sábado, 31 de enero de 2009

MANKIEWICZ: UN RENACENTISTA EN HOLLYWOOD

Aunque mi decisión de abrir una nueva etapa a nivel profesional con la escritura de novelas y relatos a partir de El enigma Haldane es firme, surgió meses atrás la opción de hacer un libro sobre Joseph L. Mankiewicz (1909-1993). No ha sido un encargo sino más bien una propuesta que fue bien recibida por parte de T&B Editores. Aprovechando el centenario del nacimiento de Mankiewicz, a celebrar el próximo 11 de febrero del año en curso, me puse manos a la obra para tener listo una monografía sobre el realizador norteamericano. Como siempre antes de hacer una inmersión en uno u otro personaje, algunas de las ideas preconcebidas se van al garete y otras se afianzan. En el caso de Joseph L. Mankiewiz, lo que quizá me haya sorprendido más es que su obra cinematográfica sufrió toda clase de ingerencias hasta el punto que hablo en la introducción del libro que Sam Packinpah tendría un duro rival a la hora de contabilizar el número de producciones cuyo metraje sufriría unos recortes más que considerables (capítulo aparte merece Cleopatra). Pero aun así, Joseph Mankiewicz pudo sentirse extraordinariamente orgulloso de una filmografía que le sitúa por derecho propio entre los mejores directores-guionistas de la historia. Ese juez insobornable que deviene el tiempo ha dejado en buen lugar a Mankiewicz, incapaz de brindar un mal o mediocre guión, aunque a veces pecaría de hablar excesivamente desde las alturas de la excelencia —léase La condesa descalza (1954)—.
Para un servidor hubiera resultado absurdo y fútil escribir sobre un cineasta del que ya existiera copiosa bibliografía en castellano, y lo que se suele decir, hubiera una «obra de referencia». A propósito de los libros escritos por Mankiewicz en nuestro país, en la parte correspondiente a los apéndices me hago eco de una anécdota en torno al libro «inexistente» de José Ruiz, acusado en su día de plagio y que hubiera sido uno de los primeros en ver la luz en las librerías sobre tan insigne realizador. Carlos F. Heredero, actual director de Cahiers du cinéma (versión española), le tomaría la delantera para un buen libro que tendría una segunda vida en otra editorial. Y ahí se paró la cosa. Desde 1990 ninguna editorial española ha contado con una monografía sobre Mankiewicz —soslayo lo que hizo Cátedra; esa vez tocaba la de arena— dentro de sus respectivas colecciones. El tiempo, una vez más, dictaminará si Joseph L. Mankiewicz: un renacentista en Hollywood (ver portada en el margen derecho del blog) es el título que cubre las máximas expectativas del lector aficionado al cine sobre la obra de un cineasta que nada tiene de banal y, por tanto, su exigencia creativa superaba con creces la media. Pero de lo que si doy fe es que he intentado hacer un libro que cubriera los máximos flancos posibles, evaluando su veintena films por orden cronológico, dedicando un espacio a las bandas sonoras de cinco de sus películas, elaborando un apartado en torno a dos remakes interpretados por Sir Michael Caine (El americano impasible y La huella-2007), incluyendo una filmografía completa, discografía, Mankiewicz en internet, una parte biográfica y analizando, en la medida de lo posible, su etapa como productor y guionista antes de posicionarse tras las cámaras a partir de El castillo de Dragonwyck (1946). Definitivamente, Mankiewicz me ha ganado en la revisión, aunque sigo pensando que uno de sus films menos logrados, De repente, el último verano (1959), por ejemplo, nunca lo hubiera realizado de no haberse dado una circunstancia que tuvo estrecha relación con su vida personal.
Esperemos, pues, que este director que parece haber caído un tanto en el olvido entre la cinefilia, vuelva a ocupar el puesto que se merece entre lo más granado que alumbró el cine de los grandes estudios. Su vigencia se expresa hoy en día no tan sólo contemplando joyas de la dimensión de Eva al desnudo (1950) o Mujeres en Venecia (1967), sino rebuscando en una filmografía que no tiene desperdicio, como Odio entre hermanos (1949), uno de los pocos títulos de Mankiewicz-director inédito en DVD en zona 2. Con este magistral título se pone en entredicho que el cine de Mankiewicz pertenece a otra época y visión de la realidad; de sus imágenes y sus diálogos se extrae uno de los alegatos contra el capitalismo salvaje que causarían incredulidad por lo certero de su discurso en función de lo que sucede en la actualidad. Un film, por tanto, intemporal, que se suma a uno de mis títulos favoritos de la obra del cineasta de ascendencia polaca: El fantasma y la Sra. Muir (1947). Este 2009 puede ser una buena excusa para echar mano de la videoteca, DVDteca, los canales temáticos o acudir a la filmoteca para revisar el cine de Mankiewicz. Este libro, confeccionado con mimo y magníficamente editado por T&B, está al servicio de ese público aficionado al cine advertido de la aparición de libros que completen la visión de cada uno, además de ofrecer una extensa y contrastada documentación. El 11 de febrero inicio en la Tecla Sala de L’Hospitalet de Llobregat, a las 19 h 00, la presentación del libro para dos semanas después, el día 25, hacer lo propio en el marco de la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya. Un acto, este último, que contará con la participación de José Enrique Monterde, en calidad de moderador, y de Tomás Fernández Valentí como presentador. Dos horas de debate en torno a la figura cinematográfica de Mankiewicz que tendrá su colofón con la proyección de Operación Cicerón (1952), otro de sus títulos con mayúsculas protagonizado por su coetáneo James Mason, quien celebra precisamente el centenario este 2009. Estáis todos invitados... en el año Mankiewicz, el del reencuentro con un maestro del Cine.

jueves, 29 de enero de 2009

EL CÍRCULO VICIOSO

Muchas veces tratamos de mantener una equidistancia, evitando pronunciarnos sobre conflictos como el que se suscita desde hace más de sesenta años entre israelís y palestinos. La mejor excusa resulta que no conocemos a fondo lo que ocurre allén de nuestras fronteras, en esa típica postura que fuera del país que uno luce en su carnet de identidad o al que aspiraría debido a una afectación nacionalista, no le compromete en modo alguno. Para unas cosas, somos ciudadanos del mundo, pero para otras tantas (muchas) sólo miramos en el interior de las cuatro paredes que integran el paisaje habitual de nuestro quehacer diario. Nos creemos el centro del universo sin darnos cuenta de lo insignificante que es nuestro paso por la vida en el planeta tierra, a escala evolutiva, el equivalente a la infinitésima parte de un estornudo en lo que vendría ser el cómputo global de los miles de millones de actos llevados a cabo durante la existencia media de un ser humano.
En nombre de la religión, una vez más, los problemas se enquistan y la historia nos depara escenarios de cruentas batallas en pos de un territorio que debía pertenecer a uno u otro bando. Haciendo un símil químico, en el contexto de una sociedad donde la religión ocupa una posición relevante, el peor reactivo para que se produzca una explosión en forma de fanatismo no es otro que la miseria. Y ese precisamente deviene el riesgo de convertir la franja de Gazza en un escenario en ruinas, un marco devastado por el efecto de las bombas que expulsan un extraño polvo blanco. A la par que se sepultan túneles por donde los miembros de Hamas pasan armas de contrabando, brotan potenciales terroristas que harán de la venganza y la causa palestina su única razón de ser. Ese periodo crucial para el desarrollo de las personas, la adolescencia, llena de contradicciones en tantos sentidos, suma una más, si acaso la más definitiva, para aquellos niños palestinos que han sorteado el efecto de unas bombas que dibujan desde un plano aéreo tomado de la ciudad de Gazza puntos negros donde se puede leer el vocablo horror. Israel se ha convertido en un estado marcado por una esquizofrenia que alcanza cotas de paroxismo al querer exhibir su potencial de destrucción con una de las tácticas de combate más vergonzosas que se recuerdan desde hace lustros, quizá desde la Guerra de los Balcanes, no por casualidad otro espacio invadido por la retórica religiosa. La sola imagen de componer en la mente a dos niños cogidos de la mano, prestos a ir a la escuela, sorteando una orografía desigual verbigracia de las bombas, y quedar sepultadas sus esperanzas de futuro por el poder destructivo de la aviación israelí me produce una profunda desesperación. La religión, sin embargo, se reserva esa fórmula mágica de hacer creer que habrá un más allá, una vida eterna cuando a alguien, a temprana edad, se le ha arrancado de cuajo una existencia sin posibilidad ni tan siquiera de advertir el crecimiento de un tallo del que brotarían las hojas. Con estos mecanismos se preserva la idea de un círculo vicioso incapaz de sostenerse por principios que comprometen a la naturaleza del ser humano, pero que tienen su fundamento supremo en la religión. La solución al problema entre palestinos e israelís tiene todos los visos de fracaso porque esos «bosques» frondosos donde la paz debería reinar no se vislumbran merced a los «árboles» en los que lucen esa iconografía, esa simbología religiosa que marcan el terreno entre unos y otros. Y por un principio biológico básico, los árboles no pueden crecen muy juntos el uno del otro, salvo que uno de ellos esté condenado a perecer. En esa dinámica se sitúa Israel, dispuesta a talar los «árboles» de Palestina, aunque lo que se aconsejaba era fumigar esos «hongos» que carcomen la corteza en forma de kamikazes de Hamas, que cuentan con el estímulo adicional que algunos de sus hijos han pasado a la condición de mártires.

lunes, 26 de enero de 2009

LA MALDICIÓN DE «LA PENYA»


Para aquellos que estén poco familiarizados con la disposición de las ciudades satélite en el mapa del área metropolitana de Barcelona, el trayecto en automóvil a realizar entre el Aeropuerto de Barcelona y Badalona —la cuna del básket catalán— y viceversa puede resultar un auténtico via crucis, sobre todo cuando de un tiempo a esta parte la velocidad máxima en algunos tramos de la autovía de Castelldefels es de 80 Km/h. Para los habitantes de Badalona y alrededores, en especial los de la comarca costera del Maresme, la propuesta de disponer de un aeropuerto que evitara el trago de cruzar toda Barcelona en vehículo rodado, además de pasarse tiempo al volante circulando a paso de vespino por la autovía de Castelldefels, podría ser acogida con alborozo y entusiasmo. Pero desde las oficinas de La Penya, todo un emblema de la ciudad, este plan de futuro me temo que convocaría al recelo. La razón fundamental: el constante goteo de jugadores del primer equipo de la ACB que han decidido tomar las de Villadiego antes de concluir su contrato, sabiéndose que una hora larga de trayecto al Aeropuerto que les había depositado en suelo catalán bien valía la pena para proyectarse en un nuevo destino. Bracey Wright (ver foto), escolta ex Aris de Salónica (allí hizo fortuna uno de mis ídolos de juventud que ocupaba idéntica posición: Nicos Galis) de veinticuatro años, a principios de enero ha dejado «colgada» a la plantilla del CB Badalona y, una vez más, con las vergüenzas al aire de un staf técnico que ya no sabe donde mirar cuando le ocurren estos contratiempos. Esta maldición acompaña a los verdinegros desde hace décadas, pero en los últimos años se han encendido todas las señales de alarma. No basta la solera de un club con una tradición y un compromiso por el básket inquebrantable; una amplia nómina de norteamericanos han pasado fugazmente por la historia de La Penya sin ni tan siquiera llegar a completar una sola temporada. ¿Cabe achacarlo a la pura casualidad? Es probable. ¿Se debe a una mala planificación interna del Club? También. Jordi Villacampa, el Presidente del Club, debe revisar una y otra vez en su memoria los casos de baloncestistas «furtivos» para poner coto al tema. El caso de Maceo Baston fue de los más sonados, ya que dejó sin más a la Penya para hacer su particular «éxodo» con destino tierra santa: el Maccabi de Tel Aviv. La jugada le salió bordada y allí vivió el renacer del equipo israelí bajo la batuta de Saras Jasikevicius. Lejos de escarmentar con el «caso Baston», temporadas más tarde se trajeron a un ala-pivot con antecedentes penales en los USA por ir armado cerca de la Casa Blanca... Y ahora, como recambio de Wright, se hacen con los servicios de Coby Karl, el hijo del coach, entre otros equipos, de los Denver Nugets y del Real Madrid, George Karl. Me temo que sus días están contados en Badalona para un jugador que había padecido un cáncer que le privó de alcanzar la gloria de militar en un equipo de la NBA. La misma enfermedad que sufrió Mike Schultz, un notable ala-pivot que formó parte de aquel legandario equipo de La Penya de finales de los años ochenta que los aficionados a este fantástico deporte nos sabíamos de carrerilla. Rafa Jofresa, Enric Margall, Villacampa, Schultz, Rafa Vecina, Andrés Jiménez, Montero, Ferran Martínez... Ahora, los aficionados de nuevo cuño de La Penya viven en el más absoluto desconcierto, incapaces de memorizar un equipo-tipo a lo largo de una temporada. En el fútbol moderno se imponen las rotaciones; en el básket que se practica en Badalona en la categoría «madre», la de la ACB, las rotaciones se hacen a pie de aeropuerto.

viernes, 23 de enero de 2009

SOMEWHERE... OF THE HEART: UN ÁNGEL LLAMADO EVA CASSIDY


Merced a la «cara oculta» de Ramón Trecet, la que le resguardaba del vehemente locutor de básket y otras disciplinas deportivas, en un programa que conducía en Radio 3 en horario de sobremesa, descubrí a Eva Cassidy (1963-1996). Su voz me atrapó desde el primer estribillo, creo recordar, que de Songbird, el tema que Trecet seleccionó entre un ramillete de canciones que sonarían de Cassidy en la ondas de Radio 3. A precios astronómicos —como corresponde a los títulos de importación que cuentan con pocas unidades en esa invitación al ejercicio de la arqueología que se han convertido las grandes superficies—, a lo largo de los años he adquiriendo buena parte del repertorio musical de Cassidy. Corto repertorio, no por decisión propia sino debido a un melanoma que sesgó su vida a los treinta y tres años. Su figura ganó enteros postmortem, sobre todo a raíz de la publicación de Songbird: Eva Cassidy: Her Story by Those Who Knew Her (2001), escrito a partir de diversos testimonios con vínculos sanguíneos o fraternales.
Lo primero que sugiere la música interpretada por Cassidy es que ella no debería contarse entre los seres terrenales; su calidez ahoga lo puramente humano para proyectarse en un cielo provisto de suaves y delicadas composiciones arbitradas por fenómenos naturales. No hay requiebros vocales que valgan; Cassidy repercutió en sus discos una sonoridad limpia, incapaz de abandonar ni en un solo suspiro unas trazas de excelencia que la llevaron a atacar estilos muy diversos (gospel, r&b, blues, jazz, etc.) La desdicha de su deceso nos privó que la ejecución de mainstreams pasados por el sedal de su primorosa voz que hubiera dejado en la penumbra a otros cantantes que habían ejecutado sus particulares versiones. Somewhere (2008) levanta acta de ese poder vocal de Cassidy en una selección de una docena de temas que adopta un aire festivo con el Chain of Fools —un trago largo para los amantes del soul— y que culmina con una canción que da nombre al CD, escrito al alimón por el que fuera su habitual productor Chris Biondo y ella misma. Escuchar en su integridad Somewhere puede resultar un buen compendio de las excelencias vocales de Cassidy, pero un tanto insuficiente para tomar la temperatura de aquellos temas concebidos para la corta distancia, a celebrar en la intimidad de espacios cerrados. Antes de su despedida de los escenarios en el At the Bayou de Georgetown (Washington DC, su estado natal), con el consuelo de saberse rodeada de amigos, familiares y/o admiradores, Cassidy se había movido con frecuencia en locales de reducidos aforos, algunos a pie de autopistas dado que su nombre no era reclamo alguno para convocar a miles de espectadores. En la soledad de habitaciones de motel, habilitadas al mismo tiempo como camerinos en los que velara sus horas previas y posteriores a sus actuaciones en directo, Cassidy crearía sus propias composiciones, una mínima parte en comparación con su proverbial faceta de versionadora de temas de toda índole dentro del espectro que transita entre el blues, el jazz y el pop. Allí están las canciones que integran el CD Wonderful World (2004), un complemento más que idóneo si el paladar musical de cada uno ha saboreado con fruición Somewehere. Una artista, en definitiva, a descubrir o redescubrir mientras observamos un cielo libre de nubes o donde las estrellas cobran protagonismo en la negra noche. A poder ser, en la mejor compañía posible, la que viste de dulzura nuestros pensamientos al tiempo que escuchamos en la lejanía una partitura musical dictada desde algún lugar del corazón por la gran Eva Cassidy.

martes, 20 de enero de 2009

LAS HUELLAS DEL TIEMPO


A los ojos de muchas personas, aquellos que vamos modelando una obra propia, ya sea en forma de libros, en soporte audiovisual o demás, parece como si se tratara de un acto de vanidad o de afirmación al culto de la propia personalidad. Para un servidor el hecho de que se publique un nuevo libro, Joseph L. Mankiewicz: un renacentista en Hollywood (2009, T&B Editores) o que lo haga, a corto o medio plazo, la novela El enigma Haldane carece de mayor interés por cuanto la vanidad está a años luz de ocupar un puesto relevante en mi escala personal. Eso es quizá lo que trasciende, a lo que uno acaba siendo asociado más allá incluso del comportamiento, de la actitud que tengas ante la vida.
No hace demasiados días supe de una persona a la que le había perdido la pista hace varios años. Conservé su teléfono durante todo este tiempo pero nunca me decidí a llamarla quizá con la presunción que sería un acto de intromisión a una realidad que debía resultarme ajena. Ese, presumí, debía formar parte de un tiempo pasado que tan sólo podría rememorar en la memoria con la satisfacción de que las experiencias, sean de uno u otro signo, te hacen crecer, madurar, valorar, sentir. Pero de todas las experiencias vividas, la lección más importante la aprendes si sabes colocarte en la posición del otro, algo que el ser humano, egoísta por definición, generalmente descuida. Y es por ello que al recibir ese afectuoso saludo, ese reencuentro aunque sea a través de la red, puede convocar a un cierto recelo, al albur de un pensamiento que suele dominar en estas situaciones: «mi vida ya está trazada y la conformo con los que uno considera». Nada más lejos de mi razonamiento. Estos reencuentros marcan con mayor claridad si cabe el proceso de madurez, de aprendizaje, de saber que la «vida de los otros», al fin y al cabo, como sociedad interconectada y movidos por similares necesidades, nos afecta en la medida que somos seres humanos que sentimos el afecto por el prójimo y nos alegramos de sus éxitos. Consolarse con las desgracias de los demás deviene un acto que repudio; siempre he deseado lo mejor para todo el mundo que se lo merezca. Y ella se merece la mayor de los suertes porque de su bondad y su amistad reencontrada me ayudará a ser cada día mejor persona. Ese sigue siendo mi propósito a cada día vencido, sin parar atención, ni siquiera un segundo, sobre un ejercicio de autocomplacencia por ver publicada una determinada obra. Qué alguien, al cabo del tiempo, mucho tiempo, se acuerde de uno es la mayor de las recompensas, de los «premios» que pueda recibir. En el post nº 100 de El mundo de Haldane que tenía previsto dedicar al libro de Mankiewicz de inminente aparición en el mercado, dejo que sea el corazón quien tome el mando para dedicárselo a una persona a la que deseo una felicidad plena. Vaya por ella este extracto de un poema de William Woodsworth que Elia Kazan «rescató» para su magnífica Esplendor en la hierba (1960):

«Aunque ya nada pueda devolvernos la gloria en la flor,
el esplendor en la hierba,
No lloraremos sino que lucharemos por todo aquello
Que nos fue arrebatado
»

Para N.

domingo, 18 de enero de 2009

«WATERGATE» EN LA CASA BLANCA (MADRILEÑA)

Quiérase o no Carl Bernstein y Bob Woodward, al destapar el caso del watergate se «coronaron» como estandartes del nuevo periodismo de investigación. En aquellos años setenta empezaban velar sus primeras armas en el periodismo nombres como Pedro José Ramírez, prestos algún día a emular a sus «héroes» Bernstein-Woodward. Hasta el asunto de la infidelidad conyugal Ramírez siguió los pasos de Carl Bernstein, tal como dejó constancia Nora Ephron en el libro Heartburn, más tarde transcrito en imágenes en Se acabó el pastel (1986) con Jack Nicholson y Meryl Streep compartiendo cabeza de cartel. Ya instalado en la cumbre del periodismo —aunque a veces transite por las catacumbas de la ética y la moral— en calidad de director de El mundo Pedro J. Ramírez parece complacerse que su diario haya contribuido a destronar a Ramón Calderón (1951) merced a un periodismo de investigación que presenta numerosas analogías con el precedente de la caída de Nixon de otra presidencia. Calderón compareció ante los medios de prensa el pasado miércoles por la tarde para hacer oficial su dimisión como presidente del Real Madrid CF. Dos días antes parecía enrrocarse en su postura de seguir adelante con su legislatura, e incluso ante la insistencia de escuchar la palabra dimisión se refirió a la misma en términos de cobardía o como un acto de ocultación de datos comprometedores. Con el rostro perlado de sudor, la voz temblorosa y las mejillas humedecidas, el abogado palentino se acordaba en esos momentos de tensión de su esposa Teresa Galán, que «sin su apoyo no hubiera sido nada en esta vida». En otoño de 1974, cuando el escándalo watergate le llegaba por el cuello, Richard Milhous Nixon (1913-1994), tras negar sistemáticamente la realidad de los hechos, claudicó y se presentó en la sala de prensa de la Casa Blanca con la mente fijada en el pasado, aquella que le convocaba al recuerdo de su madre Hannah Milhous Nixon, cuyo valor quedaría sobradamente demostrado al sobreponerse a la muerte de dos hijos a causa de la tuberculosis y sacar adelante al que acabaría siendo presidente de los Estados Unidos. Ambos de profesión abogados colmaron sus ambiciones a través de un proceso electoral. Pero la sombra de sospecha siempre recayó sobre ellos, anunciando una caída motivada por una afición común a hacer de la mentira un modus vivendi, de las promesas un efecto decorativo y de la arrogancia el mejor antídoto para saberse intocables. Crasso error. El periodismo de investigación no trabaja en las academias de ballet sino en el backstage de la política y los clubes de fútbol —en España—, en la que se concentran el mayor número de especuladores y/o arribistas por metro cuadrado. Constructores que ambicionan algo más que figurar su nombre y apellidos en un solar, a modo de semilla de una ciudad en miniatura; empresarios de todo fuste que quieren forrar las paredes de sus casas localizadas en zonas residenciales con fotografías de futbolistas en el candelero y demás personajes de esquiva moral son los que, a la postre, han acabado dando la estocada definitiva a Ramón Calderón. Ese «informe Haldeman» que para Nixon sería su «sentencia de muerte», llegaría para Calderón en forma de personas contratadas sin carnet de socio del Real Madrid en una asamblea extraordinaria convocada por la junta directiva del club blanco. Los «fontaneros» de la Casa Blanca habían trabajado bien con el único objetivo de derrotar a Ramón Calderón. El victimismo acudió nuevamente a socorrer el honor y la dignidad de un hombre que ha acabado siendo destronado antes de tiempo. Mientras se seca las mejillas por saberse rodeado de «Casios», «Cascas» y «Brutos», Calderón puede encontrar un cierto consuelo al revisar o visitar por primera vez esa pieza maestra llamada Nixon (1995). Ambos saborearon las mieles de sus respectivas Casas Blancas, pero cayeron por la misma pendiente que representa la parte del león más jugosa a efectos de periodistas del calado de Pedro J. Ramírez o José Antonio Abellán, los «Woodward & Bernstein» que firmaron la «sentencia de defunción» en el ámbito futbolístico de Ramón Calderón, al que como Nixon, apodaban «el mentiroso».

martes, 13 de enero de 2009

LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS… GENÉTICAS: CÉLULAS REPROGRAMABLES


Desde hace relativamente pocos años el término «células madre» forma parte habitual de la jerga científica e incluso ha trascendido fuera del ámbito de la investigación como la llave que ha abierto nuevas expectativas para la cura de enfermedades hasta la fecha inabordables clínicamente o con un mal pronóstico. Pero el camino de A (células madre o pluripotenciales) a B (células especializadas de nuestro organismo) parecía coartar las expectativas de éxito de un campo que, nunca mejor dicho, está en su fase embrionaria. Pero el hallazgo más sorprendente concentrado en el último año, sino en los últimos meses, ha sido que el proceso inverso se puede dar: desprogramar células especializadas (hepáticas, cutáneas, del corazón y un largo etcétera hasta alcanzar 250 variedades) y reconvertirlas en células madre. Este camino inverso abre unas expectativas enormes por cuanto si se estima que una célula tiene una capacidad de división nunca superior a veinticinco veces para acabar muriendo, ese destino puede que no sea el único. En una entrevista publicada en La contra de La Vanguardia (13/I/09) (Ir a enlace), el doctor Juan Carlos Izpisúa, director del Centre de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB) abunda en este concepto que cambia diametralmente la línea de investigación que se ha llevado a término hasta hace poco. La invitación al optimismo es palpable en la voz de un experimentado investigador que trabaja a caballo entre los Estados Unidos (Salk Institute) y Barcelona. Sencillamente, la «lupa» de la investigación hay que colocarla, según Izpisúa, en un campo aún en pleno desarrollo experimental. El periodista Lluís Amiguet, contagiado por el moderado optimismo del científico vasco, cede el peso de la entrevista a su interlocutor, quien no duda en afirmar que el debate ético y moral debe no tan sólo ser necesario sino obligatorio. Quedan, sin embargo, interrogantes por despejar en una ecuación que tiene sobre el plano teórico muchos condicionantes a favor pero en la praxis el tema se complica. Básicamente, lo que razona Izpisúa es que hay pocos genes implicados en la «reconversión» de célula especializada a pluripotencial. Si se salva el escollo de insertar esos genes en el núcleo celular y que queden integrados en la secuencia correcta en el ADN (ácido desoxirribonucleico) a través de los denominados vectores (que pueden ser virus), el paso será mayúsculo. De hecho, experimentos con el virus de la SIDA han dado, en algunos casos, resultados positivos. Pero el gran interrogante se abre si al insertar esos genes se pueden activar los denominados oncogenes. Cabe decir que el 90% del ADN celular está inactivo y los procesos cancerígenos, a menudo se producen por la activación de los oncogenes que habían permanecido «dormidos» a lo largo de varios o muchos de la vida de un individuo. A estos niveles cualquier vaticinio puede despertar falsas esperanzas, pero lo que no cabe duda es que la teoría ha demostrado que este, sin duda, deviene un camino, aún largo por recorrer, pero que a cada vez mes vencido renueva los argumentos a favor que el dinero público y privado en centros como el CMRB son la mejor inversión para el futuro de la humanidad. Señores como el doctor Juan Carlos Izpisúa son mis «héroes»; grandes talentos que saben trabajar en equipo y que apuestan decididamente porque el siglo XXI anuncie un descubrimiento de primerísima magnitud. Pensar que el CMRB forma parte de esa red interconectada de grupos científicos que trabajen conjuntamente en esta línea de investigación debe ser un motivo de orgullo, mucho más que cuestiones con las que nos acribillan a diario en la prensa y en las distintas plataformas digitales, ya sea en el ámbito de la televisión o en internet.

domingo, 11 de enero de 2009

LORD JEFFREY ARCHER: TALLER LITERARIO ENTRE REJAS


Ante el alud de publicaciones que surgen a diario y que colapsan de novedades las librerías se nos escapan un gran número de títulos que merecerían, cuando menos, una oportunidad. El impostor (2008) —que edita Grijalbo y que aparecerá en el mercado el próximo mes de febrero— podría ser uno de éstos que, salvo los que no se dejan guiar por la intuición, no se le prestaría demasiado interés. Pero más que lo sugerente o no de su narración, El impostor me ha llamado la atención por un autor, Jeffrey Archer, cuya azarosa vida ha repercutido sobre el tipo de obras que ofrece al público. Una existencia que tuvo un punto de inflexión con su entrada en prisión en 2001 por cometer perjurio. Como en los Estados Unidos, en su Inglaterra natal no se andan con tonterías y el perjurio tiene una pena de cárcel, llámese John Smith o Jeffrey Archer con el Lord delante (por obra y gracia de la Reina Isabel II). Purgando sus pecados en la prisión de Belmarsh y Wayland, Archer, dada su condición de escritor, no pudo por menos que aprovechar los largos días de su cautiverio para dar forma a nuevos proyectos literarios. Al igual que en Juego del destino (2004, Ed. Grijalbo), El impostor (2008) y un diario dividido en dos partes (A Prision Diary: A Purgatory) que data de 2004, nace de la experiencia carcelaria de Archer. Un modo de redimirse cara a la sociedad y de rendir cuentas consigo mismo, que ya había vivido un capítulo anterior al publicar Ni un centavo más, ni un centavo menos (1989), desvelando cuestiones que comprometían a su propia persona, pero que al menos el éxito editorial le salvó de la ruina económica. La destreza a la hora de escribir de Archer le distanció en relación a sus compañeros del Partido Conservador y, en general, de la Cámara de los Lores, aunque pecaría de poco original cuando requirió los servicios de una prostituta para pasar una velada placentera fuera del calor del hogar. Pronto se desmontaría la coartada (en este caso, debido a la traición de un amigo, quien quiso evitar a toda costa que Archer accediera a la alcaldía de Londres), y su ingreso en la cárcel se hizo efectivo con el cambio de milenio. Al cabo de dos años abandonaría el recinto penitenciario. A juzgar por la publicación de sus últimas novelas, su estancia en Belmarsh y en Wayland le ha dado un renovado impulso a su carrera literaria. Un personaje que los atentos guionistas del espectro anglosajón no deben perder de vista porque su biografía es de aquellas que tienen todos los visos para imprimirse en la gran pantalla. Con mucho menos, a mi entender, el congresista estadounidense Charlie Wilson obtuvo una notoriedad a nivel mundial con el film dirigido por Mike Nichols. El arranque del hipotético film podría ser harto prometedor: ese retoño nacido en la ciudad de Londres en la primavera de 1940 al cabo de unos años tomaría conciencia que aquel hombre mayor al que le separaban sesenta y cuatro años no era su abuelo sino su propio padre. No me negarán que el personaje es toda una mina. Escritores que hayan pasado por la trena hay unos cuantos —Chester Himes (lo suyo fue de órdago a la grande: condenado a veinte años por atraco a mano armada, para luego alumbrar una serie consagrada a los detectives de raza negra, como él, Grave Digger y Coffin Ed Johnson) y Edward Bunker (autor de Libertad condicional y actor ocasional), pero el que da más juego, sin duda, Jeffrey Archer.

martes, 6 de enero de 2009

LO QUE SÉ DE LOS VAMPIROS... DE LA PRENSA


En el calendario de los premios literarios de nuestro país, el Nadal es el primero que se falla. Este año la fatalidad de la muerte de Francisco Casavella marcará, a buen seguro, una velada que distinguirá a un nuevo escritor, como lo había hecho en la edición anterior con el autor de Lo que sé de los vampiros. Un día de Reyes como hoy coronó a un escritor que, a los cuarenta, tras numerosas tentativas de hacer de la literatura su vida, pudo saborear las mieles del triunfo.
Por desgracia, vidas arrebatadas a temprana edad dentro del mundo de la literatura son moneda común. No es una profesión fácil porque la inspiración puede llegar a cuentagotas; el talento deviene un valor tan relativo como incluso efímero o intermitente. A muchos literatos se les asocia por una sola obra, y aunque parezca paradójico, presumiblemente no sea la que tengan en mayor estima. Una circunstancia que puede corroerles por dentro porque el resto de su obra queda fuera del conocimiento de los lectores, durmiendo el sueño de los justos en librerías o bibliotecas sin que nadie les reconozca su valor hasta, quizá, después del deceso del escritor. Ser reconocido entonces no deviene el mejor de los escenarios ni tan siquiera para los hipotéticos herederos de un legado literario.
No desvelo ningún misterio si digo que los escritores transcriben al papel aquello que conocen por un principio fundamental: amueblar una novela que compromete a centenares de páginas tiene que pasar indudablemente por el filtro de un análisis previo del tema a tratar, generalmente a través de la experiencia personal, pero no necesariamente. Una vez leídos algunos de los escritos de Casavella no escapa a nadie que sus personajes en nada rivalizan con los que aparecen en las novelas de Jacqueline Susann o Françoise Sagan. Más bien Casavella, antes de comprometerse con una obra histórica como Lo que sé de los vampiros, nos había hablado al oído de mundos poblados por individuos que se comprometen con la lucha diaria, con los sinsabores de una existencia que encuentra puertas a la esperanza, al tiempo que se cierran otras relativas a una relación amorosa frustrada que no ha cicatrizado o la pérdida de un ser querido que aún no se ha asumido. Relatos sociales contundentes que no pasaron ni tan siquiera a un tercer plano, sino que fueron ignorados por Ramón De España en su reseña necrológica sobre Casavella publicada el pasado 18 de diciembre de 2008 en El periódico de Catalunya (Ir a enlace). A De España lo único que le pareció preceptivo es situarse por encima de Casavella, con un tono misericorde, advirtiendo a los lectores que él ya le había avisado que acabaría mal y, por tanto, no le extrañó la noticia de su muerte. Presumiblemente, este chismorreo tenga su sentido en la barra de un bar tomándose unas cañas y unas bravas con unos amigos, pero de ahí a darle categoría de artículo para un periódico de amplia difusión, media un abismo. Las quejas, más que justificadas de amigos de Casavella, repararon, en parte, el honor de alguien que nos ha abandonado con un futuro más que alentador en el campo de las Letras. Y han sido unas letras juntadas por el ínclito De España que ejemplifican en qué manos han quedado algunos autoproclamados a bombo y platillo medios garantes de la prensa libre, presidida por el rigor. Ramón De España, como tantos otros, aprovechan estas tribunas de la información para hacer un ejercicio de narcisismo, de petulancia, para reafirmar su posición moral por encima de los demás. Pero en esta ocasión sus funciones de articulista han ido mucho más allá de lo razonable, en una de las necrológicas más bastardas, ignominiosas y vergonzosas que un servidor ha leído en mucho tiempo. Ya sabíamos del percal de Ramón De España, pero Se fuerza la máquina desde ya debe computar en las escuelas de periodismo cómo no se debe afrontar la escritura sobre alguien que acaba de expirar. En las paredes de los bares resuenan frases inculpatorias postmorten. Asimismo, para desdicha de la clase periodística, en las redacciones se reproduce un eco similar verbigracia de personajes de medio pelo moral como De España. Descanse en paz, Francisco Casavella y sirva el Nadal para honrar su figura literaria, aquella que le privó un individuo que solo tiene de noble la preposición que antecede su apellido.

domingo, 4 de enero de 2009

EL ESPEJISMO DE DIOS


Los buenos propósitos, anunciados casi como un susurro a uno mismo al despegar la última hoja del calendario, no sustituyen los cada vez más peligrosos hábitos. Y uno de ellos es seguir considerando que para estar conectado con el mundo pasa inexorablemente por leer la prensa o visitar los telediarios con la esperanza que entre el alud de calamidades, atrocidades y demás seleccionados por los editores hayan noticias alentadoras para el devenir de la especie humana, contraviniendo ese aforismo periodístico que reza «una buena noticia no es noticia». Esos hábitos acaban por domar la capacidad de asombro de un servidor, pero no por ello valorar ciertas noticias como un signo inequívoco que la crisis no es sólo financiera sino que afecta al sentido de común de muchos mortales.
Al albur de una educación laica donde las haya, tuve garantizado el pasaporte para un ateísmo que, en ciertas fases, ha trocado al agnosticismo pero de ahí no ha pasado la cosa. Empero, ni por asomo pensé que el ser ateo te otorga un plus de autoridad para cualquier asunto que compete al quehacer diario, como tampoco lo espero de aquellos que pertenecen a una determinada religión. Si una de las cuestiones que me han apartado definitivamente del radio de acción de todo aquello que compete a lo religioso es su sentido gregario, el saber de la existencia de una Associació d’ Ateus en Catalunya dispuesta a difundir su doctrina a través de una campaña publicitaria en algunas líneas de autobuses del area metropolitana de Barcelona me mueve a la inquietud. Claro que, puestos a escoger un transporte, mejor que se muevan sobre el plano. Imagínense una campaña de ateos para desplazamientos en avión. «Vuele con Spanair y le garantizamos que en el cielo no existe Dios». Esta podría ser el lema de la próxima campaña de la Associació d’Ateus de Catalunya. No me negarán que tendría un mayor impacto que ponerla en unos autobuses, más aún si se coloca en la parte trasera; si lo has perdido, no estás pensando en el mensaje de ese anuncio si no más bien te estás acordando de algún familiar del conductor que ha arrancado haciendo caso omiso del sprint que te has marcado en balde.
Ya veo que la no-fe religiosa mueve montañas... de euros para ponerlas escalonadamente ante el gerente de turno de una entidad como Transports Metropolitans de Barcelona. Supongo que habrán pasado el plato entre el colectivo de ateos, creando idéntico efecto (espejo) del que tratan de neutralizar, esto es, la presencia de religión en nuestra sociedad civil. Puede ser que algunos de los dirigentes de esta asociación piensen que esos euros están bien invertidos y siempre habrá algún incauto, en plan Fight Club («el club de la lucha»), que abrace un nuevo grupo-terapia donde compartir aquello que les une, por absurdo que resulte. Dejemos volar la imaginación y asistamos con una cámara oculta a una de esas sesiones organizadas por tal asociación: dispuestos en círculo los veteranos socios se aprestan a escuchar al nuevo miembro que debe pronunciar las palabras mágicas del inicio del ritual. «Me llamo Jesús Pérez, y yo también soy ateo». Luego, el «padre espiritual» que ejerce de maestro de ceremonias extiende un recibo que marca con tipografía cuerpo 14 Garamont la cantidad a abonar en cómodos plazos. Al leer la cifra a abonar si se caga, por perdón, en Dios, ya es miembro de pleno derecho. A la salida se le entregará el Nuevo Testamento de la Biblia, obra de Richard Dawkins y que lleva por título El espejismo de Dios (ir a enlace).
Hay que ponerle humor a ciertas cosas porque, de lo contrario, podemos perder el norte con una facilidad pasmosa. Eso sí, seguiré militando en el agnosticismo/ateísmo pero desde el individualismo. Al menos para un servidor esta es la mejor forma de desenvolverse en la vida, sin querer participar en propuestas que lo único que hacen es reproducir las mismas prácticas que han llevado a muchos a pensar que lo que rige sus destinos es creer en la existencia de un ser supremo. Gràcies a Déu i al seny, no pertanyo a l’Asociació d’Ateus de Catalunya.