerpo con periodistas, colegas de profesión, directivos, deportistas y lo que se terciara sobre el ruedo del balompié. Entonces, ya evidenciaba ese regusto por ser el Oscar Wilde de la lírica balompédica, con frases ocurrentes, a ratos ingeniosas y otras tantas (del todo) desafortunadas. En un país cainita por naturaleza, estaba claro que la visión del personaje en cuestión solo se podía entender desde los extremos.
   Confieso que, al bucear en la memoria, el recuerdo de aquellas salidas de tono de Clemente podían llegar incluso a despertarme ciertas simpatías y no podía por menos que valorar su labor al frente del banquillo del Athletic de Bilbao, con la conquista de dos ligas y una Copa del Rey, de excepcional. «No hay mal que por bien no venga» reza el refrán a propósito de esa lesión ocurrida a los veintidós años, capaz de truncar una carrera futbolística que apuntaba alto en el Athletic, mostraría el camino para la “redención” a través de los banquillos. Su palmarés con el equipo bilbaíno certificaba el buen ojo del cuerpo directivo del Athletic al colocarlo al frente del primer equipo apenas superados los treinta años. A los cuarenta y dos años llegaría su incorporación a la selección española tras haber encadenado varias temporadas gloriosas con el RCD Español. Pero aún así la polémica estaba servida cuando Clemente parecía tomarla con algunos de los jugones de los equipos que iba entrenando, creando "conflictos de intereses" serios. Así pues, su concepto de fútbol directo, a la inglesa, iba tomando cuerpo y poco casaba el “vedetismo” de determinados jugadores que no aportaran ciertas dosis de brega y sacrificio. Víctimas de este estilo ya los hubo por aquel entonces (Manu Sarabia en el Athletic, Michel en la Selección, etc.) y el tiempo no haría más que certificar una manera de entender el fútbol acorde a patrones allén de las fronteras españolas mirando hacia el norte. Raro fue que Clemente no recalara en un club británico. Alguna que otra oferta debió llegar pero los cantos de sirena de la Federación Española fueron demasiado poderosos para que Clemente dejara perder la ocasión. Al cumplir esa etapa, su hambre de banquillo no concluiría ni de lejos y prácticamente recorrió de punta a cabo la península ibérica librándose al mejor o al único postor del momento... Betis, Español (en su segundo ciclo con el equipo periquito), Real Sociedad, vuelta al Athletic, Valladolid... y Gijón como última parada hasta la fecha. Tampoco haría ascos a entrenar otras selecciones, como la de Serbia y la de Camerún, los otros leones indomables, pero los del continente africano.
  Sometidos a ese potro mecánico que en no pocas ocasiones se convierten las ruedas de prensa la reiteración de ciertas preguntas (extradeportivas) tiene un tanto de torturapara los entrenadores, éstos suelen valerse del manual de los tópicos. Pero Clemente siempre ha hecho gala de una fuerte personalidad enfundada de soberbia, sarcasmo, ironía o mala leche… a veces todo revuelto. Antítesis de Josep Guardiola a la hora de medir las palabras, Clemente entra en el lodazal que propone cierta prensa y habla pensando en sí mismo, no a quien representa. Han cambiado tanto los decorados (con el preceptivo escudo de cada club o selección) en los últimos tiempos que Clemente va por libre, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo. Cuando un entrenador empieza a dejarse querer por los equipos en vías de descenso, mala señal. Terreno resbaladizo donde es fácil ir manchando un historial profesional del calado del vasco. En esa balanza virtual demasiadas “operaciones rescate” con triste final afloran en la cuenta de resultados de la trayectoria profesional de Clemente. La puntilla, ese Sporting de Gijón 2011-12 entregado al descenso, sin alma. Esa alma que sí supo inculcar a sus jugadores el gran Manuel Preciado y que se fueran o no a Segunda, estoy convencido que hubiera tenido a la mayor parte de su afición de su lado. Música de viento se avecina para las próximas semanas en El Molinón con Javier Clemente a cubierto en su banquillo. El enésimo que ocupa en una de las trayectorias en más franco declive que haya conocido un entrenador de fútbol nacido en el estado español. Pálido reflejo, pues, de lo que Clemente fue en un tiempo en el que los jugadores saltaban al terreno de juego con la numeración del 1 al 11 y las victorias se contabilizaban de dos en dos.