viernes, 25 de noviembre de 2011

LA «MANTIS RELIGIOSA» DEL PSOE/PSC: CARME CHACÓN O EL «ARTE» DEL CAMUFLAJE

Dia 16 de noviembre de 2011, al filo de las cinco de la tarde. Plató principal de televisión de tv8,  brazo audiovisual del Grupo Godó (La vanguardia). Los cuatro líderes de los partidos con mayor representación parlamentaria de Catalunya se personan en los estudios televisivos… pero falta una quinta persona en representación del PSC (Partido Socialista de Catalunya). Su nombre y apellidos: Carme Chacón Piqueras. Josep Cuní, el front man de la cadena privada —recién fichado por el Grupo Godó después de su exitoso y largo paso por TV3— que debe coordinar el debate a cinco, niega la mayor cuando recibe una propuesta de la cúpula de mando de los socialistas catalanes justificándose que Chacón tiene la agenda ocupada y delega en su segundo para que la substituya. Cuní no da su brazo a torcer y suspende el debate, pactado desde hacía dos meses, por incomparecencia de Carme Chacón. El revuelo creado es notable y el debate, ya en horario de prime time, acaba desplazándose hacia la actitud adoptada por la candidata socialista. Cuatro días después se celebran las elecciones generales en el estado español y el PSC, por primera vez en la historia de la Democracia, queda desbancado del lugar más alto del podio, en este caso, por CIU (Convergencia i Unió). Esa misma noche, Carme Chacón, secundada por José Montilla —el ex President de la Generalitat de Catalunya—  y José Zaragoza —responsable de la campaña de marketing de las generales en Catalunya—, apela a los principios fundacionales del socialismo para relativizar una debacle electoral en toda regla y sentencia: «solo los cobardes no podrán superar la derrota. Nosotros sí lo haremos». Frases hechas, terminología militar que se sabe al dedillo y que utiliza de manera indistinta, ya sea ante las tropas españolas en suelo afgano o irakí, o en un mítin en alguna población del cinturón metropolitano, próxima a la ciudad —Esplugues de Llobregat— que la vio nacer un 13 de marzo de 1971.
   No puedo decir que la actitud adoptada por Carme Chacón en estos comicios electorales me haya sorprendido. Desde hace tiempo he calado a esta dama del socialismo presa de una ambición mórbida —en el peor término de la expresión—que no se detiene ante nadie ni ante nada para conseguir sus objetivos. Chacón sabía que la debacle socialista estaba a la vuelta de la esquina y evitó enfrentarse en un debate a cinco en el que podría salir escaldada. Adoptó lo que ha utilizado otras veces, siguiendo el simil militar: el camuflaje. Un camuflaje en forma de espantada que, en esta ocasión, le salió el tiro por la culata ante la postura encomiable de Josep Cuní. Nobleza periodística obliga. Lejos de ayudar a apagar ese incendio que ella misma había creado, dio la callada por respuesta toda vez que ultimaba una salida largamente gestada que, según sus cálculos, la debería situar nuevamente a las puertas de la Calle Ferraz para disputar los honores de mando del PSOE a Alfredo Pérez Rubalcaba. Este último había sido la solución, a priori, menos dañina para evitar la caída en picado del PSOE en las elecciones generales, plegándose a un ejercicio de autocrítica —dado su vínculo directo con la Administración Zapatero— que ni por asomo Carme Chacón mostraría en campaña en Catalunya, acudiendo a ese mantra en forma de crisis mundial que parece explicarlo todo. Más bien, Chacón ha salido una y otra vez en defensa de la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero apelando a la gallardía mostrada en la segunda parte de la legislatura a partir de que fuera reelegido en 2008— con la aplicación de una serie de reformas que parece ser, visto lo visto, no ha obtenido los frutos deseados. Claro que de sus palabras laudatorias para con Zapatero se desprende una gratitud al haberla colocado al frente de las carteras del Ministerio de Vivienda un paso fugaz del que más vale correr un tupido velo y del Ministerio de Defensa, en que, como razonaría un castizo, ha cumplido el expediente. Recién nombrada en este cargo, Carme Chacón dio el do de pecho de sus ansias de poder a cualquier precio al desplazarse en avión a Afganistán —nada que ver precisamente con un crucero a bordo del Mediterranée— en avanzado estado de gestación. Un riesgo más que prescindible pero no en el ánimo de esta dama que sigue sin renunciar a salirse de las casillas del poder pese al varapalo experimentado en Catalunya (la comunidad en la que ha descendido más el voto socialista; ahí es nada). Para lograrlo es capaz de borrar parte de su pasado más o menos reciente, haciendo opaco al conocimiento de la población que su principal aval a efectos de la dirección del partido—y, a la sazón, marido Miguel Barroso, nombrado Secretario de Estado por parte de Zapatero, estuvo implicado hasta el tuétano en el diseño de una política que ha resultado todo un fiasco. Visto que el panorama se tornaba cada vez más negro, Zapatero prescindiría de los servicios de Barroso mientras mantenía en el cargo del Ministerio de Defensa a Carme Chacón, entre otras cosas, porque no dejaba de ser la voz de su amo. Un amo que pronto iniciará su retiro espiritual en los aledaños de León, allí donde le construyen una fortaleza en que, a buen seguro, dará rienda suelta a su autobiografía exculpatoria, si, por ejemplo, el grupo Planeta o alguno de los satélites editoriales de PRISA, le corresponde con un (generoso) talón. Sería entonces interesante revisar los capítulos finales dedicado, en buena lid, a su substituto al frente del PSOE, el que se postule como candidato/ta a derrotar a Mariano Rajoy en 2015 ó 2016. Para muchos en las quinielas sigue estando el nombre de Carme Chacón, pero afortunadamente buena parte de los simpatizantes del PSC (entre ellos, un servidor: el blanco ha sido el color escogido para este 2011) hemos tomado nota de ese doble discurso que ella practica , y su disposición a borrar unas huellas que la situaron en la escena de la Administración Zapatero, sinónimo de fiasco absoluto. Como asevera Joaquín Leguina uno de los políticos que siguen valiendo la pena de este país— en el próximo comité ordinario (sic) del PSOE, presumiblemente a celebrar la primera semana de febrero, «hasta los mudos hablarán». Será tiempo, pues, para desenmascarar a esta mantis religiosa, esta spider woman dispuesta a quemar todas las naves posibles para alcanzar su fin, cueste lo que cueste. Henry Kissinger tiene rostro de mujer en este bendito país. A ambos el traje de camuflaje les sienta tan bien…

miércoles, 16 de noviembre de 2011

«MIENTRAS LOS MORTALES DUERMEN» (2011) de Kurt Vonnegut


«Porque Cristo ha nacido de María
Y reunidos arriba, mientras los mortales duermen
los ángeles mantienen
su guardia de amor»


Mi filiación por la literatura de Kurt Vonnegut (1922-2007) se remonta a mediados de la década de los ochenta cuando descubrí Matadero Cinco (1969), cuyo subtítulo La cruzada de los inocentes, trata de «emanciparse» del concepto gore que pudiera sugerir su título principal para aquellos escasa o nulamente familiarizados con la obra del escritor natural de Indianapolis. A partir de entonces, he tratado de conformar una particular «biblioteca Kurt Vonnegut» dado que su obra traducida al castellano anda un tanto desperdigada por distintas editoriales. Tras su desaparición, algunos sellos han tratado de ir al rescate de aquellas piezas inéditas en su traducción a la lengua de Antonio Machado, sobre todo por lo que atañe a su cuerpo de relatos cortos, una faceta más bien agazapada que prologa ese estilo de caligrafía sencilla, arropada por un humor más irónico que sarcástico, dispuesto a tomar distancia en relación a la solemnidad y trascendencia que redundan en algunos de los textos de colegas suyos al tratar temas de calado social de inapelable dureza.
   Mire al pajarito (2010) y Mientras los mortales duermen (2011), ambos editados por El sexto piso, se encuentran conformados por relatos breves escritos por Vonnegut en distintas etapas de su vida, y con el punto de mira fijado en aquellos años de formación antes de «dar a luz» al atribulado escritor con maneras propias de un beatnik pero sin pertenencia a la cuerda de los Allen Ginsberg, Jack Kerouac y compañía. A falta de conocer el contenido de Mire al pajarito, Mientras los mortales duermen, a través de sus diecisiete relatos cortos, deviene una evaluación, una toma de temperatura sobre personajes oc(d)iosos y situaciones que discurren en un pasado lejano. Éste se transforma en cercano cuando el ciclo vital se va cerrando y se tienden puentes con esos estadíos de la infancia, la adolescencia y la juventud. Un «trípode» sobre el que Vonnegut coloca su particular «objetivo» para captar el movimiento de esos personajes que desfilaron ante sus ojos y que contribuirían, a través de experiencias compartidas, a ir dando forma un carácter desplazado hacia lo heterodoxo, en que lo extraño podría resultar natural, y lo natural evaluarse como extraño. Más que la búsqueda de un refinamiento estilístico (siempre he considerado, al respecto, que conviven «dos» Vonnegut; uno capacitado para un tipo de narrativa reglada hacia líneas de trazo sencillo, puramente descriptivo, y el otro arbolado de dobles sentidos, de alegorías, simbolismos…), con la lectura de Mientras los mortales duermen trasciende la idea de que asistimos a la «Cátedra» de un librepensador, un auténtico púgil-notario de una realidad social imbricada con la querencia suprema del dinero y la necesidad de amar como motores de la misma. Estas dos fuentes irrigan esas parcelas literarias cuyas compuertas se abren con “Jenny”, en que todo un genio en caída libre pasa a tener como «inmueble» una furgoneta y como compañera sentimental… una nevera. Asimismo, particularmente llamativo es el relato que da nombre al libro compilatorio, en que Fred Hackleman, el redactor de un periódico, parece solaparse con la personalidad en sus modos y costumbres del propio Vonnegut. Otro pasaje autobiográfico se desliza en “Tango”, tomando el nombre del baile de raíces argentinas cuyos compases causan estragos en un pareja de jóvenes de pedigrí, habitantes de Pisquontruit (término indio que significa «aguas brillantes»), el enclave, según palabras del propio Vonnegut, más elitista de los Estados Unidos donde fue a parar con el propósito de impartir clases a Robert Brewer, hijo de un potentado llamado Herbert Clewes Weber. Personajes y espacios que parecen sacados de los textos de F. Scott Fitzgerald, son torneados en “Tango” por esa prosa cautiva de Vonnegut, al que el traductor de turno Jesús Gómez Gutiérrez— trabaja el andamiaje menos elevado del lenguaje con expresiones tales como «se hacía el longui» (para los no puestos en la jerga patria, similar a decir: «se hacía el despistado»). Otra de las gemas que contiene Mientras los mortales duermen se localiza en la parte final del volumen, esto es, “Los farsantes”, una sátira sobre la «alta cultura» que nació al calor de los movimientos vanguardistas a mediados del siglo pasado. En este relato Vonnegut se nos descubre en estado puro cuando, a propósito de trazar la evolución artística de John Lazarro relata que «su primera obra de importancia la había pintado en una acera, con una tiza robada, a la sombra del metro elevado de Chicago. Entonces tenía doce años». El componente esnobista que reposa sobre esa sociedad de clase alta que vive a salto de mata de exposiciones y otros eventos culturales, se cuela por las rendijas de la prosa de Vonnegut arbitrada en “Los farsantes”, uno de los relatos que mejor definen el carácter crítico, mordaz de un escritor al que en tiempos de agitación social se hace especialmente indicado (re)leer. Un Kurt Vonnegut que a punto estuvo de perecer a principios de los ochenta, contagiado por la enmienda al suicidio que había llevado antes de tiempo a la tumba a su madre Edith Lieber Vonnegut— y aún sin poder quitarse de la cabeza las fantasmas de sus experiencias del bombardeo de Dresden durante la Segunda Guerra Mundial, convenientemente exorcizadas en Matadero Cinco. La divina proveniencia hizo posible que Vonnegut, para asegurarse el tiro, no se acabara lanzando desde un sexto piso. Ha sido, no obstante, una editorial de idéntico título la que ha rescatado del maosoleo de los grandes escritores en lengua inglesa de la segunda parte del siglo XX esas piezas que sirven para apuntalar un legado en prosa sublimado por ese «factor corrector» llamado humor. Dios te bendiga, Mr. Vonnegut.

martes, 8 de noviembre de 2011

ADRIÁN SÁNCHEZ, EL «PADRE» DE ESBILLA CINEMATOGRÁFICA, «COTO PRIVADO» PARA CINÉFILOS INSACIABLES

Adrián Sánchez (Foto copyright: Rubén Cienfuegos)

Con el paso de los años la capacidad de asombro de un servidor, para bien o para mal, va menguando paulatianamente. Internet no es más que un fiel reflejo de esa impresión que adquiere categoría de certeza. Un territorio abonado a la sobreabundancia de información, que precisa de poner en práctica el noble arte de saber separar el grano de la paja, en la querencia de que cada uno de nosotros pasamos a ser espigadores de esas grandes extensiones sembradas depositarias de parcelas yermas donde apenas se muestran brotes de inteligencia pero que tratan de llenar los niveles de egocentrismo en aras a enmascarar una realidad nada favorable en lo tocante a lo que se sitúa por encima de los hombros y no está sometido a los efectos de las radiaciones solares.
Confieso que en lo tocante a los blogs no he obtenido la «diplomatura» por falta de horas de navegación para descubrir auténticas perlas, que estoy convencido de su existencia. Pero de los que he podido seguir con cierta regularidad aún no salgo de mi asombro sobre esbilla cinematográfica (http://esbilla.wordpress.com/), cuyo centro de gestión se localiza en Gijón, una ciudad de la que me resulta tan cercana por mis vínculos sportinguistas —esas filiaciones insondables que esconde el alma humana, vestida para la ocasión de rojiblanco—, y por la buena gente que he llegado a conocer, algunas de las cuales visité en mis sueños de adolescente —los hermanos Jesús y Enrique Castro Quini on my mind; Enzo Ferrero, Joaquín Alonso,…—. En esta tierra sin conquistar quizás se concentren el mayor número de jóvenes de nuestro bendito país cautivos de una cultura (musical, cinematográfica, escénica…) que nada contracorriente, refractarias al valor de lo impositivo por parte de los grandes trusts de la mercadotecnia. Y entre esta cultura efervescente de sabor astur, Adrián Sánchez (Gijón, 1979) se amarra al timón de un blog al que deberíamos rendir tributo todos aquellos dispuestos a encontrar tesoros perdidos en el fondo de un océano cinematográfico que parece no tener fin. Adrián tiende sus redes sobre todo aquello que reluzca sobre el fondo marino aunque luego, al pasar la lupa, la cosa se quede en una pieza de pura bisutería. Pero raro es el día del año que Adrián no salga a faenar, al rescate de aquella pieza codiciada por la cinefilia o la cinefagia. Al dorso de los objetos que encuentra en ese fondo marino figura su fecha de fabricación; al leer 1973, 1974, 1975, 1976 ó 1979 como fecha en que fueron manufacturadas el vuelco al corazón para Adrián está garantizado. A él le hubiera gustado nacer cuando lo hicieron sus progenitores. Además de haber podido visitar de yogurín los cines en que se proyectaban los films de Don Siegel, Clint Eastwood, Peter Yates, Robert Aldrich, John Frankenheimer, Francis Coppola... y haber asistido a programas dobles orlados por figuras del giallo, del polizesco o del eurowesterncada dos domingos hubiera reservado plaza en El Molinón para ver a su nuestro Sporting desarbolando al rival en plan naranja mecánica de aires cántabros. Cinéfago empedernido, atacado por ese mal en su variante más benigna de la hipergrafía que tiene en Arthur Crew Inman uno de sus apóstoles y que permite su don de ubicuidad en distintas webs especializadas (www.cinearchivo.com, www.pasadizo.com, etc); melómano formado en los arrabales del mainstream (orígenes obligan); devoto de San Manuel Preciado y mostrándose, por encima de todo, un excelente divulgador de ese Séptimo Arte que pasa a ser Primero cuando lo moldean cineastas de las hechuras de Coppola o Marty Scorsese, a Adrián Sánchez no nos queda otra que desearle larga vida a ese blog racimado de críticas de cine, de libros de cine y de entrevistas un género en si mismo que practica con una habilidad tan sólo equiparable, según mi estimación, a la de Antonio Castro en Dirigido por…— a compañeros de oficio y/o de afición. Basta acercarse a su tanda de entrevistas con Carlos Aguilar la contribución de éste a la  crítica cinematográfica, en sus múltiples derivaciones, escapa a la comprensión del común de los mortales— para apercibirse del buen tino a la hora de formular sus preguntas mientras alienta un debate vivo, sin necesidad de precipitarse en los caladeros de la pedantería. Gracias, Adrián, por regalarnos tu sapiencia y dedicación en la elaboración (casi) diaria de un blog que no tan sólo representa un faro para la cinefilia astur sino para el resto de esa tierra conquistada que evita perderse en naderías en ese cosmos virtual con un domicilio fiscal que empieza con una triple w.             

martes, 1 de noviembre de 2011

EN LA SENDA DE JANE GOODALL

«Sra. Fossey, me gustó mucho la película sobre su vida». La supuesta Sra. Fossey responde «¿Has visto el final de la película?: ella muere… y yo estoy aquí». Así se abre el documental El viaje de Jane (2009) que he podido recuperar estos días en una edición en DVD a cargo de Cameo. La Jane a la que alude el título no es otra de Goodall, quien relata a cámara una anécdota que al repetirse seguramente decenas o centenares de veces se la lleva a su molino, aquel capaz de reciclar un enfado en ironía, muestra de un temperamento tranquilo, afable, rayano en lo espiritual. No hay fundas ni cortinas ni maquillaje que valga en este viaje de Jane Goodall (Londres, 1934) por los confines del Planeta Tierra; ella es la vívida expresión de la mujer del siglo XX avanzada a su tiempo, cautiva de sus propias decisiones que abriría nuevos caminos en el conocimiento del comportamiento de los primates en sus hábitats naturales ubicados en el corazón del continente africano. Conservo como oro en paño la edición en castellano de Salvat de su clásico en el campo de la etología, En la senda del hombre (1972) desde mis tiempos de estudiante de biología. Una obra a la que Goodall se refiere al pasar revista a sus logros cosechados in situ, para posteriormente definirse en un espacio mucho más amplio que Gombe, el que la llevaría a volcarse en la construcción de una Fundación llamada Roots & Shoots («Raíces y brotes»), cuya razón social se fundamenta en hacer de este un mundo más sostenible, implicando en el proyecto a comunidades abandonadas a su suerte, sin muchos más recursos que saber autogestionarse y pensar que algún ángel se sobrevolará sobre sus maltrechas vidas. Para tal menester, Goodall no frunce el ceño al manifestar que pasa trescientos de los trescientos sesenta y cinco días (más-menos) del año viajando con destino a numerosos puntos del planeta. Su labor es de aquellas dispuestas para ahogar egos subidos de tono, y que desmontan la idea de que cada uno de nosotros tenemos una fecha de caducidad, a efectos de tributar a la sociedad, superada una determinada edad.
   La primatóloga razona que la llave para el futuro del planeta se encuentra en la concienciación de las capas más jóvenes. La labor pedagógica forma parte de su gimnasia diaria, accediendo a dar infinidad de conferencias allá donde se la solicite. Según Pierce Brosnan, Goodall tiene dotes de intérprete; sabe mostrarse serena ante un público que suele contabilizarse por centenares, acudiendo a esa ironía que resta solemnidad a sus esperadas intervenciones, acompañada en los últimos años por un peluche regalo de un mago... invidente. Una vida, la suya, de película pero que, a diferencia de la estadounidense Dian Fossey con Gorilas en la niebla (1988) —rodada un par de años después de su fallecimiento en extrañas (y macabras) circunstancias, aún no ha tenido traducción en una obra convenientemente ficcionada. De momento, cabe conformarnos con este maravilloso documental que vuelve sobre la idea de que una persona brindada en cuerpo y alma a los demás muy extensible, en su caso, a su amor por los chimpancés, un ángel que se posa sobre la faz de la tierra encuentra en su entorno familiar un motivo para sentirse culpable. En el viaje de Jane se cruza el recuerdo de Hugo Erik «Grub» en distintas fases de su vida ese enfant sauvage que vivió la infancia soñada por la propia etóloga. Pero el dinero llamó a su puerta y las existencias de madre e hijo tomaron distancia. La reconciliación vino más tarde, pero el documental evita esos recursos propios de los programas de sobremesa de las cadenas privadas de nuestro país y de otras latitudes, dejando que sendas reflexiones a cámara por separado hablen por sí solas. Un buen termómetro para medir la capacidad de adentrarnos en el interior de una personalidad a través de un documental que se cierra con una respuesta de Goodall franca a la esperanza a requerimiento de un adolescente que graba una entrevista desde la parte trasera de un automóvil mientras la primatóloga emprende su enésimo viaje. Demasiadas dosis de esperanza caben, pues, para que el mundo siga siendo sostenible una vez franqueada la barrera de siete mil millones de habitantes, la mitad de la cual será la cifra de la población en África prevista para finales de la presente centuria. Las predicciones más alarmistas, pues, del escritor Harry Harrison llevan trazas de saltar por los aires, al grito de «¡Hagan sitio, hagan sitio!».