sábado, 22 de octubre de 2011

NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS: ETA, PUNTO FINAL

No soy ningún estudioso de las estrategias bélicas pero he oído y/o leído en infinidad de ocasiones a los puestos sobre el tema que una guerra o un conflicto armado se gana merced a una acción terrestre y aérea bien coordinada. Para muestra, la caída del régimen libio de Muamar El Gadafi, quien hasta la entrada de las fuerzas aéreas de la OTAN parecía prometérselas felices, con su fiel (poderoso don dinero) ejército, abastecido de «soldados de fortuna» de raza negra, creando un anillo de fuego para protegerlo en su fortaleza. Una avioneta no tripulada de la OTAN acabaría por dar el toque de gracia a Gadafi en los dominios de su ciudad natal, Sirte, cuando un proyectil impactó en el corazón del convoy que debía conducirlo a una nueva «madriguera». A partir de ahí, la historia se cuenta como la enésima muestra de que el mundo de los humanos se asemeja al de los animales… depredadores que se ufanan exhibiéndose al lado de una presa moribunda ya dispuesta a enfilar el camino de la morgue. El peor de los villanos (y éste ha hecho méritos para figurar en la lista de los más indeseables) merece, al menos, un juicio con todas las de la ley.
Ese mismo 20 de octubre que Al Gadafi era «despellejado» para algarabía del ejército de «Pancho Villa» que combatía contra su régimen instaurado durante cuarenta y dos años, otra noticia saltaba a los teletipos de las agencias de prensa con origen en algún lugar indeterminado, se presume, del sur de Francia. Tres tipos encapuchados con la escenografía espartana a la que nos ha tenido acostumbrados ETA en sus comunicados de vídeo, mandaban un mensaje al mundo que la organización terrorista de la que forman parte cesaba su actividad armada para siempre. Por lo general, nunca presto atención a las palabras de esos desalmados que cubren sus vergüenzas con las capuchas, pero en esta ocasión reparé en cada gesto, detalle, frase por dos veces. Alivio. Alegría. Esperanza. Ilusión… y de soslayo rabia porque esta pesadilla etarra haya durado una eternidad…Siempre lo he dicho: odio a ETA y todo lo que significa. Crecí con ese sentimiento de bien pequeño en esos denominados «años de plomo» —del 78 al 80 (el dato es aterrador: en el año que se votó la Constitución Española se registraron ochenta y cinco muertos)—, vi el horror dibujado en los rostros de aquellos mutilados y malheridos saliendo de la nada de un manto de humo que todo lo cubría en el atentado de Hipercor de Barcelona —un fatídico 19 de junio de 1987—, y sintiéndome consternado por la ejecución de Miguel Ángel Blanco —en 1997— y el vil asesinato —en 2001— a Ernest Lluch, un hombre bueno, sabio y que amaba como pocos a los vascos, residiendo en Donosti desde hacía muchos años.
   A partir de ahora en las grandes o medianas editoriales de nuestro país, intuyo que estarán recibiendo montones de monografías que glosen la historia (negra) de ETA toda vez que se ha cerrado el último capítulo de su macabra vida y tan sólo quedaría un epílogo (el de una supuesta reconciliación) que aún le queda recorrido para colocar el punto final definitivo después de varios puntos seguidos y puntos aparte. No cabe duda que la suma de diversos factores ha acabado por las expectativas criminales de los etarras pero, a mi juicio, el principio del fin de ETA se fraguó a la mañana siguiente del 11 de septiembre de 2001. Recuerdo con claridad una charla con un grupo de personas, aún anonadados por lo ocurrido en Nueva York y Washington unos días antes, interrogándonos: «¿Y ahora ETA, qué?». Los terroristas vascos con sus acciones criminales querían llamar la atención no tan sólo en clave local sino también a escala internacional. Algunos países como los Estados Unidos, por ignorancia y desdén, los habían tachado de grupo revolucionario o separatista. La historia empezaría a cambiar porque Estados Unidos sufrió un atentado terrorista sin precedentes y en su anhelo de venganza con la administración George Bush Jr. al frente— debía buscar alianzas en el sur de Europa los «cuarteles de invierno» de un hormiguero de yihadistas prestos a autoinmolarse por Alá— para derrotar a Al Queda. En algunas de esas reuniones silenciosas que comprometían a los gobiernos de los USA y de los países de España y Francia, se llegaría a un pacto de caballeros. Quid pro quo. Mientras los aliados europeos impedían que el sur de Europa se convirtiera en un «santuario» para las células durmientes de Al Queda, Estados Unidos colocaría a disposición de los servicios de inteligencia español y francés sus nuevos «juegos de la guerra» en forma de satélites que todo-lo-ven. Uno de ellos apuntaría las veinticuatro horas del día a las «madrigueras» de ETA. Mes tras mes, semana tras semana, caían como conejos los etarras y la «legendaria» capacidad de regeneración de ETA se intuía que tenía un tope. Los dirigentes de ETA  y sus taldes («correos» que ayudaban a pasar la frontera a savia nueva como relevo o apoyo para los que operaban en el país vecino) eran sometidos a un control por tierra y por aire. Una vez más, se cumplía esa máxima militar aplicada a un conflicto armado, en este caso, muy desigual: los unos combatían con las armas y los otros con la defensa de unas ideas. Las ideas han vencido a las armas y de ello nos debemos de congratular todos aquellos que hemos confiado en el estado de derecho que ha sabido jugar con maestría sus bazas en estos últimos diez años… En sus respectivos discursos del pasado jueves día 20 ni José Luiz Rodíguez Zapatero ni Mariano Rajoy hicieron mención a los Estados Unidos en el capítulo de agradecimientos. Sabían que era materia reservada y de haber mencionado al «tío Sam» sabían que las suspicacias lloverían por sí solas entre los habitantes del país. Cobardes de raza, que disparaban por la espalda o accionaban a distancia un dispositivo para luego emprender la huída, los etarras eran conscientes que con esa sangría constante de bajas con pasaporte directo para ingresar en la cárcel, sus meses o semanas estaban contados. Ya no se fiaban de nada ni de nadie. Algún «Objeto No Identificado» les estaba haciendo la Pascua desde el cielo. El resto, cae por su propio peso: cada vez más los de la izquierda abertzale tenían más familiares y amigos en las cárceles españolas y no es plato de buen gusto pasarse los restos con ese «plan de vida», pisando territorio, para ellos, enemigo no precisamente para tostarse al sol. Y al final se acabaron quemando y pensaron que quizás les iría mejor defender las ideas en lugar de las pistolas a través de un partido democrático «no contaminado» por personas con las manos manchadas. Allí los jueces debieron hilar fino y el resultado, después de varias tentativas abortadas, fue Bildu.
Desde ahora, poco o nada me importa lo que puedan decir los etarras. Seguramente, por parte de algunos de ellos llegue un arrepentimiento… matizado. Pero lo que estoy convencido es que no habrá paz para los malvados que atentaron o colaboraron al atentar contra personas cuyo delito fue pensar, a nivel ideológico, distinto que ellos, o simplemente por la desgracia divina de encontrarse en el lugar «inadecuado» en un día cualquiera. La pesadilla ha terminado y doy gracias al comportamiento de las víctimas del terrorismo etarra durante todo este tiempo porque han elevado a la enésima potencia la categoría humana de los habitantes de este bendito país con la excepción que confirma la regla en forma de esa serpiente enroscada en un palo que ya no morderá ni escupirá más veneno

domingo, 16 de octubre de 2011

«THE TWILIGHT ZONE», EDICIÓN EN PAPEL: UNA OBRA MEMORABLE

 Libro Twilight Zone (2011)

Asistimos año tras año a infinidad de producciones del fantástico en que el apartado Based Upon… queda en blanco porque el género tiene como principal vía de suministro remakes, precuelas, secuelas de películas exitosas al margen  ideas, conceptos más o menos sencillos que van creciendo a medida que van madurando hasta encontrar acomodo en forma de guión. Sigo razonando en que la idea no es el camino más directo para llegar a convertirse en un largometraje de duración estandart de temática fantástica, quedando por lo general un sentimiento de insatisfacción, de pobreza argumental o de personajes poseedores de una raquítica consistencia dramática. En esas distancias cortas, el breve relato o una simple idea tienen mayor ajuste para su trascripción en imágenes, por ejemplo, en la serie Dimensión desconocida, cuyos capítulos se contabilizaban en unos veinte minutos, duración que iría incrementándose con el paso de las temporadas. Hasta la fecha, para aquellos entusiastas de la serie como un servidor, desde hace tiempo nos encontrábamos «huérfanos» de una edición en castellano que, a la par que aglutinara documentación sobre la misma —con el principal epicentro de interés situado en las cinco primeras temporadas (1959-1964)— moviera a la inquietud por ilustrarnos sobre el manto de influencia de sus relatos incluso a día de hoy, erigiéndose en un pozo de «inspiración» para multitud de cineastas.
   Hace un par de años conocí del interés de Lluís Vilanova por reparar en este déficit editorial en lengua castellana sobre The Twilight Zone, y por ventura, aquella ilusión, anhelo primerizo ha tenido su recompensa en forma de una maravillosa publicación que apuntar a Scifiworld, en coalición con el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, que prestaría una de sus emblemáticas instalaciones para la presentación en sociedad del libro en cuestión. En cualquier país normal del mal denominado Primer Mundo, una obra de estas características al menos tendría un rincón asegurado para su difusión en canales televisivos o emisoras de radios destinados a la Cultura con mayúsculas, pero apenas he percibido información en determinados medios de lo que considero un acontecimiento editorial referido al fantástico de primera magnitud. De las televisiones autonómicas, privadas, públicas o concertadas (por el gobierno de turno) ya no me esperaba nada porque lo suyo es dar cancha a «acontecimientos» del estilo de un clip de zombie walk, será por aquello de lanzar un mensaje subliminal a las audiencias de que nuestra sociedad está... enferma. Maybe. Nada, a seguir alimentando el culto zombie, una (sub)temática cuya onda expansiva afortunadamente no alcanzaría (con efectos retroactivos) al contenido de las historias que se libraron para la confección de The Twilight Zone.
   En The Twilight Zone se nota que ha habido una implicación no tan sólo intelectual sino emocional. Seis autores en pos de elaborar una obra de referencia, con un sentido de favorecer al grupo más que aplicarse al vedetismo, al lucimiento personal. Lluís Vilanova —el alma matter del proyecto—, Tomás Fernández Valentí, Sergi Grau, Àlex Barba, Joan Renter y Jordi Ardid son los autores de este ímprobo trabajo que renueva de la «A» a la «Z» el diccionario de esa dimensión desconocida perpetrada por una de las grandes luminarias de la industria audiovisual norteamericana del siglo pasado. Rod Serling —a quien se dedica un extenso capítulo biográfico antes de entrar en harina en forma de gestación de la primera temporada de la serie— se hubiera sentido orgulloso de esta monografía que explora los confines del universo «Twilight Zone», repara en el conocimiento de esos espacios que habían quedado fuera de órbita en anteriores obras —de procedencia anglosajona, of course— como la música —por ejemplo, Bernard Herrmann, Jerry Goldsmith o Leonard Rosenmann desfilarían por los créditos de algunos de sus capítulos— o el atender a la capacidad de «penetración» de la serie indistintamente en la pequeña y en la gran pantalla, en tiempos en que las ideas brillantes se cotizan más que el cobre. Y en esta voluntad por sacar los autores lo mejor de cada uno de ellos se han batido el cobre, ofreciendo una obra completa y rigurosa, de incalculable valor para los seguidores de La dimensión desconocida, y sin duda, de adquisición y consulta obligada. La traducción a otros idiomas sería el paso siguiente, pero no sin antes consolidar la apuesta editorial esperemos, apoyado por una edición en DVD de la serie seminal en zona 2 en un futuro próximo, quizás al doblar la esquina y adentrarnos en ese 2012, el año en que se habilitará la (pre)producción cinematográfica conformada por tres o cuatro episodios bajo el control de Matt Reeves (Déjame entrar). A eso le llamaría uno cubrir una doble laguna. Por tanto, me saco el sombrero frente a esta gran obra elaborada a seis manos y con las mentes afinando en una misma dirección.

Para todos los interesados en el libro podéis ir al siguiente enlace de Scifiworld:

domingo, 9 de octubre de 2011

REALIDADES CATÓDICAS: LA MUERTE OS SIENTA TAN BIEN

«La muerte es posiblemente el mejor invento de la vida», razonaba el finado Steve Jobs (1955-2011) hace algo más de un lustro en el curso de una conferencia celebrada en la Universidad de Stanford, con el propósito de inculcar la necesidad de saber aprovechar el tiempo dado que somos seres finitos. En virtud del carácter de culto que ha ido adquiriendo su figura —no dudo que éste crecerá de forma exponencial en el transcurso de los próximos años— sobre todo entre esa vasta comunidad de technophiles, semejante frase tiene visos de adquirir rango de aforismo dispuesta a figurar en los tableros de corcho de multitud de estudios de diseño. Pero la misma la pueden acuñar los cabezas pensantes de las redacciones de los telediarios en que la vara de medir a la hora de seleccionar el orden de las noticias se rige por el número de víctimas de un atentado, de una explosión fortuita, de un accidente automovilístico, etc. etc. Ya se sabe, el orden los factores —nacer y morir— sí altera el producto… televisivo. Las defunciones cotizan al alza en ese espacio catódico mientras que la noticia de los alumbramientos, salvo que venga referida a las celebrities o las Casas Reales, se reserva, de forma excepcional, para el primer día del calendario en esa inveterada tradición por conocer en qué minuto nació el primer neonato del año X en cada capital de provincia.
A partir de tomar la perspectiva que, por regla general, el fiel de la balanza se decanta hacia la muerte como «valor supremo» para concitar la atención del telespectador, la selección de noticias suelen recorrer el arco de negativismo, que fluctúa desde los desastres (de distinta naturaleza) hasta las estafas, penalidades económicas o corruptelas varias con una profusión que ahoga cualquier aliento de positivismo que conservemos en nuestro fuero interno. En tiempos en que la crisis sacude con fuerza a infinidad de familias de distinto sesgo, los telediarios nos advierten que una realidad… peor es posible. En esa «esquizofrenia» que se ha instalado en las televisiones públicas, se abren debates en programas nocturnos, algunos colocados al filo de la medianoche, cuyos moderadores —la mayoría de ellas y ellos con pasado tras el pupitre de los telediarios— parecen no sentirse «corresponsables» de esa visión de un mundo orbitada por un negativismo lacerante, que provoca que la inmensa mayoría de personas lleven puesto el freno de mano ante una decisión a tomar que atañe al ámbito personal, familiar o profesional… No vaya a ser…
Las personas que presumimos de un carácter optimista no reaccionamos bien al ingerir esa píldora diaria que trata de neutralizar una fuerza emprendedora, un anhelo por hacer de éste un mundo mejor. Una píldora, a priori, indolora que ingerimos acompañado, a renglón seguido, de un trago largo de esa agua bendita en forma de noticia deportiva que identifica unos colores con la señal de la victoria. Si su majestad Ramón Pellicer, por poner un ejemplo extraído de la realidad de TV3 (Televisió Autonòmica de Catalunya), no coloca, en su doble condición de presentador y editor, entre las cinco noticias más importantes del día una —por nimia que parezca; una elongación muscular de alguno de sus jugones bastaría— referido al Barça, seguramente le provocaría una úlcera en el estómago a la mañana siguiente. Él mismo como profesor de la Facultad de Periodismo de la Universitat Autònoma de Barcelona se suspendería ante esa práctica en que el fanático gana la partida al periodista.
El periodismo de nuestros días, más aun si cabe que en un pasado no demasiado lejano, busca la anestesia en el deporte para hacer más digerible una batería de noticias que se acercan más a la crónica de sucesos pura y dura. Asistimos, pues, a una versión catódica de El caso, aquel rotativo semanal impreso, como no podría haber sido de otra manera, en blanco y negro. En un sueño de vigilia imaginé que un telediario abría con la noticia de que en un hospital daban a luz decenas de niños, presidida al fondo por una imagen de unas cuantas mujeres con rostros sonrientes después del parto… Pero quizás fuera el fragmento de una producción que me había sobrevenido, dispuesta a describir un mundo postapocalíptico bajo la influencia de la obra fílmica de Terry Gilliam, otro visionario como Steve Jobs a los que por fortuna los telediarios no les han robado o robaron el sueño de crear.            

domingo, 2 de octubre de 2011

EL «MISTERIO PICASSO»: LA TEORÍA DE ALCAINE

El gran director de fotografía
José Luis Alcaine
El día 4 de octubre la Academia del Cine Español otorga la Medalla de Oro a uno de sus más insignes miembros, el director de fotografía José Luis Alcaine. El lugar donde se celebra semejante acto guarda una significación especial para este veterano operador oriundo de Tánger. En una de las galerías del Museo Reina Sofía, sito en la capital española, descansa el Guernica (1937) de Pablo Ruiz Picasso, al cuál los ojos escrutadores de Alcaine habrá visitado en el último lustro millares de veces con la intención de dar forma a una teoría que le ha quitado literalmente el sueño. Lo que, en un principio, resultaba una mera conjetura luego se iría transformando en una obsesión que sitúa, según la teoría de Alcaine, como principal fuente de inspiración de Picasso para dar cuerpo al Guernica la producción estadounidense Adiós a las armas (1932), dirigida por Frank Borzage e interpretada por Gary Cooper.
Hace semanas que conservo el recorte de periódico de El País (9/IX/2011), en que aparece, a doble página, en la sección de cultura, el artículo titulado El enigma cinematográfico tras el Guernica de Picasso, escrito por Elsa Fernández Santos. El texto de la hija del que había sido crítico titular del rotativo madrileño durante muchos años, Ángel Fernández Santos, viene acompañado del cuadro de Picasso en que aparece subrayados en rojo las partes del mismo en atención a los fotogramas extraídos (situados en los márgenes inferior y superior) del film objeto de paralelismos visuales. Una forma elegante y diáfana para que el lector, a renglón seguido de que tome cumplida cuenta del contenido del texto o a la inversa se fije en esa comparativa que no pasa en absoluto desapercibida. Para tratar de apuntalar su teoría quedan ciertos cabos sueltos que Alcaine apela a la lógica ya que para un bohemio como Picasso en el París de los años treinta, largo me lo fiáis, como diría un escolástico, saber qué actividad extrapictórica llevaba en danza. Claro está, la certeza de que el artista malagueño viera diversas veces Adiós a las armas pese a tratarse de un genio, la capacidad de retentiva de planos determinados del film no alcanzaría para que en un solo pase lo captara todo— nunca se podrá constatar documentalmente. Pero todo apunta a que así fue, máxime porque Picasso, según indica el propio Alcaine, conoció a Ernest Hemingway el autor de la novela homónima inspiradora de dos versiones cinematográficas hollywoodienses— a través de Gertrude Stein, y debió cumplir con el trámite de ver lo que el cine había hecho con la criatura literaria del escritor estadounidense.
  Antes de publicar este post quise revisar Adiós a las armas (1932) conforme a dar crédito a un dato del que Alcaine revela a Elsa Fernández-Santos que no me parece menor. Generalmente, la narrativa del cine Occidental tiende a ordenarse los movimientos de cámara de izquierda a derecha porque la escritura se hace en este sentido. Por ello, Alcaine repara en la forma cómo Borzage acomodó gran parte de la realización, guiándose de movimientos de derecha a izquierda… la misma perspectiva que adopta el cuadro de Guernica. Bastarían por sí solas para refrendar la teoría esgrimida por Alcaine esas ocho capturas de imagen del film que se reproducen ligeramente viradas en sepia en las páginas de El país y que buscan tender puentes con ese cuadro emblemático, en especial para aquellas generaciones conocedoras de la realidad de un país escindido en dos bandos debido a la Guerra Civil Española. En mi caso, la estocada definitiva para dar carta de naturaleza a tan osada teoría en especial, cara a sectores de la cultura refractarios a claudicar frente a la capacidad de penetración de un arte mantenido como puro entretenimiento— estriba en esas simetrías de movimiento de derecha a izquierda entre la cinta de Borzage y un cuadro con formato panorámico y en blanco y negro… Entre las muchas distinciones que merece Alcaine cabe anotar, pues, el haber sido el primero en conformar una teoría aplicada a la influencia cinematográfica sobre el Guernica que se aventuraría a ir moldeando merced a que sus ojos han sido educados para mirar más allá de lo que podemos hacerlo cada uno de nosotros. La mirada del artista se posaría en esa pieza pictórica cargada de simbolismos que razonan sobre una época y un espacio que Alcaine ha abordado en el plató desde ópticas diversas (Mambrú se fue a la guerra, Belle Époque, Las trece rosasetc.) y que tiene previsto prorrogar si su amigo Pedro Almodóvar se decide por abordar el tema de la memoria histórica referida a la Guerra Civil Española y abandona, ni que fuera por un par de temporadas, un cine que se abastece de las mismas fuentes temáticas casi desde sus inicios.