jueves, 28 de julio de 2011

EL «YES MAN» ROGER DEAN: DISEÑANDO PAISAJES IMPOSIBLES

Se puede decir, sin margen de error, que Avatar (2009) abrió la veda con su descomunal éxito en taquilla para que hayan proliferado en el último año y medio producciones cuyo argumento de venta principal no es otro que el del atractivo por contemplarlas en 3-D. Confieso que tardé un cierto tiempo en visitar la última propuesta audiovisual orquestada por James Cameron, quizás persuadido por la idea de que el paso del tiempo me permitiría objetivar mejor los resultados de semejante experiencia audiovisual. En medio de una serie de sensaciones encontradas me encontré al cabo del poco rato de haber visionado Avatar, pero asimismo con la certeza que Cameron había vuelto a dar gato por liebre una vez más después de haber omitido en los créditos, incluso en el capítulo de agradecimientos, el nombre de Roger Dean (1944, Ashford, Kent, Inglaterra) El cineasta canadiense ya había escatimado cualquier referencia a A Night to Remember / La última noche del Titanic (1958), de la que calcaría una secuencia para su Titanic (1997) en la que los músicos siguen tocando mientras el transatlántico se va hundiendo. Pero lo de Avatar en relación a Dean tiene su guasa. Rick Carter,  Robert Stromberg, y Kim Sinclair se llevaron el Oscar al Mejor Diseño de Producción y al Mejor Vestuario (la última) , pero no tuvieron a gala soltar aquello de thanks ... Roger. Que menos... pero ni eso. Roger Dean debió sopesar, según le llegaban, intuyo, diversas llamadas o mensajes, o viéndolo por televisión (algo que dudo mucho) la ceremonia de los Oscar, una querella por plagio. Pero, como suelen decir los letrados, «más vale un mal acuerdo que un buen juicio». Y el buen juicio de Roger Dean debió pasar por el acuerdo de callar y seguir adelante con un impresionante trabajo a sus espladas. Cuando hay querellas de por medio, aunque tan sólo hayas tenido una en tu vida, figura para siempre ligada a una biografía no como nota a pie de página si no más bien con riqueza tipográfica en la misma. A esas alturas de la vida, flaco favor le hubiera hecho tamaña repercusión mediática por algo con apelación a sustanciarse en los tribunales. Pero, se preguntarán algunos, «¿quién es Roger Dean?»: Un Yes man pero en el mejor sentido del término.
Muchas de las portadas de discos más imaginativas han sido comentadas por aficionados pero generalmente no se atina a saber quién las hizo. No suele suceder con las portadas de Yes para alguien que esté mínimamente familiarizado con este grupo de rock progresivo o sinfónico. La respuesta: Roger Dean. Educado en la Canterbury School of Art y en la Royal College of Art de Londres, Roger Dean a una edad relativamente temprana —los veinticinco años— empezaría a especializarse en diseñar portadas de discos. Eran tiempos en que las discográficas invertían una módica o mediana cantidad —en función del ranking que ocuparan las bandas o solistas en el box office— en el diseño de portadas. Allí estuvo diligente Roger Dean para ir dando forma a su universo que parecía reformular esos grabados de Gustavo Doré —otro paisajista/ilustrador de primera fila— dotándolos de un componente de peculiar belleza. El pasado ancestral orlado de extrañas criaturas y un reflujo futurista cohabitan en esas estampas de pura ensoñación. En esa dialéctica se han movido Yes, a quien el apelativo de dinosaurios del rock —como a otras formaciones del estilo de Camel, Emerson Lake & Palmer o Genesis— contribuiría la imaginería de un Roger Dean en el diseño de unas portadas que pagaban por el precio del disco. Más de uno debió fruncir el ceño una vez escuchado el nuevo disco de Yes, pero se debía consolar para sí mismo: ¡vaya portada! Seguro que alguien picaba con semejante reclamo y lo cierto es que difícil debía resultar ir a un mercadillo de segunda mano sin que apareciera, por arte de magia, la de Roger Dean enfundado en el preceptivo vinilo, luego reciclado a disco compacto. Claro está que, fuera de los dominios de Yes, hubo vida para Roger Dean pero le resultaba tremendamente complicado salirse de esa tela de araña tejida por esa familia numerosa a menudo malavenida. Steve Howe, Rick Wakeman, Alan White y Asia —la formación creada, en cierta manera, a renglón seguido de una de las múltiples escisiones que ha experimentado Yes a lo largo de su existencia— precisaron de sus servicios para sus respectivos discos. No había, por tanto, enmienda a desmarcarse. Las otras bandas lo sabían y, pese a haber tenido la tentación de contratar los servicios de Dean, reculaban y evitaban que los aficionados les identificaran con el sonido Yes. Como todas las cosas, tiene sus contraindicaciones. Roger Dean, no obstante, lejos de lamentarse, sigue rindiendo fidelidad eterna a Yes. Cuál orfebre, su obra es de aquellas obligadas a viajar por galerías de medio mundo. El carácter propio de un visionario que ha modulado un discurso plástico de una singularidad arrebatadora, y del que el cine y los videojuegos de la era digital se han beneficiado... algunos, por la puerta de atrás sin ni tan siquiera llamar a la puerta principal. En ese 2008 atacado por los nervios, Cameron, entre su arsenal de imágenes inspiradoras de su trabajo largamente esperado, había envuelto en papel de celofán color avatar el libro Dragon's Dream (2008) —que completaba la particular trilogía editada en papel de Roger Dean tras Views (1975) y Magnetic Storm (1984)— para ser entregado a los diseñadores de producción y vestuario mencionados. Al menos un servidor, tuvo acuse de recibo una vez visitado el planeta Pandora dispuesto para deslumbrar al respetable. El mutismo sobre el tema de su invocación al plagio, una nueva prueba que para muchos el rock sinfónico sigue siendo esa rama torcida del que no brotan hojas, perteneciente al árbol musical de la pasada centuria.

domingo, 24 de julio de 2011

«NOT GOING ANYWHERE» (2003) de KEREN ANN

Antes de asumir una autoría compositiva total con su nuevo trabajo en estudio, 101 (2011), al que espero referirme en el curso del presente año en este blog, Keren Ann (1974, Caesarea, Israel) había ido desgranando sus esencias de storyteller en una serie de cinco trabajos, a cuál más estimulante. Cumpliendo ese requisito personal que, una vez posado mi interés por un determinado cantante o banda intento ir completando el «mapa» discográfico de cada uno de éstos soslayando la acumulación de directos, Ep’s y recopilatorios que quedan abonados, a mi juicio, al terreno del fetichismo, adquirí recientemente Not Going Anywhere (2003), la primera contribución de Ann Zeidel a la causa anglosajona, acompañado nuevamente por Benjamin Biolay en la composición, participación instrumental (guitarra) y arreglos de algunos de sus temas. Sus anteriores discos compactos, La disparition (2002) y La Biographie de Luka Philipsen (2002), habían sido abordados en su lengua de adopción, esto es, el francés, país donde se instaló a partir de cumplir los once años de edad, procedente de Israel. En un post publicado hace poco menos de un par de años (ver enlace) ya me había recreado en advertir la categoría del disco epónimo de Keren Ann, fechado en 2007. La escucha de Not Going Anywhere corrige al alza lo estimulante de aquella primera aproximación al «universo Keren Ann», en que orbita una constelación de influencias que la francoisraelí refunde dotándolas de un sonido genuinamente singular. Su voz, tersa, elegante y sensual, busca acomodo en ese cuerpo instrumental (piano, guitarra, arpa, violín, percusión, etc.) que evita un sentido de rigidez para expandirse hacia desarrollos melódicos disímiles. De ese brebaje de géneros musicales que concita Not Going Anywhere se nos sirve en copas de cristalina belleza, unas con sabor de folk americano, algunas espolvoreadas con unas gotas de sonido calypso ("Sit in the Sun"), otras con un regusto a blues ("Road Bin"). Pero esta relación de once copas conserva cada una de ellas una temperatura estable que se transfiere a las yemas de nuestros dedos mientras vamos saboreando esos tragos cortos que van recorriendo nuestro esófago hasta bañar nuestros corazones. Una obra maestra de la sensibilidad compositiva, y de su ejecución instrumental y vocal que explora en espacios propios de otras de mis distinguidas damas solistas Aimee Mann (“Sailor & Widow”), Katie Melua (“Seventeen”), en una muestra fehaciente que ese tránsito del francés al inglés para Keren Ann no dejaba lugar a las dudas de su acertada elección. En este idioma su talento ha crecido, se ha expandido, ha evolucionado. Ella nos procura con sus discos esos pequeños grandes momentos de sosiego, un remanso de paz que fluye a través de nuestros oídos. No hace falta ir a ninguna parte al ir escuchando el tercer trabajo en estudio de Keren Ann; es de aquellos discos que uno se sienta en un suelo alfombrado procurando una escucha over and over de esta luminosa obra mientras va desgranando el contenido alegórico-vitalista de unas letras incluidas en la carpetilla sobre fondo níveo. Al repasar el contenido de la letra del tema “Polly”, un pensamiento me sobreviene sobre el pernicioso efecto que ejerce sobre colegas de la propia Keren Ann esas campañas mediáticas (fomentadas, a menudo desde las propias compañías discográficas) dispuestas a encumbrar a unas para luego, como si se tratara de una torre de babel, acabar desarmándose por la base. Una base provista de personalidades que arrastran consigo heridas sin cicatrizar durante sus etapas de infancia y/o adolescencia y que no han sabido metabolizar el éxito que les sobrevino antes de haber cumplido la treintena. «Ella estaba a punto de alcanzar los veintiocho y siempre pensó que eso era demasiado tarde para decirte que nunca lloraría» reza uno de los estribillos de “Polly”. Cuando hagan la autopsia a Amy Winehouse descubrirán que sus lágrimas ya se le habían secado mucho antes de perecer ese sábado trágico del mes de julio de 2011. Se cumplía, por tanto, casi una década desde que el talento de Amy saliera a relucir para esos cazatalentos de la música apostados al fondo de las salas de pequeños locales nocturnos diseminados por las grandes o medianas ciudades del continente europeo y del subcontinente norteamericano. Por aquel entonces, en su segunda patria Keren Ann respondía a las expectativas que habían depositado sus familiares y amigos al haber crecido con la idea de que la voz angelical de ésta tarde o temprano encontraría acomodo en unos estudios de grabación. Sin alterar el curso natural del río, la voz de Keren Ann sigue fluyendo encarando el cumplimiento de su 10º aniversario con las esperanzas intactas para que sea una celebridad no por lo que acontezca fuera de las salas de concierto o de grabación sino dentro. Merci boucop, Keren, por regalarnos hasta la fecha seis piedras preciosas. En nombre del estado del bienestar, el íntimo y personal, te lo agradecemos.     


Invitación a escuchar el tema Not Going Anywhere de Keren Ann en Youtube

domingo, 17 de julio de 2011

LA MUERTE EN DIRECTO: «EL SHOW DE HUGO CHÁVEZ FRÍAS»

Normalmente, un silencio prolongado sobre un determinado mandatario del espectro mundial, cuyo pasado no se haya ligado a la empresa privada, puede llevarnos a dos conclusiones bastante factibles: un retiro que les aleje del mundanal ruido, plegados a ejercicios de lectura, de meditación o de vuelta a algunos de los placeres mundanos que no habían podido saborear en virtud de un compromiso profesional full time; o bien una enfermedad que restringe su acceso exclusivamente a su entorno más íntimo. Pero para unos pocos el diagnóstico de una enfermedad comporta la oportunidad de conectar su causa, su razón de ser con su actividad política-propagandística, con la lucha que deben emprender para combatir el Mal que se ha ido incubando en su organismo. Noticias confusas sobre el estado de salud llegaban, como si se tratara de fuego cruzado, de La Habana, apostando los unos (aquellos que opositan desde el destierro en Miami) por dar crédito a las fuentes del FBI sobre la grave enfermedad que padecía Hugo Chávez Frías mientras que los afines al régimen instaurado por el presidente venezolano contraatacaban con un diagnóstico más benigno una vez sometido a una primera operación quirúrgica en la tierra del dictador Fidel Castro, quien goza de una amistad casi de naturaleza paternofilial con el líder sudamericano  La prueba del ocho, según los acólitos de la república bolivariana, el regreso de Hugo Chávez al país que le vio nacer coincidiendo con el cumplimiento del bicentenario de la creación del estado de Venezuela. Conforme a si se tratara de un mandatario que había vivido en el exilio, Hugo Chávez fue recibido en olor de multitud entre sus partidarios al tiempo que una parte de la población venezolana con derecho a voto se rasgaban las vestiduras al no poderse cumplir esa máxima que reza «muerto el dictador, muerta la dictadura».
   De Hugo Chávez cabía esperar casi todo, encofrado en esa imagen de «salvador», de «mesías» de la patria, reencarnación de su guía espiritual Simón de Bolívar. Pero difícilmente podíamos asistir a esa «ceremonia de la locura» que se nos muestra a Chávez narrando el día a día de su lánguida decadencia física para luego resurgir, según sus expectativas, cuál Ave Fénix, en el escenario de una Venezuela que le recibiría con honores de patriota tocado por lo «divino». Ese guión, sin embargo, podría tener un final alternativo máxime cuando el cáncer que va minando el sistema inmunológico en razón de la aplicación de sesiones de quimioterapia o radioterapia, no (re)conoce de pedígrís para los que lo padecen. La curación depende de multitud de factores y no siempre un diagnóstico más favorable va alineado con el poder económico que ofrezca la llave capaz de abrir las puertas a los mejores especialistas en oncología. Parece bastante claro que Hugo Chávez desconocía el alcance real de la enfermedad que sufría y su vuelta a Cuba responde a la idea de que queda aún mucho tramo para cantar victoria. Una supuesta victoria enfundada de alto voltaje alegórico. ¿Y si sucede lo contrario? Hugo Chávez podría ser el primer mandatario de un país para el que se retransmitiera su muerte. De no haberse destapado el escándalo de las escuchas telefónicas en el Reino Unido en fechas recientes, me hubiera imaginado al imperio de Rupert Murdoch haciéndose con la exclusiva de los derechos de emisión de ese programa in mortis en que la verborrea de Hugo Chávez no pararía hasta el último aliento. Estamos a unos pocos pasos que las televisiones privadas consigan captar la atención de la audiencia con la filmación de un reality show protagonizado por un enfermo terminal. La idea no es nueva. David Guy Compton perfiló su novela The Continous Katherine Mortenhone (1974) —seis años más tarde llevada al celuloide por Bertrand Tavernier con bastante poca fortuna— sobre la base de un reportero de televisión del programa Death Watch a quien se le ha instalado una cámara en el ojo Dziga Vertov revisited— para filmar el devenir diario de personas moribundas que cierran el capítulo final de sus vidas con una confesión prácticamente a cámara del sentido último de las mismas. Semejantes víctimas, a diferencia de Chávez, desconocen que están siendo filmadas, violando de esta forma un principio de privacidad que cada dos por tres está siendo dinamitado en la parrilla de espacios infames de la «televisión-vertedero» (por el acumulo de basura que se va sedimentando en las redacciones y en los platós de plataformas privadas con capital italiano pero también proveniente de otras latitudes). Me imagino, al final de la última entrega del espacio emitido en prime time, a mayor gloria de Chávez, la celebración de un funeral atestado de autoridades  Sudamericanas y centroamericanas, con una considerable representación de mandatarios europeos y presidiendo la velada un gigantesco cuadro de Simón de Bolívar. Un barrido de la televisión venezolana, no obstante, nos dejaría entrever un trasunto de Hugo Chávez entre la multitud, embutido en una gabardina, y esbozando una picarona sonrisa, al más puro estilo del irreverente cómico Andy Kaufman (Jim Carrey) afectado de cáncer terminal, en el epílogo de The Man on the Moon (1999). Como en el film previo protagonizado por el canadiense Carrey, Chávez había interpretado su particular vida en directo… la del Show de Hugo Chávez Frías, que dejaría en mantillas los shares de audiencia de los populares culebrones venezolanos en horarios de sobremesa.   

domingo, 10 de julio de 2011

A PROPÓSITO DE «EL ENIGMA HALDANE»: ENTREVISTA CON CHRISTIAN AGUIILERA EN ESBILLA CINEMATOGRÁFICA

Hace más de tres años que este blog está en funcionamiento. El ánimo que me ha guiado a ir actualizando se debe a mi inquebrantable voluntad por conocer cosas, saber, descubrir. Los asiduos de El mundo de Haldane deben razonar en la misma línea. El nombre del blog, como es bien sabido, se debe a mi primera novela, El enigma Haldane, presente en el mercado desde mayo de este año. Desde entonces he pensado en el momento de facilitar a los seguidores del blog la puerta de entrada al conocimiento de la obra que considero en mayor estima de cuantas he realizado hasta la fecha. Sin embargo, tenía que dar con el momento adecuado y ha surgido a rebufo de la publicación en Esbilla Cinematográfica de la tercera parte de una extensa entrevista realizada por Adrián Sánchez a través de su blog de referencia cinéfila dentro del ciberespacio. En esta, por el momento, última entrega, se pasa revista al «contenido y continente» de El enigma Haldane, esperemos que punta de lanza de un proyecto editorial que prorroga, una vez más, la salvaguarda de un sentido de la independencia (no evaluado en términos políticos o ideológico) por el que siempre me he sentido atraído. Así pues, para todos los asiduos a este blog tendrán un 30% de descuento sobre el PVP del libro El enigma Haldane. Con los gastos de envío incluidos dentro del territorio español, mi primera novela costaría 15 €. Para los residentes fuera del estado español el coste es de 15 € + gastos de envío según destino. Para aquellos interesados enviad un email a bdatos@cinearchivo.com con vuestros datos postales para el envío contrarreemborso especificando que lo hacéis a través del blog de El mundo de Haldane. Con mucho gusto, si así lo estimáis oportuno, os lo dedicaré. A continuación aquí tenéis un extracto de la entrevista con Adrián Sánchez en su blog Esbilla cinematográfica que podéis leer en su integridad resiguiendo el link correspondiente:

Bienvenido otra vez, que desde luego espero no sea la última. Aunque podamos ser reiterativos prefiero empezar de nuevo, así que “cómos” y “porqués”. ¿Porqué este giro a la ficción y cómo nace este El enigma Haldane?
Y ahora…”como decíamos ayer”: 

Hace bastantes años tuve en mente conformar una historia sobre clonación humana dado mi interés por la genética como biólogo. Después de una fase de documentación empecé a escribir la historia pero cuando llevaba unas cien páginas me faltaba una pieza básica para que todo cobrara forma y se mantuviera el interés hasta el final. Cuando hice un viaje a Escocia esas conexiones para elaborar la trama las tuve delante de mí. Luego, al regresar a casa, escribí el resto de la novela de una manera muy seguida. Había, por así decirlo, completado las piezas que faltaban para ese “puzzle” que es El enigma Haldane.
Una cosa que me ha llamado la atención es el puntillismo, digamos “espacial”, la exactitud a la hora de delimitar las localizaciones.
No es una novela que abuse demasiado de recrearse en una descripción muy detallista de los lugares donde transcurre la historia, pero sí que, de alguna manera se hacen muy “visibles” para el lector. Gran parte de las personas que habéis leído la novela señaláis que se nota que he pisado el terreno. Es una cuestión de honestidad profesional porque, al fin y al cabo, estás contando una historia que puede ser real sobre un componente de visión distópica de un mundo que puede encontrarse al doblar la esquina o puede que se de dentro de cincuenta, cien años…quién sabe.
La novela tiene una serie de características curiosas, pero destaca, claro, su adscripción genérica quizás cercana al concepto de ciencia-ficción blanda, donde pese a crear un universo coherente tiene más peso el conflicto personal, humano.

La escritura de novelas, pienso, tiene mucho que ver con el mundo de la música. Ambos son mundos en que juega un papel crucial la precisión, el equilibrio, precisan de una métrica interna. Para El enigma Haldane la historia misma me ha dado la posibilidad de equilibrar tanto el trazo humano, los temas que se plantean como el marco donde se desarrolla. Es cierto que se trata de una novela de personajes, y  asimismo lo es de temas, de un mundo que he imaginado pero asentado desde principios reales, perfectamente factibles. 

Le encuentro cierta melancolía de fondo. En un nivel muy básico es una historia de padres e hijos. Sean cuales sean los medios.

Al principio de Haldane, Tim, el recién licenciado en biología, pierde a sus padres en un accidente automovilístico. La pérdida de seres tan cercanos comporta, de una forma más o menos inmediata, entrar en un estado de melancolía mezclado con un sentimiento de desconcierto, de desorientación y porqué no decirlo, de negación de la evidencia. No ha sido mi experiencia, pero entiendo que ese representa el mecanismo emocional habitual en aquellos que han sufrido pérdidas de familiares tan directas. Luego, la trama abre una luz de esperanza para Tim, pero el sentimiento de melancolía no abandona ni mucho menos al biólogo. Los mecanismos emocionales juegan un papel preponderante en esta trama, en ese equilibrio al que me refería antes (Seguir leyendo...)




MADE IN SPAIN: UN MUNDO APARTE, EN LA BANCARROTA DEL SENTIDO COMÚN

El otro día paseando por las inmediaciones de la Plaça Catalunya, en la víspera que los últimos acampados del movimiento de los autodenominados indignados abandonaran ese punto neurálgico de la Ciudad Condal, unos turistas tomaban fotos centrando el objetivo en aquel espacio reivindicativo, repleto de proclamas antisistema. Estuve en un tris de decirles que esa no era la imagen que debía quedarse de Barcelona, de Catalunya o de España en general. «Menudo reclamo turístico», razoné. Pero luego corregí mi propio pensamiento para concluir que este país vive instalado en una especie de limbo del absurdo, una perenne esquizofrenia (retro)alimentada por un estamento gubernamental y por unas leyes que claman al cielo… de la lógica.  Tenemos una extraña habilidad por copiar las cosas más absurdas, non sense de otros países e integrarlas a nuestro, ya de por sí, rico patrimonio en que brilla por su ausencia el sentido común. Veamos. Los gobiernos de turno se gastan un dineral en campañas antitabaco, promueven una ley antitabaco que ha tenido aplicación en la presente legislación bajo la égida del PSOE (Partido Socialista por decir algo—Obrero –ídem—Español)… pero el estado sigue recaudando dinero a mansalva de un impuesto que grava los productos que tiene más salida en los estancos. Otra. Se trata de fomentar el coche eléctrico con un plan ambicioso que habla de unas predicciones de tener en el mercado un parque x de automóviles con estas características con la intención de ir restando cuota de mercado a los que funcionan con gasolina o gasoil. Pero el estado no reniega de los ingresos de los impuestos que gravan el carburante. ¿Cómo se van a lanzar a la aventura incierta del coche eléctrico (el litio no se encuentra de una manera fácil en la Madre Naturaleza) si tienen garantizados millones de euros en virtud de esos impuestos indirectos que gravan el consumo de carburante? Seguimos. Hemos pasado de 120 a 110 Km de velocidad máxima en autopistas y en autovías durante unos meses para reducir el consumo de gasolina y gasoil dado que el precio del barril de Brent se había disparado. Una medida de ahorro esgrimían los responsables de tal medida. Una de las consecuencias de esta reducción de velocidad ha comportado una reducción significativa de muertos en carretera. Pues nada. Vuelta a los 120 Km porque más o menos muertos no cuenta; lo que manda son otras consideraciones de mercado. Nos vamos a la harina idiomática. Para un país con cuarenta y siete millones de habitantes recibir cincuenta millones de visitantes anuales no es un mal dato; nos sitúa entre las naciones que acogen más turismo del mundo. Pues entonces ¿cómo se entiende que tengamos uno de los índices más bajos de personas que hablen en inglés, por no contar el francés o el alemán? Bueno, pues la explicación se puede entender fácilmente atendiendo a que la riqueza idiomática más que un factor positivo, enriquecedor se traduce en un arma arrojadiza. Algunos razonarán que nos debemos guiar por cuestiones prácticas y que el catalán o el gallego, casi mejor dejarlo para otra vida. Estos mismos luego demuestran tener un inglés en que se conjugan menos verbos que en la escuela de los Pitufos. To Be Or not to Be…. That’s the Question. Hablando de escuelas, se busca poner remedio al elevado índice de fracasos escolares. Todos los especialistas en este ámbito apuntan a que la comprensión lectora es fundamental. Pues empiecen por descartar a aquellos aspirantes a profesores que no les gusta leer. Si, si, les da pereza leer. Me conozco unos cuantos y lo dicen convencidos que eso debe ser percata minuta. Luego no pidamos peras al olmo. Me sobrevienen un montón de ejemplos más, pero me quedo por último con el asunto que se cuece al destaparse el entramado de corruptelas generadas en el seno de la Sociedad General de Autores Españoles (SGAE). El día después de celebrarse las elecciones en este organismo ya centenario se han ido procediendo a detenciones y/o inculpaciones con cargos penales a algunos miembros de la cúpula directiva de la SGAE con Eduardo "Teddy" Bautista a la cabeza. Ya se sabe que ser de izquierdas e ir de creador por la vida es todo uno. Entre los más de cien mil socios de la SGAE, con filiación comunista, anarquista y socialista habrá unos cuantos. Pues nada, solo tienen derecho a voto unos ocho mil. A eso le llamo”democracia participativa”. Eso sí, votan los que más recaudan para el SGAE. Aún hay clases, ¿verdad Víctor Manuel y Ana Belén, estandartes de la causa comunista en territorio ibérico? Mientras los violines de El Padrino de Nino Rota suenan a todo trapo al evocar el «santuario» de los José Luis Rodríguez Neri, Bautista y compañía, sigo creyendo que este país tiene una solución muy compleja. El sentimiento ambivalente se apodera de un servidor. Esperemos que algún día el panorama cambie y se pueda leer en las principales plazas públicas de nuestras ciudades una apelación expresa al “sentido común”, una vuelta al orden natural de las cosas. Un regreso a los principios que regían los destinos de la Grecia clásica, no la del país heleno devaluado por el caldo de cultivo del clientelismo (municipalista, gubernamental, etc.) y de corrupciones administrativas registrado en los últimos lustros que les ha situado a las puertas de la bancarrota. Hace tiempo, por nuestra parte, que España ha entrado en la bancarrota, pero la de la lógica y el sentido común. Que nos rescate la cordura, con apelación expresa a nuestra clase dirigente, no estará de más. Digo.

sábado, 2 de julio de 2011

LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS DE ARTHUR CREW INMAN (1895-1963)

Supongo que para algunos cibernautas del espectro mundial seguir determinados blogs se ha convertido más que en un puro entretenimiento o en pozo de conocimiento sobre determinada(s) materia(s) en un ejercicio que precisa una cierta (re)programación de horarios. Lo digo por la frecuencia y la extensión de los posts con los que obsequian algunos blogeros a sus fieles. No sería de extrañar que tal caudal de textos escritos se debiera, en algunos casos, a esa enfermedad que aún no tiene entrada en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la hipergrafía, que se podría definir como una necesidad compulsiva por escribir. Esta enfermedad sigue siendo muy poco conocida ya que, a menudo ha pasado desapercibida, por ejemplo, entre la clase periodística o en determinados ambientes intelectuales en razón de la imperiosa necesidad de algunos profesionales por alcanzar unos umbrales de trabajo —esto es, textos escritos— con el propósito de cubrir unas determinadas necesidades económicas. No parece haber un origen común que ligue los casos de hipergrafía, pero a mediados los años setenta, los estudios llevados a cabo por Waxman y Geschwind arrojaron cierta luz que explicara, desde razonamientos científicos, el porqué un porcentaje (irrelevante) de la población mostraba una tendencia voraz por escribir a toda hora y en cualquier lugar. Curiosamente, ese porcentaje de afectados de hipergrafía aumentaba de forma significativa entre los que sufrían epilepsia de lóbulo temporal. Por aquel entonces, el caso de Ellen G. White (1827-1915) era el que concitaba un mayor interés dado lo prolífico de su obra escrita a mano. Para hacernos una idea de todo ello, White llegaría a escribir una obra que consta de más de cien mil páginas, el equivalente a haber escrito la friolera de quinientos libros de doscientas páginas de media. O dicho de otro modo, escribir tres páginas y media cada día desde el mismo día que nació (1827) hasta el que murió (1915). Cualquiera que se haya enfrentado al noble arte de escribir prosa o poesía tres páginas y media equivale a tener un día inspirado. La inspiración, empero, no guió la vida de Mrs. White sino más bien una enfermedad de diagnóstico desconocido en aquella época y, por descontado, su devoción religiosa que se tradujo en dar cabida a la creación de la Iglesia  Adventista del Séptimo Día
   Llegados a este punto, se podría favorecer la idea de que Ellen G. White ha debido conservar este record guinness de escritura non stop, pero tuvo en Arthur Crew Inman (1895-1963) un rival de altura. Natural de Atlanta, Inman confeccionaría un diario personal en que computaría un total de… 17 millones de palabras. Si atendemos, por ejemplo, que mi novela El enigma Haldane consta de unas 72.000 palabras (traducible a unas 288 páginas en formato de libro estándart), Inman hubiera podido convertir su diario en 236 libros. Cuarenta y cuatro años volcado en la labor de escribir sin desmayo sobre sus propias experiencias arrojaron en la persona de Inman un cuadro psicológico con tendencia al suicidio. Al cabo del tiempo trascendería que este estadounidense con veleidades de poeta se le trató de epilepsia de lóbulo frontal. Un brote de dicha enfermedad pudo haber sido el detonante de su suicidio registrado la mañana del 12 de diciembre de 1963 en la localidad Brookline, en el estado de Massachussets. Su vida, a la que se le colocaría el cierre a los sesenta y ocho años de edad, tan sólo se entendería al dictado de una tendencia mórbida a la escritura de su propio dietario, pero asimismo habilitando un espacio para dar salida a su vena estrictamente poética o novelística. A la vista de que la inmensa mayoría de sus textos no fueron publicados, Inman sintió el peso del fracaso, aunque no le impidió proseguir su deriva compulsiva por la escritura hasta el fin de sus días. Al rescate de una pequeña proporción de este elefantino dietario acudiría el profesor de Literatura Inglesa y Norteamericana de Harvard Daniel Aaron, quien contribuiría decisivamente a la publicación de dos volúmenes (el uno fechado en 1985, el otro en 1996), a mayor honra de Arthur Crew Inman. Del primero de estos volúmenes tomaría conocimiento Lorenzo DeEstefano, evaluándose como la semilla de la obra teatral Camera obscura, que debutaría en la escena merced a un montaje cortesía del Seattle Repertory Theatre. La obsesión de este dramaturgo con reminiscencias —en su apellido— a un astro del balompié de grato recuerdo para el aficionado madridista y españolista por Inman no acabaría allí. Desde hace tiempo trabaja en el guión de Hipergrafia —previsto su rodaje para 2012—, en que John Hurt se prepara para su particular one man show. Al genial intérprete británico no le tocará lidiar con maratonianas sesiones de maquillaje como las que tuvo que enfrentarse a propósito del rodaje de El hombre elefante (1980). En breve, una vez DeEstefano haya logrado atar los temas de financiación —cosa nada fácil dado lo singular del proyecto—, John Hurt se aplicará a manejar su diestra con soltura. Un papel, sin duda, no apto para afectados de artritis. Presumiblemente, como en el caso de otras enfermedades —la narcolepsia (Mi Idaho privado), la ADL ó Adenoleucodistrofia (El aceite de la vida) o la propia neurofibromatosis quística (El hombre elefante), etc.— que habían permanecido opacas al conocimiento de la sociedad, la hipergrafía salga de su anonimato con el estreno del film de DeEstefano. Al menos un servidor estará presente en las fechas de la puesta de largo de la opera prima de DeEstafano por un triple motivo: conocer más aspectos sobre la poliédrica personalidad de Arthur Crew Inman; la propia particularidad que representa la hipergrafía corporizada en uno de sus casos extremos... y John Hurt. No por casualidad, la única persona que tuve claramente en mente a la hora de escribir El enigma Haldane —los otros son puras abstracciones o sumas de diversas personas, fruto de lecturas o conocimientos reales— fue John Hurt para la construcción literaria del genetista, líder de la secta EFESOS, Ephraim Samsteen. Quién sabe si el ya septuagenario actor inglés algún día lo llegará a representar en la gran pantalla. Por empeño no quedará. Entretanto, Hurt se consagrará en breve a uno de esos retos que miden la grandeza de un actor: recrear el último tramo de la vida del sinpar Arthur Crew Inman. Entiendo que después de haberse librado una obra teatral, operística  (The Inman Diaries) y sobre todo una cinematográfica, el interés por este curioso personaje  crecerá exponencialmente. Su bendición literaria llegaría si E. L. Doctorow se encomendara a crear otra de sus fábulas con trasfondo histórico (estilo la magistral Homer y Langley) resiguiendo el hilo de la vida y milagros de Arthur Crew Inman. Sería, sin duda, toda una enhorabuena para la literatura universal para este primer tramo del tercer milenio.